Larraitz Ugarte
Abogada

Frente a la incertidumbre, seguridad

Playa, vermut los domingos y elecciones en julio mientras no sabemos si nuestros jóvenes van a poder retornar a las aulas en septiembre no es una manera de anticiparse a las hipótesis que están encima de la mesa

Vivimos una época que jamás previmos la mayoría de nosotras ni cuando las noticias nos decían que el bicho se estaba acercando. Pasado el primer shock, y a pesar del trajín del día a día rodeada de deberes escolares que nadie sabe muy bien cómo hacer, en el intento de seguir trabajando de manera no presencial sabiendo que las mismas horas no dan la misma cuenta de resultados, en medio de la incertidumbre sanitaria por los datos de muertes, plazas de UCI, camas hospitalarias, altas o índices R0... una se saca su ratito para pensar todo lo que ve alrededor y francamente, acojona. Acojona porque hay más interrogantes que respuestas sobre nuestro futuro más inmediato.

Cuando una se encuentra en medio de tanta interrogante lo único que desea es que alguien le dé seguridad. Esa seguridad está unida en este caso a la figura de autoridad que es quien adopta las medidas de protección e informativas necesarias. Es decir, una necesita que la autoridad le de esa protección tan ansiada en momentos de incertidumbre, que se le informe de manera clara y hasta donde se pueda de qué es lo que realmente está pasando.

La gestión comunicativa de la crisis, especialmente por parte de Madrid, está siendo nefasta. Hora te dice que puedes salir con tus hijas a las dos y correr a las tres como luego el ansiado boletín dominical te chafa todas las ilusiones hechas durante la semana. Esta mala gestión, en modo expectativa versus realidad, es excusable hasta un punto porque la virología y epidemiología no son ciencias exactas y es difícil prever lo que puede pasar. Esto lo puede entender la gente, que a pesar de que nos tratan como si fuéramos unos malhechores imprudentes, somos en su mayoría ciudadanas que hemos demostrado gran responsabilidad y obediencia a la autoridad digno de estudios sociológicos futuros.

Nadie puede saber y por tanto informar a ciencia cierta qué es lo que se avecina en el ámbito sanitario. Pero existen hipótesis de trabajo basados en informes de reputados científicos, que a menudo son contradictorios. Unos dicen que puede haber un rebrote en julio o agosto, otros que quizá en octubre, más virulento que el actual. Pero todos ellos insisten en que el riesgo está ahí. Si la falta de certezas se puede entender, e incluso se puede perdonar esta primera gestión improvisada de la pandemia, que la autoridad competente no se anticipe a una mala evolución o a un rebrote y no adopte las precauciones necesarias es algo mucho más difícil de comprender.

En estas, un lehendakari deseoso de volver a la nueva normalidad y fiándolo todo a «virgencita virgencita no pasará nada, contentaré a toda la gente que quiere darse un chapuzón en la playa y si luego esto va mal la culpa de todo la tiene Yoko Ono (en referencia a Pedro Sánchez y su Gobierno)», además de haber hecho un cálculo arriesgado, ha demostrado una irresponsabilidad política mayúscula. Playa, vermut los domingos y elecciones en julio mientras no sabemos si nuestros jóvenes van a poder retornar a las aulas en septiembre no es una manera de anticiparse a las hipótesis que están encima de la mesa. Gobernar para decir lo que la gente está ansiosa por oír en vez de hacerlo desde la responsabilidad, aunque haya que dar malas noticias, muestra la falla existente ante la seguridad que necesitamos por parte de la autoridad pública. Esto acojona y mucho.

Si la inseguridad es flagrante en el ámbito de la evolución de la pandemia, no lo es menos la incertidumbre económica que se avecina. Cierre de comercios y empresas, aumento de tasas de desempleo y empeoramiento de las condiciones salariales de muchos trabajadores, riesgo para sectores industriales fuertes de este país, caída de la recaudación pública... En definitiva es previsible un empeoramiento notable en nuestras vidas. Va a haber muchas más necesidades y menos recursos para afrontarlas. Mientras, algunos mantendrán sus beneficios e incluso los verán aumentados. Nos dicen las autoridades que de esta saldremos todos juntos pero yo no he visto ninguna propuesta por parte del gobierno autonómico ni gobiernos forales para que esto sea así.

Más bien al contrario, he visto cómo se han apresurado algunas instituciones a reducir el pago de los beneficios empresariales y he visto a la banca y a grandes empresas explicar el aumento en sus beneficios o anunciando el reparto de dividendos y a las instituciones callarse ante semejante despropósito. Portugal, sin ir más lejos, ya ha dicho que la banca no va a poder disfrutar de beneficios en el 2020 y 2021. ¿Por qué aquí no oímos ninguna propuesta que se asemeje por parte del Sr. Urkullu?

Es necesaria una anticipación de escenarios y un plan de contingencia urgente, además de desarrollar políticas a medio y largo plazo para aprovechar las lecturas extraídas de esta pandemia en aras a construir otro tipo de sociedad. Porque no se puede volver a lo de antes sino concebir algo nuevo, para que todas podamos tomarnos ese vermut o ir a la playa, seguir con nuestros estudios y trabajos, cuidando a los nuestros y siendo cuidados. Esto exige un gobierno responsable, que no ceda a la presión de unos pocos y por contra les exija corresponsabilidad. Un gobierno que se anticipa y prepara para los peores escenarios, actúa con responsabilidad, que reorganice los recursos públicos, encuentre nuevos ingresos y establezca prioridades de gasto hará que la ciudadanía espere más tranquila en su casa a la vuelta a la vida que todas tanto ansiamos.

Buscar