Mikel Casado
Licenciado en Filosofía

El discurso de Rajoy

Rajoy está enojado. El resto de partidos políticos que no son parte de su forzado pacto con Ciudadanos no le dan su apoyo para investirlo presidente por cuatro años más.

Su enojo se dirige principalmente al PSOE, acusado por Rajoy de bloqueo, por intereses partidistas, a la gobernabilidad de España, al parecer, lo más importante y urgente que necesita su (¿amado?) país en este momento. Las condiciones de la gobernabilidad, el contenido o programa no es tan importante, lo importante –según él y su socio C's– es que haya gobierno. El Presidente en funciones argumenta engañosamente que, debido a la dificultad de formar alianzas para gobernar, por haber sido el suyo el partido más votado, los representantes del resto de los partidos políticos, que suman en total más de 15 millones, incluidos los de EH Bildu, deben darle a él, con un apoyo de 8 millones, la facultad de ser presidente y gobernar con mayoría absoluta. Analicemos esto un momento, que es interesante lo que se desprende de ello en dos sentidos.

En primer lugar, lo que en realidad proclama, sacándoselo de la manga, es la obligación moral del resto de partidos de facilitarle ser presidente. Y lo exige porque el derecho jurídico no lo tiene, a pesar de haberlo intentado con esa ley del partido más votado.

Sí, he incluido a EH Bildu como supuesto partido obligado moralmente a apoyarlo –según él cree- porque esa obligación moral de facilitar la gobernabilidad, si existiera, tal como él quiere hacer ver, no podría discriminarse o repartirse caprichosamente según gustos propios, sino que sería una obligación de todos los demás. Sin embargo, Rajoy discrimina a su gusto, y se lo exige sólo al PSOE porque no quiere exigírselo a los nacionalistas, simplemente porque no le interesa, no se atreve o le resulta escandaloso. Se lo exige al PSOE porque –según él– en Europa se llevan las grandes coaliciones y así se ve más cubierto al tener más cómplices de sus tropelías. Es decir, por obligación moral –la jurídica llegará cuando consiga pasar la ley de marras– la mayoría simple se convierte en mayoría absoluta. Fijémonos bien: el presidente del partido más corrupto desde la transición, el del rodillo de la mayoría absoluta, el que ha deteriorado considerablemente las condiciones de vida de miles de ciudadanos de su país, dice tener derecho moral a gobernar, de nuevo, con mayoría simple. Y tener derecho a algo significa que los demás tienen obligación de dejárselo hacer. Tiene bemoles este hombre.

No obstante, su corrupción y desprecio hacia los ciudadanos no es lo que realmente le deslegitima moralmente para exigir el apoyo de los demás, que también. Lo que ocurre es que esa obligación moral no existe, se la inventa. La obligación moral de todos los partidos, incluido el suyo, es la de buscar el bien común, unas condiciones dignas de existencia con el mínimo de desigualdad posible, algo que el Presidente desprecia e incumple.

En segundo lugar, esta consideración significa también que el Presidente desprecia la democracia en cuanto que no concibe el derecho del resto de los grupos a aliarse para gobernar con un programa común. Pongamos un ejemplo: de un grupo de diez veraneantes que deciden salir juntos de vacaciones, tres quieren ir a La Lanzada, Pontevedra, y de los otros 7 (ninguno de los cuales quiere ir al norte por nada del mundo, sino al sur) dos quieren ir al Cabo de Gata, otros dos a Almería, otros dos a Mojácar y uno a Almuñécar. Según Rajoy, todos deberían ir a La Lanzada porque 3 es más que siete tomados individualmente, aunque haya algo común en la voluntad de los otros siete: ir al sur. Qué sitio exactamente puede ser acordado. Pero para Rajoy eso no vale.

La mejor forma de ver las contradicciones, sinsentido o excentricidades de un discurso es ponerlo en forma dialógica, dirigido a una segunda persona. El discurso de Rajoy, explícito e implícito, teniendo en cuenta las medidas tomadas en su legislatura, los resultados de las mismas, su actitud y sus palabras, sería algo así:

«Yo, Mariano Rajoy, presidente de Gobierno desde 2011, que desde antes de ser elegido hasta ahora os he mentido los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos en materia de programa electoral, de responsabilidades de la crisis («habéis vivido por encima de vuestras posibilidades») de cifras económicas, de corrupción, de rescate; que he practicado el rodillo en el Congreso rechazando el diálogo con otras formaciones políticas; que os he rebajado un buen número de libertades civiles; que os he empobrecido a un demasiado grande número de vosotros (esos para cuyo bien estoy constante y arteramente diciendo que trabajo) para  enriquecer a otros mucho más ricos; que he permitido a las entidades bancarias a las que rescaté a vuestra costa que echaran a miles de vosotros de vuestras casas y aún lo hicierais con una deuda impagable sobre vuestras espaldas; que he empeorado vuestras posibilidades de vida, vuestra salud, vuestra educación, vuestras pensiones; que os he recortado hasta los lazos de los zapatos; que he substituido puestos de trabajo de ocho horas por puestos de cuatro horas pagados al precio de tres horas; que huyo de los medios de comunicación cuando me piden explicaciones por algún escándalo; que os he tratado con desprecio, displicencia y cinismo en intervenciones públicas, al mismo tiempo que os digo que el sacrificio al que os he sometido es por vuestro bien; que he declarado una amnistía fiscal para que los que no pagaban impuestos, los más favorecidos por mis políticas, no los tengan que pagar nunca; que os he endeudado a vosotros y a vuestros descendientes; que he hecho aumentar la desigualdad hasta ser el segundo país más desigual de Europa; os pido a todos los votantes y a vuestros representantes que me dejéis seguir gobernando para seguir practicando las mismas políticas, para seguir pidiendoos sacrificios por vuestro bien, porque, si son otros los que gobiernan, se producirá el caos y la perdición». Y se queda tan ancho.

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