Mikel Arizaleta
Traductor

El informe Pisa se pasea por las aulas

«La evaluación internacional PISA ha puesto en evidencia que Euskadi ha retrocedido en los resultados de ciencias y comprensión de lectura desde 2010, y ya está por debajo de la media de la OCDE y de la media española, cuando su inversión por alumno es históricamente superior.»

Comento con mi amigo berlinés, Harald Martenstein, y me cuenta que:

Chavales, que han asistido a clase en Berlín, al final de su curriculum escolar a menudo no saben calcular. Y con el fracaso en matemáticas la Universidad les va a resultar asunto imposible en determinadas materias y, posiblemente, profesionalmente no les vaya mejor. Repetidamente se han rebajado las exigencias en las pruebas para obviar el problema. Así en el examen final en Berlín, correspondiente  al décimo curso, se preguntaba: ¿Cuál es el número mayor que se puede formar con los números 2, 3 y 6? La respuesta es 632. El portavoz sobre la política de enseñanza del Partido de Izquierdas loó el examen por su “nítida formulación”. Pues ni aun así, los alumnos no saben calcular.

Ahora se piensa otra cosa. Se ha constatado que la mayoría de los profesores de primaria jamás estudiaron matemáticas en su formación. En Berlín es posible impartir clases en primaria y secundaria sobre materias de las que no se tiene ni idea, es lo que se denomina «profesores de afecto», profesores a los que les apetece impartir cierta asignatura de la que son meros aficionados, no profesionales. Un profesor de este tipo, que diera clase de inglés, podría decir: «No conozco el inglés, pero me gusta escuchar a lady Gaga. ¿Canta en inglés no?»

Para solucionar el problema a estos profesores amateurs se les calificó como profesores competentes, que suena mejor, pero que siguen siendo conscientes de que con ello no se solventaba el problema. Por eso quienes ahora estudian para maestros deben iniciarse en matemáticas e, incluso, aprobar exámenes escritos. En la Universidad Libre de Berlín suspendió un 36% el primer examen. Y en el segundo, para obviar el problema y  aunque se retiró el ejercicio más difícil, suspendió el 43%. El problema parece ser que sus profesores de matemáticas fueron aficionados y no profesionales. Pescadilla que se muerde la cola.

Los estudiantes se quejan de que se les pide lo imposible. Una estudiante, que suspendió las dos veces, escribió a un periódico «que se le pedían pruebas, se le exigía demostración en  una cuestión matemática.» Y que ella no tenía ni idea qué significaba tal cosa: ¿pruebas, demostraciones en un asunto matemático. Prueba es algo propio del derecho, contra el acusado hablan las pruebas. Otra estudiante se quejaba de que la instrucción, la clase, no había sido lo suficientemente «respetuosa». ¿Para qué aprender una cosa así? Respeto es la base de todo

En el periódico se citaba a «especialistas», que no querían que aparecieran sus nombres. Un examen berlinés de acceso a la Universidad carece de «base para una carrera universitaria», al menos no para matemáticas o sociología. Un bachiller berlinés en una fiesta de cumpleaños, a la vista del número de velas sobre una tarta, puede estimar más o menos la edad del chaval en cuestión. Si ve una tarta con 6 velas, otra con 3 y otra con 632 sabe quién es el homenajeado mayor, pero no le preguntéis que demuestre por qué. Ya la mera pregunta sería una falta de respeto.

Lo que digo no me invento, ni tampoco es una sátira, sino tan solo una crónica de la sociedad alemana. Por supuesto, también existe solución para los estudiantes para maestros. En la Universidad Libre de Berlín el examen de matemáticas tiene tres convocatorias. Los que suspenden dos veces tienen la posibilidad de un tercer examen oral, que tiene fama de ser muy benevolente. De todas formas aquellos pocos, que ni aun así aprueban, pueden dedicarse a la filosofía.

Buscar