Egoi Irisarri Alzueta
Miembro del movimiento popular

El miedo va a cambiar de bando

Efectivamente, esa idea con la que encabezo el artículo lleva tiempo rondándome. Y no, esta vez no es porque escuche algún grupo con letras incendiarias, y que tienen una canción con el mismo título. Reflexiono, pienso. ¿Cómo lograr que ese miedo cambie de bando? Después de, incluso los días de resaca, darle vueltas al coco, he llegado a una lógica conclusión, una perogrullada como diría alguno: el miedo va a cambiar de bando cuando nosotras perdamos el nuestro. ¡Joder! Dirá alguna, a nacido el nuevo Aristóteles.

Desde luego, es fácil decirlo e incluso pensarlo, pero hacerlo… es ahí donde encontramos el ¿problema? Ayer domingo detuvieron a Xapo, los mismos que lo hicieron hace 5 años, y cerca del lugar donde lo detuvieron aquella vez. No quería ir a la cárcel, sabe lo que es eso como tantas hijas de este pueblo, y eligió otro camino. Mientras, Luis sigue escondido, dos meses ya, desobedeciendo día si y día también.
¿Hasta cuando les vamos a dejar que se los sigan llevando? Es ahí donde entra el factor miedo. Ellos lo usan para intentar mantener a la gente inmóvil, pero de vez en cuando, y de manera más común en este pueblo que en otros muchos lugares, alguien como Xapo o Luis pierde ese miedo. Se les escapan de las manos como quien quiere atrapar el viento. Es en ese momento cuando ellos empiezan a tenerlo. Miedo, que jodida sensación. Escalofrió debajo de ese uniforme verde, casco azul o traje de Armani. ¿Su reacción? La sobradamente conocida: represión, intentar tapar su miedo con miedo. Desde luego, su ecuación es tan sencilla como la nuestra, pero cambia un factor, nosotras estamos dejando de tenerlo. Como dicen el lema del Herri Harresi de Iruñerria, elkartasunetik konpromisora, de la solidaridad al compromiso, de limitarnos a hacer malas hostias cuando pasa algo como lo de ayer, a empezar a trabajar para que no vuelva a pasar.
Cada una de nosotras somos ese granito de arena necesario, esa gota de agua que ayudara a  colmar el vaso. Habrá quien se atreva a sentarse en el suelo ante aquellos que nos quieren hacer desaparecer, y habrá quien no se atreva; pero que ayudara poniendo pancartas, dando charlas e incluso surtiendo a la gente de comida y bebida. Y como las hormigas, todas necesarias, en un trabajo en cadena que demostrara que el miedo se va disolviendo por el compromiso de todas. Decía José de San Martin que al enemigo siempre se lo ve grande, si se lo mira de rodillas, y ciertamente comparto esta reflexión, y es algo con lo que debemos romper. Creo sinceramente, que no se limita a la postura corporal al decir lo que dice, ya que todas sabemos que en algún momento nos tocara mirar al enemigo desde el suelo sentadas, o de alguna otra manera. Pero en ese momento algo importante habrá cambiado, habremos perdido el miedo, ese factor que utilizan para posicionarse arriba mientras nos aplastan abajo desaparecerá.
Cada una de nosotras tenemos que implicarnos, como tantas otras antes, en ese trabajo diario por este pueblo, perdiendo el miedo, haciendo lo que sabemos y nos gusta. Porque si algo nos diferencia de ellos, es que son de mentalidad gris, y uniforme variado, y nosotras sin embargo, somos cientos de miles de colores y formas diferentes, cada una poniendo nuestro granito de arena en esto.
Y es que considero que ese es el quid de la cuestión: que por poco que sea, todo lo que aportamos es necesario y valioso, pero que tenemos que empezar a aportar ese poco, todas, sin excepción. Porque el cuerpo te lo pide aunque el miedo, hasta ahora, no te haya dejado. Recordad la sencilla ecuación, su miedo es la falta de nuestro, sin miedo, aportando, el propio miedo cambia de bando.
Y llegados a ese punto, en el momento que aportemos nuestra pequeña gota, además de empezar a perder el miedo, nos recorrerá una gran sensación de satisfacción y alegría, aunque las cosas no vayan como queremos, estaremos orgullosas de eso poco que hemos sabido dar, el escalofrió esta vez será de otro tipo. Tanto el nuestro, como el de los otros.
Guiadas por ese escalofrió cientos de miles de personas de este pequeño pueblo han dado muchas veces lo mejor que tenían, es hora de que todas conozcamos ese escalofrió, que en lugar de paralizar, anime y empuje a trabajar. De la solidaridad al compromiso, del ‘no va conmigo’ al ‘también me afecta a mi’.
Me gustaría terminar, mandando un fuerte abrazo a aquellas personas que conocen esa sensación, pero que hoy por hoy se encuentran fuera de casa, como dice la canción: batzuk mila kilometrora, bihotzetik gertu alegia. Y en esta ocasión de manera especial a Xapo y Luis. Luis, allí donde estés animo eta eutsi; y tu Xapo, que ya sabemos a dónde te han llevado, nos vemos más pronto que tarde en Barañain, para jugar a frontenis como lo hacíamos en Aranju. Zuek zarete herri honek duen onena! Eutsi guztiok eta aurrera! Ekin lanari!

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