Paul Bilbao Sarria
Secretario general de Kontseilua

El poder de una pluma

Estos días me ronda por la cabeza un número: el treinta. Y bautizaré ese tres como el número de la discordia. En efecto, hace treinta años que dividieron Nafarroa en tres. Hace treinta años que se escribió la Ley del Vascuence.

Hace treinta años que se construyó el muro que apisona los derechos lingüísticos de los y las navarras. Treinta años desde que las autoridades, haciéndose valer del poder que les otorga la ciudadanía, construyeron sin ningún tapujo el muro que diferencia ciudadanos y ciudadanas de primera y de segunda.

Hace treinta años de la Ley del Vascuence, esa ley que se escribió y aprobó con plumas mordaces. Plumas de tinta negra que tatuaron a los y las navarras, reconociendo sus derechos lingüísticos según su lugar de residencia. Y digo tatuaron porque lo escrito con aquellas plumas mordaces afecta y etiqueta a los y las navarras.

Cuando hablamos de una lengua, bajo ningún concepto hablamos de caprichos o de elementos folclóricos. Hablamos, ni más ni menos, de derechos fundamentales de la ciudadanía. Y dicho eso, reconozco que se me ponen los pelos como escarpias al pensar en el poder que puede llegar a tener una pluma mordaz y de tinta negra: el poder de tachar los derechos de la ciudadanía hasta rasgar el papel.

Como si no fuera suficiente con la propia Ley del Vascuence, el Gobierno la manchó de tinta aún más negra el año 2000. No era suficiente con dividir ciudadanos y ciudadanas de primera y de segunda, se trataba de hacer desaparecer a los y las euskaldunes.

En pleno siglo XXI, cuando estamos hablando de convivencia, cohesión o justicia, cuando tenemos en mente otra Nafarroa, ha llegado el momento de terminar con esta injusticia. Si queremos construir una nueva Nafarroa, debemos acabar con esta injusticia.

Nafarroa puede presumir de plumas prodigiosas, plumas prodigiosas que han escrito en euskara. La ciudadanía ha llenado miles de cuadernos en euskera en las ikastolas, en las escuelas, en los euskaltegis, etc. En las decenas de medios de comunicación que han nacido gracias a la iniciativa social escriben sus líneas con plumas de colores. Muchos y muchas recordaréis, allá por el año 2000, aquellas 50.000 firmas que solicitaban una nueva Ley del Euskera, una nueva ley para la convivencia.

En efecto, hace mucho tiempo que dejamos los complejos de lado, ha llegado la hora de pedir lo que nos corresponde. Poder hablar en euskera con la administración no es un capricho, es un derecho. Y para que eso sea así debemos pedir y tomar medidas.

El pasado jueves, el mismo día del 30 aniversario de la Ley del Vascuence, realizamos (sin nada que celebrar) un acto conmemorativo en el Palacio del Condestable de Iruñea; acto en el que entregamos a la presidenta del Parlamento, a la señora Ainhoa Aznarez, la pluma para escribir la nueva Ley del Euskera. La pluma para escribir una nueva ley para un futuro mejor, más justo. Sí para escribir, para que los papeles en blanco no se los lleve el viento.

Ahora toca actuar con valentía, fuerza y responsabilidad. Ha llegado la hora. Dejemos de hablar y hablémonos.

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