Félix Placer Ugarte
Teólogo

El compromiso ético y pastoral de José María Setién

Con su lenguaje denso, calculado y parsimonioso no dudó en afrontar los aspectos más candentes del conflicto vasco. Propuso incisivas orientaciones de solución tales como «la necesidad de llegar a tener un proyecto global de sociedad, merecedor de un consenso social mayoritario y en el que se recojan los valores éticos fundamentales, asumidos como inspiradores de la convivencia», insistiendo en que «la paz es posible en Euskadi y que debe alcanzarse por los caminos de la no-violencia, del diálogo, de la negociación leal y del acuerdo consensuado».

Una periodista de "El País" preguntó, hace unos años, al ya entonces obispo emérito de San Sebastián: «El clero vasco ha influido mucho en la toma de identidad de este pueblo. ¿Ha pensado alguna vez que se excedió?». «Los valores socioculturales del pueblo vasco –contestó– los tiene que afirmar toda persona o grupo que sea amante de este pueblo». Indudablemente José María Setién ha sido amante de Euskal Herria, defensor de sus derechos, de su identidad, de su cultura y como pastor en su diócesis, testigo del evangelio.

Nacido en Hernani (1928) fue ordenado sacerdote en 1951. Profesor de Teología Moral en el Seminario de Vitoria, también en la Universidad Pontificia de Salamanca, en su Facultad de Derecho Canónico y de Teología, donde fue decano, compaginó su tarea docente con diversas responsabilidades pastorales. Nombrado obispo auxiliar de Jacinto Argaya en la diócesis de San Sebastián, en 1972, fue luego obispo titular de esta diócesis desde 1979 hasta el año 2000 en que fue aceptada su sorprendente renuncia.

Autor de numerosas publicaciones sobre temas ético-políticos, sus "Obras completas" recogen su denso y extenso magisterio como obispo. La Diputación Foral de Gipuzkoa le concedió (2003) la distinción «Gipuzkoako Urrezko domina» por la labor realizada en pro de la verdad y los derechos humanos y la Fundación Sabino Arana, el premio Sabino Arana 2005, por la trayectoria toda una vida al servicio de la paz, desde el respeto a la libertad y al pluralismo, buscando la resolución del conflicto vasco en el total rechazo a toda forma de violencia y basada, sobre todo, sobre los pilares del diálogo, la verdad y la justicia.

En efecto, el magisterio episcopal –y antes universitario– de José María Setién se han caracterizado por la fidelidad a los principios morales inspirados en el evangelio. Como profesor y escritor, y luego como obispo en Gipuzkoa, sus propuestas, orientaciones y juicios han estado siempre apoyados en los firmes convencimientos de una reflexión fundada y coherente, «movido por el amor y fidelidad a los imperativos de su conciencia para buscar el modo de hacer presentes la iluminación y las exigencias de los valores éticos leídos desde una perspectiva cristiana, al servicio de la paz».

Con su lenguaje denso, calculado y parsimonioso no dudó en afrontar los aspectos más candentes del conflicto vasco. Propuso incisivas orientaciones de solución tales como «la necesidad de llegar a tener un proyecto global de sociedad, merecedor de un consenso social mayoritario y en el que se recojan los valores éticos fundamentales, asumidos como inspiradores de la convivencia», insistiendo en que «la paz es posible en Euskadi y que debe alcanzarse por los caminos de la no-violencia, del diálogo, de la negociación leal y del acuerdo consensuado».

Sus actitudes y exigencias pastorales y ético-políticas estuvieron siempre orientadas y guiadas para conseguir el diálogo y la resolución del conflicto desde actitudes y posturas que tienen, también hoy, especial significado y actualidad.

Sus análisis ético-políticos, sus juicios morales y propuestas de solución, formulados con un razonamiento profundo y lógica férrea, suscitaron reacciones, con frecuencia viscerales, en conocidos tertulianos y respuestas políticas agresivas desde círculos gubernamentales del Estado que no comprendían y menos aceptaban la intencionalidad pastoral y la razón ética de sus posiciones.

Temas como nacionalismo e Iglesia, Estado y pueblo vasco, nación y Estado, autodeterminación, territorialidad y, por supuesto, paz, negociación, normalización y, con especial insistencia, el dolor de todas las víctimas han sido referencias ineludibles de su orientación pastoral y reflexión teológica. También y de manera especial la cultura vasca y el euskara que debe ser visto –afirmaba– dentro de la diversidad cultural, «no solo como una riqueza cultural de la humanidad, sino también como un elemento que ha de ser debidamente valorado dentro de la configuración y elaboración del proyecto vasco».

En definitiva, su proyecto pacificador propuesto desde su magisterio episcopal ha sido pluridimensional y fiel con los derechos individuales y colectivos proponiendo y defendiendo una cultura de la paz y la paz para la cultura en Euskal Herria.

Acusado de ser un «obispo nacionalista» por unos o un «nacionalista obispo» por otros, Setién se distanció de ambas calificaciones, para sentar con claridad su posición mantenida desde su responsabilidad episcopal en su diócesis. Su objetivo ha sido siempre iluminar la conciencia ética de sus diocesanos con fines evangelizadores desde el amor, la verdad, la libertad y la justicia.

Consciente de su deber y del riesgo de sus intervenciones, mostró siempre la coherencia de sus enseñanzas y posiciones. Afirmó con claridad que «la existencia de ETA es un mal que debe desaparecer», y condenó sus atentados junto a la jerarquía vasca. Pero fue más allá analizando las implicaciones éticas de la «lucha contra ETA». Defendió que la sola desaparición de ETA no resuelve el problema vasco, como se está hoy comprobando. El conflicto del pueblo vasco con el Estado español continúa, pues, como afirmó Setién, sus razones son anteriores, más profundas y radican en la libertad. Aquí estaba uno de las razones más importantes que suscitaron graves acusaciones no solo contra el entonces obispo de San Sebastián, sino también contra determinadas intervenciones pastorales de los obispos de la Iglesia vasca de aquellos años: «El problema existía antes de ETA y continúa existiendo». Este convencimiento le llevó a plantear la correcta relación del Estado de derecho y de sus sucesivos gobiernos con los derechos colectivos de las naciones, con su derecho a decidir y a la plena autodeterminación que el Estado debe reconocer y respetar como «valores democráticos», resolviendo los conflictos derivados por vías también políticas de diálogo y acuerdo y no de «imposición violenta».

El dolor, la reparación, la reconciliación son dimensiones que Setién abordó siempre con profundo sentido ético, motivado en última instancia por el amor como fundamental mandamiento cristiano que lleva al perdón. Todas las víctimas deben ser objeto de la «compasión» de la Iglesia, aunque de diferente manera, matizaba. Siempre afirmó la presencia continua de la Iglesia junto a las víctimas de ETA, tanto por su cercanía a ellas, como por su condena de las actuaciones causantes de su dolor. Y denunció también el tratamiento de los presos de ETA y de sus familiares, «sufrimiento injustamente causado».

Su último objetivo desde un punto vista ético y cristiano era el perdón, la reconciliación y la solidaridad que lleven a superar odios y venganzas.

Plantear y consolidar la paz, como problema político fundamental, exige, afirmó Setién, la creación de un «nuevo marco jurídico-político normalizado». Insistió ya hace tiempo en la necesidad de un «proyecto global de sociedad, merecedor de un consenso social mayoritario y en el que se recojan los valores éticos fundamentales, asumidos como inspiradores de la convivencia». Todo ello para lograr que la esperanza se mantenga, no quede ahogada por poderes políticos y pueda asentarse en última instancia en el bien ético creador e impulsor de una «nueva cultura política», basada en «la centralidad del valor y de la dignidad de la persona humana».

Desde su incansable tesón por buscar soluciones, Setién, como obispo y pensador, desde su compromiso ético-cristiano, ha testimoniado con su magisterio y con su vida su honesta posición densamente trabajada en favor de Euskal Herria, de sus gentes, de la plural sociedad vasca, para superar las dolorosas experiencia de la violencia vividas a largo de su historia y lograr «la paz en la justicia».

On Jose Maria, eskerrik asko!

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