José Félix Azurmendi
Periodista

Florence

Echaba en falta Itxaro Borda, al hacerse eco del reciente fallecimiento de Florence Delay, que su "Etxemendi" no estuviera traducido al euskara. Honradamente, por más que fuera galardonada con el François Mauriac, no me parece que sea la mejor obra de Florence, una escritora que se ha hecho acreedora a los mayores reconocimientos que los franceses saben otorgar a los suyos. Todo eso lo encontrarán en la Wikipedia. Lo que no encontrarán son las circunstancias que propiciaron la novela que Gallimard publicó en 1990 con esa portada sobria y elegante que tan bien la manejan. Me envió la autora un ejemplar, dedicado en su letra resumida y enrevesada: «pour José Félix, qui s’y retrouvera p.182 et suivantes... avec l'amitié fidéle de Florence. Biarritz 16 août 90». ¿A santo de qué se le había ocurrido novelar a esa parisina exquisita, la Juana de Arco de Bresson, al ingeniero Etxemendi, habitante de un país que «no se encuentra ni al Este ni al Oeste, compuesto por siete provincias de las que tres están en Francia, al Norte, y cuatro en España, al Sur»?: «un pueblo cuya causa es tan oscura como su lengua», según dice la contraportada.

Debió ser en la primavera de 1988. Aquellas Gestoras Pro-Amnistia que tenían a Juan Mari Olano como cabeza más visible se disponían a hacer un esfuerzo muy especial para dar a conocer la situación de los presos políticos vascos. Organizaron unas jornadas en Donostia a las que invitaron a personalidades nada habituales, de renombre. Sabían de mi relación con aquella afamada escritora amiga de José Bergamín. Sabían de una cena que habíamos tenido Luis C. Núñez y yo en casa de Zizi Urtizberea, con ella y la hermana de Lionel Jospin. Me pidieron que le invitara a las jornadas. Subí a París con una joven abogada de Irun que, como otros y otras irunesas se había educado en Iparralde, quedamos citados con Florence en el Jardín de Luxembourg, cerca de donde vivía, y aceptó la invitación. De aquella experiencia, de aquellas vivencias nació "Etxemendi". Los escritores de raza no desaprovechan las ocasiones. En él nos incluyó, haciendo de algunos de nosotros personajes del relato. A Florence, que venía con frecuencia a su vivienda del Faro de Biarritz, la pasión por lo español se le había despertado tempranamente, pero lo vasco se había hecho esperar y le llegó, paradójicamente, a través de Bergamín.

Tampoco la estrecha relación entre el poeta y la escritora encontrarán en la Wikipedia. Dejó escrito Florence en "Mon Espagne Or et Ciel" (abril 2008) que en el otoño de 1962, en vísperas de que Bergamín tuviera que exiliarse de nuevo por haber encabezado la famosa lista a favor de los mineros asturianos, le conoció, y le fue leal hasta el final y más tarde. Cuando Bergamín murió en Donostia, que no en «Fuenterrabia» (en Hondarribia es donde está enterrado), como dicen algunas biografías más o menos malévolas, Florence me dio la oportunidad de recordar la última etapa de la vida del maestro en un escrito ("José Bergamin. Mourir en Euskadi, question de style") que tradujo al francés primorosamente y lo incluyó junto a lo más granado de escritores españoles en una publicación del Centre Georges Pompidou. Florence Delay siguió visitándonos cada vez que de la mano de Xabier Sánchez Erauskin se le conmemoraba, se le honraba, en Donostia y Hondarribia.

Me veía Florence como un hombre de la frontera y así me lo hizo saber en la dedicatoria de otro libro suyo. Yo le recuerdo a ella como una distinguidísima parisina que la extrema derecha francesa trató vanamente de captar en Madrid en el otoño de 1962 para hacer de ella su bandera, como lo cuenta en "Mon Espagne Or et Ciel", al mismo tiempo que conocía definitivamente a Bergamín. Jean-René Etchegaray ha dicho de esta «bayonesa» que encarnaba el arte de la alegría, la elegancia del verbo y, sobre todo, la convivence. Me parece acertado. Y me parece que Itxaro Borda tiene razón: Etxemendi se debería traducir al euskara. Voy a leerlo de nuevo, tal vez lo aprecie más que recién parido.

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