Iñaki Urdanibia

El metro donostiarra, un despropósito

La lógica imperante, la marcada por el PNV y contagiada al PSOE, es la propia de interpretar del desarrollo dependiendo de los kilómetros cuadrados construidos (o destruidos, según se mire), las toneladas y quintales métricos empleados, el cemento, el hormigón...

San Sebastián / Donostia es una ciudad de dimensiones limitadas, al menos en su núcleo urbano, no diré de juguete, pero vamos... Tan, y tal, es así que se puede atravesar de una esquina a otra, de lo que es el núcleo urbano, a pie sin mayores problemas. Se ha de añadir que está realmente cabalmente comunicada con las líneas de autobuses en funcionamiento. Cualquiera que conozca la ciudad sabe que la distancia que el trazado previsto, de dicho Metro recorre unas distancias realmente pequeñas: de la parada del Topo / Vascongados de Amara / Easo a la playa de la Concha se puede hacer a pie en menos de diez minutos, desde el Antiguo a dicha playa, el paseo no es mucho más largo sino hasta menor dependiendo de la zona de la playa a la que uno vaya. Eso sí, la propaganda del metro dice que tales distancias se podrán cubrir una velocidad de impresión. ¡Ah! Puede añadirse que si se piensa en los turistas, estos obviamente preferirán un trayecto de superficie –siempre está el recurso al tren txu-txu– para contemplar el marco incomparable que un viaje subterráneo.

Pues bien, hace ya unos años en un acto de necio donostiarrismo Ernesto Gascó, a la sazón concejal del PSOE, se empeñó en que había de ampliarse la vía del Topo, cambiándole el nombre por el de Metro, y hacerle atravesar el centro de la ciudad de lado a lado. Si Bilbao lo tiene, no vamos a ser menos... pues nada a vender, el Metro como necesidad estratégica para que la gente disfrute de unos medios de transportes modernos, acordes con el siglo XXI. Al principio, el PNV se mostró disconforme con tal iniciativa, mas pasado cierto tiempo se apuntó a la alocada empresa, eso sí, denominándola Topo para colar mejor la enorme infraestructura; es más cuando al alcalde de Donostia se le ha solido solicitar que frene la obra o al menos que se pronuncie en contra... la salida siempre ha sido la de decir que no entraba dentro de sus prerrogativas ya que la iniciativa era superior al municipio, pertenecía al Gobierno Vasco.

El despropósito inicial, que supone ahuecar la ciudad, lo que conlleva molestias sin par a los ciudadanos en lo que hace a movilidad, a los comerciantes que ven cerrado u obstaculizado el acceso a sus locales, a la seguridad de ciertas zonas de la ciudad (temblores en las viviendas, polvaredas sin cuento, ruidos sin par, en algunos lugares hasta de noche...), amén del daño que va a suponer, indudablemente, a los trabajadores de la compañía municipal de autobuses, ya que el aumento de medios de transporte duplicados, va a ir en perjuicio de dicho medio de transporte y, en consecuencia, la sobra de empleados (conductores, administrativos, etc.) de dicha veterana compañía. Todo se justifica con un pío ¡Perdonen las molestias... son por su bien! Copla que más parece ocultar para quién es el bien, ya que común no parece que sea. Aun sonando a panfleto, todo parece indicar a aquello de a más hormigón más comisión... política muy propia de los del batzoki y también de los de la casa del pueblo, convertidas ambas sedes en oficinas de empleo.

Por si todo lo anterior fuera poco, hay otra importante dimensión a tener en cuenta: el despilfarro económico. El presupuesto de la obra inicial al paso que va no sería extraño que llegara a duplicarse –no exagero–, y el que sea aficionado a los números, podrá comprobar que a lo largo de la obra, debido a imprevistos, cálculos imprecisos de los terrenos a perforar –a pesar de los sesudos estudios de los sesudos expertos–, hundimientos que hayan provocado el parar ciertos tramos de las obras, amén de algunos graves accidentes sufridos por los trabajadores dedicados a esta tarea... ¡y lo que te rondaré!

Pues bien, ante tales percances y sorpresas (sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas que cantaba el otro), Iñaki Arriola jauna siempre, desde hace tiempo, en la cresta de la ola (de mierda, recuérdese el derrumbe del vertedero de Zaldibar) dice que si los gastos previstos aumentan cantidad, eso entra dentro de lo normal en obras de semejante envergadura, a su coro se une la inefable desarrollista Arantxa Tapia andre que ante los recientes derrumbes sostiene que es normal en obras como la que tienen en marcha que surjan imprevistos. El primero no cabe duda de que con tantos años de servicio político, desde la alcaldía de Eibar, en 1993, hasta hoy, está preparándose una jubilación de oro o, tal vez, esté soñando en una reconversión (o una puerta giratoria) que le situe al frente de una empresa de Infraestructuras SP (léase Personal, no público) ¡Bote! (Por cierto, leo que el director de ETS (Euskal Trenbide Sarea), don Emilio Martínez de Cabredo, nombrado por Iñaki Arriola (ya anteriormente otros socialistas habían jugado a trenes, por ejemplo el ínclito Gasco), había sido gerente de Amenabar, una de las empresas a las que se adjudicó el tramo entre Lugaritz y Miracontxa, habiendo sido anteriormente presidente de URA, Agencia Vasca del Agua, además de haber tenido estrechas relaciones con el propietario de Verter Recycling de Zaldibar, don Ignacio Barinaga... todo queda entre amigos, en casa).

Si se suele emplear coloquialmente la expresión vender la moto, estos paladines del desarrollo, la velocidad y la movilidad sostenible (así venden el Metro, el TAV, y lo que sea menester) , estos venden/ imponen el Metro que según los planes iniciales vendrían a costar 200 millones de euros, al que, de momento, habrían de sumarse según las noticias del Diario Vasco –nada proclive a criticar el proyecto– de mediados del mes pasado, el sobrecoste superaba ya los veinte millones... no es aventurado suponer que para cuando está prevista la finalización del vaciado, 2024, los costes habrán ascendido de manera exponencial... baste con hacer una regla de tres (tras los últimos socavones los propios ejecutores del trazado llegan a prever un aumento en los costes de más de un 70%).

Por su parte, Eneko Goia, ilustra alcalde de la villa, cuando surge algún problema adopta el tono consolador, de no cunda el pánico ya que todo está bajo control, y... cada vez que lo hace se abre otro boquete, otro socabrón (que diga socavón).

La lógica imperante, la marcada por el PNV y contagiada al PSOE, es la propia de interpretar del desarrollo dependiendo de los kilómetros cuadrados construidos (o destruidos, según se mire), las toneladas y quintales métricos empleados, el cemento, el hormigón... eso sí, siempre con la panoplia de que los proyectos propuestos son imprescindibles, inaplazables, estratégicos, etc., como lo fueron, en su momento la Central nuclear de Lemoiz (tan necesaria que si no se construía, tendríamos que andar con velas, según en perspicaz y profético jesuita que a la sazón encabezada el partido fundado por Sabino Arana Goiri), más tarde el superpuerto de Pasaia... ahora el TAV (tal como van las cosas en lo referente a las conexiones, convertido en Tren Al Vacío)... siempre a lo grande, manera de pensar, y actuar, confirmada por las declaraciones de la señora Tapia que ante las críticas sobre los 66 proyectos tractores (brrrrrrrr) presentados a Europa para obtener fondos por están centrados en el TAV y temas a dicha construcción vinculados, y en sus indudables beneficiarios: los empresarios (vendido todo ello como necesario para la transición ecológica, energética y ambiental), responde desairada que no se está tratando de reivindicaciones de pancarta sino que se trata de temas serios (los ya mentados, o el muro del puerto de Bilbao para impedir que los inmigrantes se cuelen en los barcos para buscar otros destinos, o seguramente del comercio de armas que de tal puerto parten...). En fin, todos estos asuntos son cosa de listos, de mucho dinero, de mucha obra, de millones... de los que el populacho no entienden; ellos sí.

Ante semejante panorama la única postura sensata es, la que es juzgada por los del batzoki y monaguillos como insensata, la que defienden EH Bildu, Elkarrekin Podemos, LAB (ELA también se ha posicionado claramente en contra de la construcción) y Satorralaia: paralización de las obras ya.

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