Daniel Montañez Pico
Profesor

Eurovisión, Palestina y la hipocresía colonial

Es por ello que son tan molestas para el Estado de Israel las pocas personas judías que viven en el territorio y a la vez que profesan el respeto al judaísmo como religión están en contra del colonialismo del Estado israelí en Palestina. Contra estas personas no tienen más argumentos que el del enemigo interno, razón por la cual llegan a estar muy amenazadas.

Parecía casi calculado, Israel pasó en cuestión de días del triunfo de Eurovisión a la masacre de casi un centenar de personas en la frontera de Gaza. La prensa y las redes sociales pronto hicieron eco de esta conexión y pronto se encontró un selfie de Netta –ganadora del certamen con la canción "No soy tu juguete" que critica el bullying y el machismo– ataviada con el uniforme de la marina en su servicio militar obligatorio. El meme estaba cantado: "no soy tu juguete, pero los palestinos sí son el nuestro". Y las últimas imágenes de Netta siendo recibida y felicitada por su triunfo por el presidente Netanyahu –máximo responsable de la masacre– y bailando juntos la canción con su carismático cacareo imitando a una gallina mientras los hospitales de Gaza no dan abasto para atender a más de 3.000 heridos y heridas, no ha hecho más que consolidar el lamentable chiste.

Pero sostendremos en esta ocasión una opinión contraria al meme: la canción no es hipócrita. Ciertamente habla sobre el bullying y sobre el machismo y, sea o no buena como canción, pone su granito de arena en la importante lucha contra estos dos problemas sociales. Tampoco es hipócrita su bailecito con el presidente, están muy contentos de que su país haya ganado el certamen y de paso se refuerzan acciones contra la discriminación en la agenda política, y eso está muy bien. Definitivamente el meme se equivoca: no hay absolutamente ninguna hipocresía en esta historia. Y ese es justo el verdadero y más importante problema de la cuestión.

Israel es un estado colonial heredero de una colonia británica. Gran Bretaña, de modo muy similar a como hizo el estado español con el Sahara, al ver conflictos en el territorio se retiró y dejó el país a merced del sionismo. Este movimiento, que arrancó a finales del siglo XIX, colonizó el país con el apoyo de Estados Unidos, quienes vieron con buenos ojos geopolíticos imperialistas formar una gran base militar en mitad de Oriente Medio, región en la que tenían intereses petrolíferos. Unido a ello, la masacre de judíos en la Segunda Guerra Mundial fue el detonante para la creación del estado de Israel, dado que la mayoría de naciones concluyeron que era lo menos que se merecían después de aquel genocidio. De esta forma, el sionismo dejó de verse como sinónimo de colonialismo y se naturalizó como mito del nuevo Estado.

La palabra mito no la usamos en vano. Un mito es aquella explicación irracional que no se discute y produce unión social. En Israel el colonialismo no se pone en tela de juicio y su función como amalgama social es apabullante. Con pocas y honrosas excepciones, la mayoría de la población acepta esta cuestión como algo completamente natural. Voy a mencionar sólo dos consecuencias de este fenómeno. En primer lugar, la naturalización de la guerra. Para la mayoría de jóvenes israelíes ir al servicio militar obligatorio –la tzabá– es una de las cosas que más orgullo les puede producir a ellos y sus familias. Recién terminado el bachillerato y cumplida la mayoría de edad se embarcan en una aventura que dura entre dos y tres años que incluye entrenamiento, camaradería, emociones fuertes, experiencia en combate real, etc. Después de ello, debido a la fuerte presión psicológica de esta etapa, es una moda entre ellos salir por un tiempo prolongado de viaje como una forma de resarcimiento. Quienes hayan viajado de mochileros por el mundo sabrán enseguida de qué hablo, ya que es muy habitual encontrar jóvenes israelíes recién salidos de la tzabá en los lugares más exóticos de la tierra viviendo variadas aventuras y desfogando después de una intensa etapa de violencia. En segundo lugar, las contradicciones ideológicas. Dado que el colonialismo es un mito es posible encontrar posturas de izquierdas y antiimperialistas en la región. Esto produce la posibilidad de que existan cosas como el «sionismo de izquierdas» cuya imagen más clara la podemos encontrar en los kibbutz, que son experimentos de vida comunitaria y socialista en medio del desierto, muchas veces en zonas con alta intensidad de violencia funcionando como vanguardias del colonialismo.

Créanme, todo esto lo comparto por experiencia propia. Mi familia paterna es judía y vive en Israel. Mis abuelos emigraron con sus hijos durante la dictadura uruguaya en los años 70 al país. La mayoría hablan castellano y hebreo y han desarrollado en ese país su vida. Uno de los pocos que no se quedó definitivamente en el país fue mi padre, quien terminó en Madrid donde se instaló y conoció a mi madre. En varias ocasiones viajé al país durante los años 90 y principios del nuevo milenio a visitar a mi familia y, quitando la sensación de excesiva seguridad en el espacio público que pronto se naturaliza, era un lugar de lo más normal. Es más, es muy cool. La comida es increíble, el ocio también, hay unas discotecas impresionantes, la naturaleza es extraordinaria y en arte contemporáneo y muchas más cosas están a la vanguardia mundial. En casa de mis abuelos escuchaba discusiones políticas. Mis abuelos eran de izquierda. Mi abuelo ni siquiera era judío y era artista, pintor, y me contaba historias, muy tiernas pero de dudosa credibilidad, sobre que había conocido al Che y a Fidel Castro en su visita a Montevideo o que había dado asilo secreto en su garaje por unos meses a David Alfaro Siqueiros, historias con las que soñé y sigo soñando hasta estos días. Mi abuela fue trabajadora social, estuvo en las juventudes comunistas del Uruguay y continúo en Israel su intensa vocación social. Pocas, casi ninguna vez, se hablaba de Palestina, y si se hacía se cambiaba el tono, ya no se hablaba de utopías o con humor, se estaba hablando de la guerra, de niños muertos por un ataque bomba en el barrio, de la necesidad de contraatacar o de intensificar la actividad de los colonos, etc. En definitiva, eran dos mundos diferentes, por un lado estaba el mundo de la vida y por el otro lado el mundo de la guerra, y cada cual respondía a distintas circunstancias y tenía razonamientos diferentes, hasta opuestos.

Es por esta razón que es posible que Netta sea una verdadera activista antibullying y feminista. También podría ser vegana, animalista, anarquista, okupa, comunista, trotskista, socialista, lo que quieran, y mantener la postura colonial frente a Palestina. No hay ninguna hipocresía en este gesto. Además, tienen respuesta para cualquier razonamiento opuesto al suyo. Si escuchan argumentos como el que aquí exponemos generalmente piensan que: A) no saben de lo que hablan porque no viven aquí; y B) seguramente son antisemitas. Es por ello que son tan molestas para el Estado de Israel las pocas personas judías que viven en el territorio y a la vez que profesan el respeto al judaísmo como religión están en contra del colonialismo del Estado israelí en Palestina. Contra estas personas no tienen más argumentos que el del enemigo interno, razón por la cual llegan a estar muy amenazadas. Ante esta situación a quienes vemos todo desde fuera no nos queda más que apoyarles, además de contribuir en lo que podamos al empoderamiento de la autonomía Palestina y la presión a nuestros gobiernos para condenar internacionalmente con contundencia el colonialismo del estado de Israel y el imperialismo estadounidense a través suyo.

Terminaremos con una breve reflexión. Fue justamente una judía alemana, Hannah Arendt, exiliada a Estados Unidos por el auge del nazismo, quien propuso la tesis de la "banalidad del mal". Ella aplicó el concepto a uno de los oficiales nazis, Adolf Eichmann, que legitimó la ejecución de las peores órdenes del holocausto arguyendo que obedecía órdenes. Para esta excelente filósofa el oficial no mentía, ya que el más grande de los males sólo puede hacerse cuando lo que se hace se convierte en algo natural o banal. Cuando vean a Netta haciendo el gesto de la gallina con Netanyahu o su foto vestida de militar mientras hacía la tzavá no piensen en hipocresía, piensen más bien en su orgullo y el de su familia por estar ahí sirviendo a su estado, piensen en el verdadero problema: la banalidad del mal.

 

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