Iñigo Muerza Erroz

Fátima

Coincidí por primera vez con Fátima Andreo en el año 2013 durante alguna de las asambleas que Cambio/Aldaketa celebraba en el barrio pamplonés de La Rochapea.

Cambio/Aldaketa, antecedente del actual Parlamento Social de Navarra, era un espacio de encuentro de todo tipo de personas, procedentes principalmente de los movimientos sociales, sindicatos y partidos de la izquierda navarra, que se puso a trabajar en los estertores del último gobierno de Yolanda Barcina en favor de un cambio político y social en nuestra tierra, cuando este no era más que una ilusión vaga en algunas cabezas privilegiadas.

A partir de entonces la he ido reconociendo en un sinfín de actos reivindicativos, concentraciones y manifestaciones que reclamaban el cambio, viéndola apoyar numerosas causas sociales con el compromiso y la humildad que sólo puedes encontrar en la lucha desde la calle.

Finalmente acabé encontrándomela en asambleas de círculos de Podemos, antes y después de ser elegida parlamentaria, en una organización en la que pocos cargos públicos o internos se dejan ver en dichos espacios una vez obtienen sus puestos.

Y pese a todo esto, o tal vez por todo ello, el nombre de Fátima siempre ha estado rodeado de un runrún sectario —alimentado desde partes del que hasta ahora era su partido— que ponía constantemente en cuestión su trabajo y su figura.

Con este ruido de fondo, y a petición de la Secretaría General de Podemos Navarra, en junio de 2015 me tocó trabajar con Fátima Andreo durante las negociaciones de la Mesa de Economía para el acuerdo programático del actual Gobierno de Navarra. No pude aportar mucho porque, en nuestras reuniones y en las de la mesa, me encontré con una futura parlamentaria seria y rigurosa que llegaba con los documentos trabajados, con las propuestas elaboradas y con una excelente capacidad para defenderlas ante los representantes de las otras tres fuerzas, muy curtidos en estas lides. Fátima realizó un magnífico trabajo, en el que habría que valorar de manera muy especial el hecho de que tuvo que llevarlo a cabo teniendo muy pocas referencias que le sirvieran de guía, ya que por aquel entonces Podemos no disponía todavía de programa económico alguno.

Poco tiempo después, el máximo responsable económico de Podemos, Nacho Álvarez, la felicitó durante una visita que realizó a Pamplona por la gran coincidencia que estaba habiendo entre el trabajo realizado en Navarra y el que se estaba llevando a cabo desde la Secretaría Económica de Podemos a nivel estatal a pesar de que prácticamente no había habido contactos.

De poco sirvieron las felicitaciones. En los últimos tiempos Fátima Andreo ha sufrido un verdadero calvario viendo cómo se utilizaba al Consejo Ciudadano de Navarra para anular su labor, cómo se ahogaba su voz dentro del grupo parlamentario, cómo se dinamitaba su equipo de trabajo o cómo se tomaban decisiones de su competencia sin tenerla en cuenta y sin consenso alguno en el partido.

Muchas personas veíamos lo que pasaba y no hemos podido, o sabido, hacer nada hasta que ya ha sido demasiado tarde. Debemos tomar nota de lo sucedido y tratar de corregir malas praxis pero, sobre todo, debemos agradecer a Fátima su esfuerzo y su dedicación, aprender de su honestidad y esperar que volvamos a encontrarnos en el camino.

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