Mikel Arginarena Otamendi
Licenciado en Filosofía

Falsos doctores en historia

Creo que el expárroco de Lemoa ha sido ingenuo. Resulta que Iñaki Arteta, ya conocido por sus filmes, cuenta con él para una entrevista en su película y ha accedido a ello sin calcular hasta qué punto puede manipularse lo que él diga.

Durante algunas jornadas ha estado en el candelero el tema del expárroco de Lemoa. Y algunos han aprovechado la ocasión para hacer su relato. No soy historiador pero por mi biografía he coincidido en edad de uso de razón con el inicio y el fin de la actividad de ETA. Me permito unas reflexiones acerca del tema del expárroco sobre todo porque lo que yo he leído en la prensa dominante de Bizkaia caben algunas matizaciones. Ha habido bastantes artículos referentes al tema, todos ellos del mismo color pero citaré como más lamentable uno firmado hace unos días en "El Correo" por un catedrático de Historia de la UPV.

He escuchado varias veces la grabación hecha al párroco de Lemoa y pueden sacarse conclusiones contradictorias. Primero, me parece un abuso colocar sus palabras en un contexto de pastoral. Está claro que es una entrevista a pie de calle a un ciudadano que tiene derecho a interpretar las cosas como él considera conveniente.

Pero hay otro aspecto de la entrevista que quiero resaltar: en sus respuestas más que su dar su propia opinión se intuye que responde con que «algunos dicen que… y yo no lo tengo muy claro». Concretamente ante la pregunta de qué pensaba sobre el caso en que dos guardias civiles murieron en un atentado de ETA en Lemoa. Queda en un terreno ambiguo, sin manifestar hasta qué punto es su pensamiento. Le pregunta el periodista: «cómo se veía…». Responde sin dejar terminar la pregunta: «Qué quieres que te diga. Si te pones en un bando, por decir de alguna forma, oirás ‘merecido lo tenía’, pero por otra parte dices ‘pero nadie se merece que a alguien se le mate así, llegar hasta eso…’». Nuestro catedrático tergiversa radicalmente lo que se dice en la grabación. En su artículo interpreta así las palabras del expárroco: «este hombre con responsabilidades espirituales sentía alguna alegría cuando se enteraba del asesinato de guardias civiles en su localidad».

En esa respuesta que es clave en la entrevista no hay base suficiente para decir cuál es su opinión. Ello explicaría lo que manifiesta en su arrepentimiento: que no responden las cosas que se le atribuyen con lo que él piensa.

Los enredadores aquí se han encontrado con una oportunidad que no han desaprovechado. En el mencionado artículo se erige en juez nuestro historiador:«Sus palabras revelan planteamientos inadmisibles desde el punto de vista humano, democrático y ético». Un catedrático de Historia de la UPV debería ser menos dogmático a la hora de hablar de los hechos.

Asimismo, en otro momento pone en boca del expárroco las palabras de «no fue terrorismo sino «respuesta a una represión que se estaba sufriendo». Esto es «justificarlo». Nuestro catedrático sabe que la palabra terrorismo cada uno la utiliza a demanda y nunca contra sus propias acciones u omisiones. Y también sabe que es verdad lo que dice el expárroco: ETA en sus inicios no comenzó con armas. Y actuaban contra una represión que no sólo se sufría en Euskal Herria sino también en España. Es más: La actividad de ETA en sus inicios tuvo el apoyo de muchos intelectuales europeos.

Nuestro catedrático sale a responder a una pregunta que sobrevuela al tema: Señor doctor en Historia, después de su más radical condena a instituciones religiosas y civiles y ciudadanía, que no sólo no condenaron a ETA sino que le dieron aire, se olvida usted, como repartidor de carnet de comportamiento ético, de toda la violencia que se desarrolló en Euskal Herria desde gobiernos, cuerpos armados, jueces, funcionarios de prisiones… Se olvida de gravísimos hechos que terminaron en muerte y tuvieron lugar en delegaciones del Gobierno Central. Su respuesta es una antología del cinismo: «El Estado de Derecho, además, repudió, persiguió y desmanteló la violencia parapolicial». Con esas palabras despacha un capítulo que él no quiere enfrentar y que es ahora mismo el escollo mayor para que la otra parte no se doblegue ante el requerimiento que se le hace de condenar las acciones de ETA.

Piensa que hemos olvidado lo que hemos visto con nuestros propios ojos. Es una respuesta negacionista de una realidad brutal que dejó más de 400 muertos, miles de casos de tortura –algunos mortales–, jueces que sistemáticamente rehuyeron tomar medidas eficaces y un silencio social todavía más grande que el silencio ante la violencia de ETA que el catedrático denuncia como exigencia ética. No vale entrar a comparar las dos violencias, no serviría para nada. Pero no cabe olvidar que los violentos de una parte lo han pagado con miles de años de cárcel, en condiciones más parecidas a la venganza que a su reinserción, con un castigo añadido a sus familiares que han hecho millones de kilómetros para visitarlos. Y entre los otros, aunque el catedrático diga que se los persiguió, sólo hubo unos pocos casos que llegaron a los tribunales y las pocas condenas que fueron dadas terminaron en pocos meses en indulto. Lo que sí hemos visto son personajes brutales que han sido condecorados y ascendidos.

Señor catedrádico, todo esto consta en papeles, mucho ha salido en prensa y todavía mucho más está recogido en libros dedicados al tema. Debería caérsele la cara de vergüenza a un catedrático de Historia escribir semejantes afirmaciones para la ciudadanía que tiene derecho a saber la verdad. Ese comportamiento es propio de un mercenario.

Para terminar, añadir que los obispos han cedido a la tamborrada que se han montado alrededor del caso y han sacrificado un peón para salvar al rey. La historia se repite una vez más.

Creo que el expárroco de Lemoa ha sido ingenuo. Resulta que Iñaki Arteta, ya conocido por sus filmes, cuenta con él para una entrevista en su película y ha accedido a ello sin calcular hasta qué punto puede manipularse lo que él diga.

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