Josu Iraeta
Escritor

El riesgo de la asimilación

Todo el espectro político, tanto vasco como español, coinciden y conjugan sin estridencia alguna, tres herramientas, exhibiendo con ellas una evidente impostura política que define y expresa implícitamente, la armonía y complementariedad de sus proyectos políticos.

Cuando el calor aprieta, soy de los que buscan en la soledad del monte el aire limpio y fresco. Es allí donde arropado por el silencio, protegido en la sombra del bosque, confortado en la confiada mirada de mi perro, hacen que pueda recorrer con la mente, el largo camino que aún queda para combatir la locura interesada de los que nada toleran por su torpe ceguera política.

El contraste que se percibe es enorme. Cierto que estamos en época vacacional, pero todas las semanas mueren personas en su actividad laboral, y el calendario continúa, no para.

Veo perfectamente que aumentan de forma increíble aquellos a quienes la sociedad no considera productivos, ni con derecho a una digna calidad de vida, y me sitúo frente a esa otra «mayoría minoritaria» que propone reducir el número de comensales en la mesa de la humanidad, ante el temor de que se vaya a racionar el derroche de gozos y privilegios, que destrozan día a día.

Este es sin duda el «escenario de certeza» que para sí y los suyos reclaman, una y otra vez, desde el mundo empresarial.

Desgraciadamente, no sólo es un fiel reflejo del presente, también lo es del futuro que estamos construyendo, aunque –a pesar de su importancia– de hecho, no es más que parte de la realidad actual.

Una actualidad que en mi opinión viene diseñada de lejos, tan lejos que algunos pretenden se olvide para evitar concomitancias con el pasado. Un pasado que –en contra de lo que algunos manifiestan– debe ser consultado, examinado y contrastado con el presente.

Con esa intención quiero atraer un pasado que fue decisorio, para intentar mostrar con claridad, que lo que venimos en denominar «escenario actual», tanto o más que el fruto de la lucha y el trabajo, es la adecuación planificada del pasado.

Hay una frase que ha pasado a la historia, pronunciada por Francisco Franco Bahamonde, aquello de: «Todo está atado y bien atado» –previsión certera sin duda–, pero hay otra frase menos conocida y que tengo especial interés en su difusión. El dictador Franco, al enterarse de que el almirante Carrero Blanco había «fallecido», dijo: «No hay mal que por bien no venga».

Sinceramente, no sé si esta frase y su reflexión ayudarán a entender la dura realidad, pero en lo que no hay duda, es que el pasado nos acerca al «escenario actual» de manera clara y evidente. Para ello basta analizar y contrastar los mensajes con los que unos y otros fijan sus posiciones en el día de hoy.

Todo el espectro político, tanto vasco como español, coinciden y conjugan sin estridencia alguna, tres herramientas, exhibiendo con ellas una evidente impostura política que define y expresa implícitamente, la armonía y complementariedad de sus proyectos políticos.

El campo de intervención lo marca el hecho de haber legislado a favor del ejercicio continuado de presión y acoso –contrario a derecho ya que supera toda barrera democrática– con el único objetivo de asfixiar a la izquierda abertzale, tanto policial, como jurídica y políticamente.

La aplicación de la citada legislación en el tiempo ha mostrado dos versiones; centralista y estatal la una, periférica y autonómica la otra. Nada ha cambiado.

PP y sus escisiones: «No se puede poner precio a la igualdad entre los españoles».

PSOE: «No admitiremos un precio político a cambio de la paz».

PNV: «No negociaremos con EH Bildu, si no hay una pública y explícita condena del daño causado por la actividad terrorista de ETA».

Con estos tres mensajes y una vez superadas las primeras contradicciones en la aplicación, muestran su sintonía y dependencia para con la citada legislación, y no sólo porque defiende su posición en el marco actual, también porque les garantiza como agentes válidos para volver a negociar el futuro a medio plazo.

Si a los primeros; PP y sus escisiones, que conforman la expresión más conservadora del nacionalismo español, respondemos que nosotros no buscamos ser españoles diferentes, sino que lo que exigimos es el ejercitar el derecho a decidir si queremos o no, serlo.

A los segundos; PSOE, que configuran una confluencia de intereses macro político-económicos, con los que no sin dificultades han conseguido, refrigerar sus fantasmas aún recientes –donde antes guardaban su vestuario peletero– recordar y denunciar, que su mensaje refleja la apuesta por mantener el enfrentamiento, a cambio de perpetuar la herencia del dictador Franco, manteniendo la negativa a ejercitar un derecho democrático como la libre determinación, erigiéndose en lo que José A. Primo de Rivera denominaba el «espinazo de España».

Respecto a los terceros y últimos; PNV, plasmar aquello que no ven los que no quieren ver. El PNV ha sido y es un pilar necesario durante los últimos cuarenta años en el diseño y mantenimiento del actual proyecto de Estado español. Su mensaje actual es el complemento ideal del PSOE.

En mi opinión, nunca conseguiremos atraer ni convencer a la dirección del PNV para desarrollar siquiera el prólogo del extinto Plan Ibarretxe. Y aunque es evidente que la presión ejercida por la comprensión e implantación de nuestro proyecto, ha motivado planteamientos de aproximación –en el discurso más que en la praxis política–, la historia demuestra con tozudez que, con la correlación de fuerzas actual, no es posible.

El éxito no estriba en la habilidad, ni siquiera en la formación y conocimiento de quienes circunstancialmente componen la dirección de un proyecto. Es la fuerza, el apoyo de quienes comparten el proyecto, quien decide el resultado final. He ahí la prioridad en el trabajo.

Porque es cierto que dominamos el «modus operandi» establecido por el sistema, pero este es un ejercicio que nos puede conducir a transmitir «asimilación» al relevo generacional. Y eso conduce al final del camino.

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