Luis Uhalde
Miembro de Banatu Taldea / Iniciativa Decrecentista por el Reparto de todos los Trabajos

El coronavirus y el reparto de todos los trabajos

No permitamos que sea la ley del más fuerte quien dicte cómo han de ser las cosas. El empleo que un nuevo modelo social demande, debe ser responsable, igualitario y solidariamente repartido entre todas las personas.

Hace poco más de dos años, el Observatorio de la Realidad Social de Navarra organizó una jornada sobre el Reparto del Trabajo (RDT), con el título de: "¿Un RDT para una sociedad post-crisis?", que criticamos alegando que en 2017 no podía hablarse de sociedad post-crisis. Decíamos: «La crisis ni es solo económica, ni ha pasado; es múltiple, apenas acaba de llegar y lo ha hecho para quedarse».

En este momento, sin que los colectivos que más padecieron la crisis económica de 2008 hayan salido de ella, otra crisis nos golpea de nuevo; esta vez en forma de pandemia por coronavirus. El drama sanitario que estamos viviendo, con el ánimo encogido al ver lo vulnerables que somos y los colapsos sanitarios de las zonas más afectadas, hace que nos volvamos a preguntar: ¿podemos llamar crisis a lo que está sucediendo o es solo una consecuencia más de nuestras erráticas decisiones políticas, sociales y personales? ¿Estamos siendo, como sociedad, coherentes con lo que sabemos que va a ocurrir más pronto que tarde; con lo que ya está ocurriendo?

Nos vemos abocados a improvisar una serie de medidas, sanitarias y económicas, que no hemos preparado ni previsto, porque no hemos priorizado lo que más importa, el bien común, prefiriendo mirar hacia otra parte en todos los temas que pusieran en cuestión nuestro modelo económico individual y colectivo. Y es que, ahora más que nunca, si miramos lo que ocurre con un poco de perspectiva, se hace evidente que vivimos en una sociedad que prioriza el crecimiento económico y privado a todo lo demás, y este modelo ha fracasado; no da respuestas a una sociedad y un planeta en crisis y, si no intervenimos de modo inmediato corrigiendo nuestros errores, nuestra inacción nos llevará al colapso.

Los sistemas de protección social, como ocurrió en 2008, se han mostrado insuficientes; en los lugares más afectados incluso se encuentran colapsados. La economía se ve abocada a una nueva recesión económica, una infinidad de empresas recurren a ERTEs (es bien llamativo que se hable de la eficiencia de la economía de libre mercado y que cuando vienen mal dadas sea el Estado quien salve al sistema), y las consecuencias para el conjunto de la población, que es quien paga al final  todo, sin duda, han de ser muy gravosas.

De nuevo, si miramos más allá de las consecuencias dramáticas de esta pandemia, vemos como expertos, científicos y académicos hacen un diagnóstico demoledor de la situación social, económica y ambiental en la que nos encontramos (cambio climático, agotamiento de los recursos naturales, creciente aumento de la desigualdad tanto a nivel global como regional, desempleo crónico, precariedad, migraciones...). Está en cuestión incluso la continuidad de la vida misma: el colapso.

¡No es crisis es capitalismo! Y dicho sea de paso: el causante del problema social que tenemos es el capitalismo, y un modelo social en el que, con no poca decisión, venimos participando. Por esto, necesitamos transformarlo todo: desde nuestros modelos de qué es público y qué dejamos en manos privadas, hasta nuestra forma de vida egocéntrica y consumista. Desde los modelos económicos fundamentados en el permanente crecimiento económico, (tenemos que plantearnos seriamente decrecer), a otros que prioricen la producción de «lo necesario» y el derecho de todas las personas a llevar vidas dignas, igualitarias y seguras. Desde una industria muy dependiente de energías fósiles y contaminantes, a otra basada en energías limpias y renovables, dentro de un sistema productivo de proximidad... Es mentira que lo privado sea garantía de eficiencia. Lo privado es solo garantía de beneficio privado.

El bien común ha de estar protegido y garantizado por lo público, por lo que es de todas las personas. Un concepto de bien común inclusivo y responsable, que asuma que somos los causantes de las crisis en las que viven personas menos favorecidas, así como de las de otros pueblos, y nos impulse a obrar en consecuencia.

Vivimos en un mundo en crisis permanente. Tenemos que tomar conciencia de que hay que cambiarlo todo o casi todo. El llamado «mercado de trabajo» debemos transformarlo de un modo profundo. No podemos considerar, como hace la economía de mercado, a la población desempleada como mano de obra de reserva. Debemos visibilizar los trabajos de cuidados, muy feminizados, y asumirlos sin distinción de género; y entender que trabajo es solo aquello que hay que hacer para que todas las vidas puedan ser vividas con dignidad, intentando escapar de la concepción económica que lo inunda todo, y que considera trabajo, solo aquello que produce beneficios económicos.

Habrá muchos empleos que tendrán que desaparecer. Otros nuevos, creados conforme a las demandas de esta sociedad en crisis que habitamos, deberán ser impulsados.

Es el momento de impulsar un cambio de modelo económico y social que ponga freno a un desarrollismo insensato y arrasador; de poner como finalidad de la economía la satisfacción de necesidades reales, no el incremento del gasto de lo superfluo en busca del beneficio privado; de caminar, en definitiva, hacia una sociedad más sensata, de cercanía e igualitaria. En este contexto adquiere vigencia el reparto del empleo y de todos los trabajos. Nada se ha hecho en esta dirección en Navarra en los últimos años, ni es de prever que los poderes económicos y políticos remen en esa dirección; tendríamos que ser el conjunto de hombres y mujeres quienes tomásemos esta responsabilidad. Si el sostenimiento de la vida exige unas cargas de trabajos productivos y de cuidados, es preciso que esas cargas se repartan; si, además, hemos hecho del empleo la fuente de los ingresos individuales necesarios y puerta de acceso a los derechos individuales y sociales, ninguna persona puede quedar excluida. Es necesario extender las experiencias de Reparto del Empleo retribuido y darle un nuevo impulso que posibilite la generación de automatismos sociales, que nos preparen, sea para los cambios necesarios en los sistemas productivos, sea para que tras la siguiente crisis nadie quede atrás
No permitamos que sea la ley del más fuerte quien dicte cómo han de ser las cosas. El empleo que un nuevo modelo social demande, debe ser responsable, igualitario y solidariamente repartido entre todas las personas.

El reparto de todos los trabajos no es una respuesta post-crisis, más bien es la respuesta que damos a una sociedad injusta sumergida en profundas y permanentes crisis, que necesita urgentemente un cambio en los modos de vida de un sistema fracasado.

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