Txema García, periodista
Escritor y miembro de Guggengeim Urdaibai Stop

Euskadi: ¿a relaxing cup of café con leche?

Nos han hormigonado esta parte del país y ahora toca pavimentarlo de turistas por tierra, mar y aire. Ese es el plan. El PNV ha descubierto que el cambio climático va a condicionar los flujos de visitantes en las próximas décadas (algo que ya está sucediendo) y se está apresurando en hacer de Euskadi una extensión norteña del litoral mediterráneo.

La idea es clara: convertir la costa vasca y algunos puntos del interior en espacios turísticos masivos («zonas de sacrificio») en el que se den cita, a modo de red atrapalotodo, turismo de ciudad (ferias y congresos), de tercera edad y familiar, náutico-marítimo (yates y cruceros), de aventura y Naturaleza (cicloturismo, senderismo, surf...)... todo ello en el marco de una infraestructura cada vez más densa de hoteles, agroturismos, apartamentos, viviendas turísticas... donde el paisaje, la cultura, la gastronomía y una climatología suave y un sinfín de alicientes más convertidos en los ganchos principales para visitar Euskadi.

Todo esto ya está en marcha de forma cada vez menos encubierta, en desarrollo permanente, sin haber puesto encima de la mesa qué es lo que se pretende en su conjunto, con qué orientación, y con qué medidas concretas se van a combatir los «efectos indeseados» que ya comienzan a aparecer por aquí y que tanto daño están causando a lo largo y ancho del planeta.

Los programas electorales lo aguantan todo. Suelen ser papel mojado. El del PNV, el partido gobernante, está lleno de palabras y conceptos bien sonantes: turismo responsable, sostenible, de calidad, eficiente, con Código Ético, bla, bla, bla... Sin embargo, la realidad es bien distinta.

Sin un modelo definido de país, con una economía cada vez más orientada hacia el sector servicios y altamente dependiente de fuentes energéticas y alimentación, en la que la industria ha ido perdiendo peso de forma acelerada (en 1986 suponía el 45% del PIB vasco y ahora apenas llega al 20%, tras haber perdido 12.500 empleos solo en los últimos 4 años); y con un sector primario (agricultura, pesca, ganadería, minería...) en proceso de paulatina desaparición, todo apunta a un futuro problemático para los sectores más vulnerables en Euskadi.

Para que se entienda mejor. Somos una sociedad envejecida, en la que la juventud se enfrenta a muchas dificultades para encontrar un trabajo digno y, no digamos una vivienda, donde muchas y muchos tienen que ir a buscarse la vida al extranjero; con un sector público que registra privatizaciones encubiertas, falta de planificación y una alta tasa de temporalidad, sobre todo en Sanidad y Educación... Y ahora, en el marco de todo esto el Gobierno del PNV parece haber encontrado su propia «gallina de los huevos de oro» en el desarrollo acelerado del turismo.

El desembarco a modo de avanzadilla y, cada vez a mayor escala, ya ha comenzado por las grandes ciudades y sus centros urbanos (Bilbao y Donosti, ante todo), así como en numerosos pueblos costeros: Hondarribi, Zarautz, Zumaia, Bermeo, Mundaka, Lekeitio... y no digamos espacios como

San Juan de Gaztelugatxe, canibalizado ya por masas turísticas hambrientas de paisajes exóticos.

Los efectos de esta política de «dejar hacer» comienzan ya a visualizarse: congestión de turistas en zonas concretas, aumentos de precios que luego repercuten en la población local, empleo temporal y precario en la hostelería, monocultivo comercial del souvenir, subida del precio de la vivienda, incremento de la contaminación y daños al medio ambiente, uso desaforado de recursos limitados como el agua, desplazamiento de la población original por otra de mayor poder adquisitivo, así como aumento del número de pisos en alquiler a precios prohibitivos.

Con el actual modelo de sociedad que solo busca rendimientos económicos sea como sea, no hay ningún interés en controlar la llegada de turistas. No interesa. Al revés, pueden venir en cantidades ilimitadas, cuantos más mejor, con los consiguientes perjuicios y desequilibrios para el territorio y las poblaciones locales.

Ya en la Memoria del año 2023 de Basquetour (Agencia Vasca de Turismo) se puede apreciar una pequeña muestra de lo que se avecina. En su página 7 y con un lenguaje rimbombante, habla de extender la metodología de «Destino Turístico Inteligente» (DTI) y darles su acreditación a seis nuevos destinos: Bidasoa, Bilbao, Debagoiena, Getxo, Valles Alaveses y Urdaibai-Busturialdea. Pero esto no se queda aquí porque también aspiran a ello Enkarterrialdea, Tolosaldea, Llanada Alavesa, Debabarrena y Portugalete, que se sumarán a los ya existentes de Donostia/San Sebastián, Vitoria-Gasteiz, Goierri, Rioja Alavesa y Uribe. Es decir, prácticamente todo el territorio de Euskadi.

Algunos datos sacados del mismo Basquetour: en el año 2023 nos visitaron 4. 594. 838 turistas, un 8% más que el año anterior, y de los cuales nada menos que un 65% procedían de tan solo tres países (Alemania, Estados Unidos y Reino Unido). Es decir, el ratio de turista por habitante ya es mayor en Euskadi que en el conjunto del Estado español, donde con una población de 48 millones llegaron 85 millones de turistas, mientras a Euskadi (con 2,2 millones de habitantes), vinieron el pasado año los casi 4, 6 millones citados antes.

Mientras numerosos destinos turísticos del mundo (tanto ciudades, como países y lugares singulares) han comenzado a tomar medidas para restringir, disuadir o prohibir la invasión de más turistas, aquí, el Gobierno Vasco parece no haber aprendido nada de todas estas experiencias nefastas. Y todo indica que el próximo gobierno encabezado por Imanol Pradales acentuará su tendencia de «barra libre al turismo masivo y depredador».

Pero sigamos con algunos datos que ayudan a ver la verdadera dimensión de lo que nos espera en Euskadi. El puerto de Bilbao ha recibido esta última temporada 80 cruceros (hace 4 años fueron 50) y casi 150.000 pasajeros. El presidente de la Autoridad Portuaria de Bilbao, Ricardo Barkala, expresó su convicción de que se trata de «una excelente temporada crucerista» que supone, por segundo año consecutivo, «un récord en cuanto a número de escalas y pasajeros».

Bilbao es la ciudad elegida por la mayoría de los viajeros (alrededor de un 60%), seguida por Donostia (algo más de un 30%) y después Vitoria-Gasteiz (que no llega al 10%). Es un hecho constatado por los habitantes de nuestras dos principales ciudades: sus centros urbanos, no solo en época estival, se encuentran plagados de turistas procedentes de muchos lugares del mundo, y ya se están produciendo fenómenos de gentrificación que hace pocos años parecían impensables que pudieran llegar a nuestra tierra.

El reto ahora para el PNV es ampliar el territorio a turistizar, ya no solo en la costa y en las grandes ciudades, sino en el interior, todo ello dirigido a conseguir que las pernoctaciones sean cada vez más duraderas y, ante todo, a la desestacionalización. Ya lo apuntaba hace pocos meses Daniel Solana, director de Basquetour: «Queremos crecer pero con el objetivo de descongestionar ciudades como Donostia o Bilbao». Es decir, los principales objetivos de Basquetour son extenderlo a todo el año y a todo el territorio.

Es una auténtica falacia decir, como señala Daniel Solana, director de Basquetour, que la apuesta del Gobierno Vasco es en favor de un turismo «sostenible, con valores éticos y responsable». «Turismo» y «sostenible» es, de entrada, un oxímoron, una contradicción en sí misma. ¿O es que el Gobierno de esta parte del país ha descubierto la pólvora para acabar con el turismo masivo? ¿Cuáles son las medidas en concreto que garantizan la ética y la responsabilidad tanto de los previsibles turistas que nos visiten como de las autoridades que nos gobiernan? ¿Cómo se establecen los límites de un crecimiento cada vez más desmesurado en la llegada de turistas?

Adornar con frases rimbombantes programas, estrategias y acciones que, en realidad, no suponen nada, es otra de las prácticas habituales que nos brinda este gobierno. ¿Dónde está la ética y la responsabilidad con lo ocurrido en San Juan de Gaztelugatxe y en los centros urbanos de Donostia y Bilbao, ya saturados de turistas? ¿Dónde está la ética y la responsabilidad queriendo convertir la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, la única de Euskadi, en un Museo al servicio exclusivamente de interés foráneos, después de haber dejado abandonada esta comarca durante décadas?

Así como una casa no se puede empezar a construir por el tejado, tampoco una estrategia con respecto al turismo se puede dejar al albur de lo que ocurra, ni mucho menos copiar de experiencias ni modelos ya trasnochados. Vivimos en una sociedad acelerada y desajustada, que requiere de equilibrios, de políticas públicas al servicio exclusivamente de la ciudadanía y no de improvisaciones ni de ocurrencias para tapar la incapacidad de un gobierno sin rumbo.

Así que se necesita parar máquinas, estudiar bien lo que ocurre en otros muchos lugares, establecer una estrategia consensuada con la sociedad, anticiparse a los efectos indeseados del turismo invasivo y no hacer políticas al estilo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que equipara la libertad individual con dejar que sea el mercado el que regule la sociedad, o de la otrora alcaldesa de Madrid, Ana Botella, con su «a relaxing cup of café con leche».

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