Larraitz Ugarte
Abogada

El Gobierno de la resistencia

A las puertas de comprobar el resultado de las elecciones catalanas cuyas consecuencias, políticas tanto a su nivel como a nivel estatal son difíciles de prever, y el resultante de unas elecciones europeas que, o mucho cambian las cosas, o difícilmente levantarán pasiones, en las tres provincias de la CAV la atención se centra no tanto en lo que suceda en el pleno de composición del Parlamento Vasco previsto para el martes, sino en el transcurrir de las negociaciones de conformación del gobierno.

La realidad es que es una época propicia para negociar, porque los partidos que jugaron en campaña a que no se fiaban y la misma noche electoral ya hablaban de pacto tienen todo un mes y medio para conformar un programa de gobierno y repartir carteras.

Con respecto a lo primero, se hace difícil imaginar cómo dos programas electorales tan antagonistas puedan llegar a puntos de acuerdo, por lo que todo hace entrever que se tratará de unos cuantos folios de generalidades o lugares comunes en los que todas estamos de acuerdo, y que se incluirán varios anexos en los que se regulará la libertad de cada uno para desarrollar sus propios objetivos. Dicho de otro modo, nos encontraremos más ante un pacto de regulación de desacuerdos que ante un verdadero programa de gobierno. Un gobierno en el que sus socios destacan por su tolerancia hacia el otro en vez de por su ambición para, en colaboración con el otro, mejorar el país. Esto ya lo conocemos y lo llevamos viviendo en las dos últimas legislaturas en todas las instituciones principales de la CAV. Y hemos podido comprobar las consecuencias de ello. Las lealtades con respecto al proyecto se desvanecen frente a supuestas deslealtades hacia el partenaire.

Y hoy nos encontramos con un PNV que plantea que quiere acordar y alumbrar un nuevo estatus político junto con la segunda fuerza de este lado del país, pero que sin embargo, hace no tanto, permitió que un PSE con mucha menor fuerza pudiera vetar el acuerdo de bases y principios sobre los que redactar dicho estatus que se había alcanzado con una amplísima mayoría. Veremos si las reglas de juego de ese acuerdo programático permiten que el PNV se otorgue a sí mismo la libertad para pactar con EH Bildu aquellos acuerdos que nos permitan avanzar en clave de soberanía nacional, blindaje de nuestras cotas de autogobierno, conocimiento del euskara, protección de la cultura vasca o la vertebración territorial, o siquiera fórmulas de colaboración con el resto de las provincias vascas. O volverá a la tentación de pactar en el último minuto aquellas leyes e iniciativas institucionales con el PSE como lo hizo con la Ley de Educación. Pronto lo veremos.

El tiempo lo dirá, pero todo pinta a que este será el gobierno de la resistencia. Este gobierno está siendo diseñado para resistir, para aguantar que pase el chaparrón y a ver si todo vuelve a la normalidad. Sin mayores misterios, sin reflexiones profundas que permitan reconocer que en estas tres provincias las cosas han cambiado, que ya no son como antes y que, con todas las cautelas, es posible que ya no lo vuelvan a ser. Es un clásico de la política convencional no saber leer los tiempos que acompañan y adecuarse a ellos. Las resistencias suelen ser importantes por varios motivos: el primero, que el poder a lo largo de los años te impide imaginar otras realidades, dos, que, te crees mejor que los demás y tres, que hay muchos egos y bocas que alimentar. El alivio de la noche electoral no ayuda a la reflexión serena y, honestamente, creo que nos vamos a encontrar con unos dirigentes cuya tentación es pensar que nada va a cambiar. Una patada para adelante que no es buena para ellos, pero sobre todo no es buena para el país. Porque el país, les guste o no, ya ha cambiado, y la tolerancia y la resignación no son alimento suficiente para hacer perdurar un gobierno de escasa ambición.

Entiendo desde lo humano y lo político que, cuando tu adversario te está pisando los talones y te empata en escaños, tu tentación sea la de pensar y diseñar cómo puedes hacerlo insignificante para que la gente se olvide de él y vuelva a confiar en que tú eres la única opción. Pero es que esta estrategia ya la llevan usando en los últimos 8 años y no parece que funcione. Entonces, no ya por el bien común sino por el tuyo propio, quizá sea un buen momento para cambiar de táctica y repensar en el modo de hacer política. Hacen falta nuevas formas de colaboración, nuevas formas de toma de decisiones, más democráticas, que tomen en cuenta más sensibilidades, alcanzar síntesis cuando se pueda y cuando no, tratar con respeto las discrepancias.

Este gobierno, no obstante, tiene toda la pinta de que se ha planteado como el gobierno de la resistencia para los próximos cuatro años. Cuatro años son muchos, ya lo dijo Ortuzar, se nos harán largos a todos. Sí. Pero cuando uno no tiene especial ambición por obtener un gobierno y el otro está desesperado por no perderlo, es evidente que la perspectiva cambia y es más favorable a quien no tiene todas esas servidumbres. Estoy convencida de que la izquierda independentista estará a la altura del momento histórico y que adaptará sus objetivos y sus herramientas desde la responsabilidad en aras a que este país cambie a mejor. La cuestión es si esta primera reacción de gobierno de la resistencia optará por seguir resistiendo otros cuatro años, o hará esa necesaria reflexión interna aun a costa de intereses partidistas. El país lo agradecerá seguro.

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