Isidoro Berdié Bueno
Profesor en Ciencias de la Educación, Doctor en Historia y Doctor en Filología Inglesa

El Gurugú, bastión rifeño. 1 de octubre en Catalunya

Todas las elecciones en la comunidad de Catalunya, manzana de la discordia, para unos, y catarsis del sistema, para otros, han sido espoleta y prolongación de la antaño «rodríguez-zapatiesta». El dios Poder, que ciñe corona de diamantes, y de sus bolsillos caen monedas de oro, ha hecho tambalear las convicciones y el comportamiento de esos que afirmaban que la religión era el opio del pueblo, de quienes se definían como materialistas dialécticos.

Ante el inminente referéndum secesionista de 1 de octubre en Catalunya –la campaña ya iniciada, no se ha detenido por el atentado de las Ramblas–, los políticos cavan trincheras y subrepticiamente se arrojan acusaciones y bolardos. «No pasarán». Y Madrid, capital de la Corte, tiñe sus calles, plazas y balcones de rojo y gualda. El Rey godo Ataúlfo, junto a Pajoy,  declaran el estado de sitio, y en su tienda de campaña ondea izada la bandera para el combate. Se colocan coronas de rosas y guirnaldas sobre la tumba de Cascorro, y se agotan las navajas de Albacete. Neos «daoiz y velarde» gritan patrióticas consignas y proclamas por la prensa y por la radio.

El dios Jano bifronte, abre las puertas de su templo. Es síntoma evidente que se ha interrumpido la paz y comienza una contienda. Hay movimientos de tropas en la capital. Están acudiendo todos los alcaldes de Móstoles y alcaldables, concentración de caudillos con sus mesnadas políticas, y todos lucen rostros de parto. Se escuchan ecos en los reinos taifas limítrofes; el tema se internacionaliza cuando llega a los lares de Santiago «matamoros» y de Rosalía de Castro. Se encienden velas en el «Campus Stellae», antiguo campo de Marte.

También en la tierra de los layetanos se frota las manos un honorable «fenicio», que debería estar en la cárcel pero la CUP mira a otro lado, desde hace tiempo aspira a que Codorniú no tenga rival y a la herencia de su pariente por línea bastarda, Carlomagno, quien, desde la tremenda zurra que le propinaron los vascos en el paso de Roncesvalles, se olvidó de volver a por las alpargatas que perdió en la huida, que tenía tierras y parientes al sur de los Pirineos y de que la meta para su imperio era la línea del Ebro.

Bajo la bóveda cóncava del cielo de Madrid, rojos de la rosa, tordos y gaviotas, marxistas-leninistas y conservadores-liberales, andan a la greña con más virulencia que nunca; esto no es novedoso, pues funciona así desde que se implantara el sistema parlamentario burgués y cierto colectivo de obreros, olvidando sus raíces y filosofía de clase, basada en una moral estoica, fraguada en el trabajo, sobre el yunque del sacrificio y en la escuela del amor, de la comprensión y de la solidaridad, decidió dejar de ganarse el pan con el sudor de su frente y optó al botín del Estado entrando en la política. ¿Llegará la sangre al río? ¿Terminará en tragedia o, al igual que empieza, será todo una comedia?

Todas las elecciones en la comunidad de Catalunya, manzana de la discordia, para unos, y catarsis del sistema, para otros, han sido espoleta y prolongación de la antaño «rodríguez-zapatiesta». El dios Poder, que ciñe corona de diamantes, y de sus bolsillos caen monedas de oro, ha hecho tambalear las convicciones y el comportamiento de esos que afirmaban que la religión era el opio del pueblo, de quienes se definían como materialistas dialécticos. Hoy se han hecho los mejores feligreses de ese gran dios, y no tienen inconveniente, ni lo tuvieron nunca, en inmolarle en su templo la virtud, la decencia, la honradez y hasta sacrificios humanos, cuando se olvidan del pueblo, al que decían servir, de la base social a la que pertenecen y de donde partieron.

Hace mucho tiempo que algunos intelectuales y sindicalistas que no se venden lo venimos predicando, que no hay izquierdas ni derechas, rojos ni blancos, tan sólo hay personas honradas y no honradas, trabajadores y vagos. Pero la película es atractiva, tiene cinco estrellas y, en su día, estamos seguros de que se estrenará en «Cine de Barrio» (TV1). Los protagonistas son tránsfugas de la clase obrera, ahora travestidos de «señoritos», quienes ven que el traje y la corbata sientan mejor que el jubón o el mono de taller. Van con frecuencia a la peluquería, compran en boutique, usan esmalte para las uñas y manicura hasta en los pies. Se bañan en champagne rosado y en perfume, usan Chanel.

Su voz en el Parlamento hablando de la casta, a los auténticos trabajadores, les suena a falsete. En comidas, casi siempre de trabajo, flirtean con la lubina y piropean al caviar, y las monedas las coleccionan de treinta en treinta (Vid. Judas en la Biblia). La Banca, sus nuevos amigos (¡con cuentas corrientes de mil millones de pesetas!) les provee de Visas Oro, y tienen los mismos gustos, objetivos y pretensiones que los «gaviotos» .

Nosotros, hoy, ni somos ni vemos alternativa –en su día llegará–, y a los gobiernos de España y Catalunya, tan sólo les pedimos progreso material y moral tangibles para la población.

Somos la voz de la conciencia, por ello, no sabemos si se nos sigue o se nos persigue, si están ya, unos, recitando jaculatorias o afilando hoces y blandiendo martillos, otros. No somos nihilistas, ni destructivos, ni moramos en el reino del Caos. Por el contrario, somos constructivos, un bálsamo que cura las heridas de la sociedad, y definimos a la anarquía como la más bella expresión del orden. También estamos en contra de todo terrorismo, incluido el de Estado. Asumimos la libertad que proclama el liberalismo, pero le añadimos orden, armonía y justicia (Platón). Quien así piense y actúe, por favor, llámenos correligionarios.

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