Jakue Rodriguez
Exconcejal de la izquierda abertzale en el Ayuntamiento de Sopuerta

El lobby reaccionario está vigilante

Sopuerta Kontzejua, centro geográfico de Enkarterriak, municipio receptor de migrantes a raíz de la actividad minera, ergo cuna de luchas obreras. En febrero se ve sacudido por una mala gestión institucional de las consecuencias del sistema neoliberal que deshumaniza a las personas, y comienza a escribirse uno de los episodios más vergonzosos de su historia reciente.

El Ayuntamiento informa que Diputación tiene prevista la apertura de un centro de acogida para menores no acompañados. A partir de ahí se activan los engranajes de incitación al delito de odio y comienza la construcción del relato y pensamiento único: No al centro de menores. Y esa frase no es una vindicación inocente pues esconde la negación explícita de derechos fundamentales a personas menores vulnerables es decir, el discurso populista de la extrema derecha respecto a la migración cala muy hondo en la clase trabajadora aburguesada del municipio, que apela a una unidad superior donde su sociedad deseable es desigualitaria y jerárquica, de ahí su acomodo «democrático» al sistema, introduciendo en él nuevas élites, la nueva sangre plebeya fascista y se autoperciben como la representación verdadera y defensora del pueblo.

Su idea-fuerza es la de un pueblo idealizado dotado de sabiduría innata que no puede desarrollarse, porque quien gobierna el Ayuntamiento le ha abandonado, e invocan al pueblo sano contra la institución municipal: no nos protegen, nos han traicionado, el perjuicio para nuestro pueblo es enorme, nuestra lucha es salvar al pueblo de esta salvajada que nos imponen, «esto es un golpe de Estado» y confrontan el pueblo legal y el pueblo real, del que procede la protesta, que bebe del populismo xenófobo.

Entramos, pues, en el campo identitario, con doble movimiento de oposición del nosotros por ellos, pero no con la idea del reconocimiento y hacer posible la interacción de una sociedad inclusiva, pues claramente se decantan por el cierre del campo identitario; el binomio nosotros/ellos se sustituye por otro muy distinto: el de amigo/enemigo donde adoptan la reacción etnocéntrica de hostilidad y de manera colectiva se mueven entre la destructividad, el cinismo y se creen amenazados por alguna minoría diferente; es el pilar que sustenta la creación de la figura del enemigo; alguien al que se debe destruir una vez identificado para que no me destruya él a mí y esto responde a una concepción satanizada de la ideología política, en términos del bien y del mal. Todo cuanto es violento y peligroso para los nuestros, se lo atribuye a la víctima potencial, los otros.

No somos racistas, pero... «En este pueblo no hay nada para ellos; tienen problemas de adaptación, consumo de tóxicos y uso de la violencia; son potenciales violadores; preferimos que vengan noruegos». Por lo tanto, «el Ayuntamiento tiene que proteger al pueblo, porque la gente tiene miedo y no hay comisaría de policía». Es decir, este «lobby» postfascista reclama ley y orden y expresa su rechazo a los menores, indeseables, trasladando odio al invasor exterior extracomunitario, porque la migración= criminalidad. Hace falta mucha pedagogía antifascista para construir una sociedad inclusiva, democrática y del bien común frente al auge del fascismo y la xenofobia.

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