Simón Martínez
Licenciado Universidad de Lovaina

¿Hacia una sociedad autogestionada?

Paradójicamente es el comunismo soviético quien traiciona esta herencia y aspiración universal del movimiento obrero implantando el centralismo, la primacía de la disciplina y el protagonismo del «partido» frente a las tesis de los Soviets que defendían la iniciativa, la participación directa y el liderazgo de los trabajadores en la organización de la nueva sociedad  soviética.

La autogestión en las empresas y en la organización de la sociedad en general ¿puede representar hoy un modelo viable y apetecible para la sociedad de nuestro tiempo?

Es verdad que estamos todavía ante un movimiento económico-social con realizaciones reducidas a nivel global. Sin embargo existen ya en el País Vasco una red amplia de empresas cooperativas que funcionan en régimen de autogestión: empresas industriales, agrarias, de  viviendas, de centros culturales (enseñanza primaria, media, escuelas profesionales, una Universidad, un banco de cooperativas, centros de investigación…)  plenamente consolidadas y, algunas de ellas, pioneras en su sector. En este momento el grupo industrial de cooperativas vascas es el mayor grupo industrial del País Vasco.

Las raíces de esta idea-fuerza «autogestión» tiene la antigüedad de las utopías históricas que colorearon los grandes sueños de la historia humana, y está latente en la mayoría de las culturas mundiales. El Movimiento obrero luchó y ensayó formas específicas de realización en el marco de las grandes revoluciones obrera del siglo XIX y XX.

La superación de la simple mejora material de la condición humana y la lucha por la emancipación de los trabajadores como clase viene siendo desde el siglo XIX una constante del movimiento obrero.

Carlos Marx, al encarar las tesis de la superación del Estado y de las clases sociales, no hizo otra cosa que conectar con toda una tradición que aparece en diferentes formas en la mayoría de los pensadores teóricos y en los líderes del movimiento obrero de la época: Fourier (1772-1817), Proudhon (1809-1860), el programa de cooperativismo de Rochale (1844) en Inglaterra, son botones de muestra. La aspiración a la autogestión brotaba directamente del movimiento obrero.

Con palabras distintas en las diferentes posiciones doctrinales de la época aparece la autogestión como la «única alternativa viable al capitalismo liberal». Sin embargo a pesar de esta constante histórica y de las fuertes presiones del movimiento obrero, las realizaciones y los ensayos de autogestión no han sido ni numerosos ni definitivos.

Paradójicamente es el comunismo soviético quien traiciona esta herencia y aspiración universal del movimiento obrero implantando el centralismo, la primacía de la disciplina y el protagonismo del «partido» frente a las tesis de los Soviets que defendían la iniciativa, la participación directa y el liderazgo de los trabajadores en la organización de la nueva sociedad  soviética.

Es sintomático que la autogestión marque las primeras etapas del comunismo en la Unión Soviética con los Soviets y, al final, se impusiera el modelo leninista, centralista y autoritario , de organización en Rusia y en todos los países de la órbita de su influencia. 

Solo Yugoslavia consiguió escasos espacios de libertad para crear y organizar un modelo propio de autogestión en las empresas, pero sin impacto directo en la organización de la vida civil y política del País.

La industrialización y el desarrollo de la producción en la Unión Soviética y en los países del Este se realizó, en su primera etapa, a ritmo veloz y más rápido que en los países capitalistas. Incluso ciertas desigualdades fueron menos descaradas y flagrantes que en Occidente. Algunas esferas de la vida social, la sanidad (medicina gratuita y universal), la educación gratuita para todos, el pleno empleo, el deporte… fueron las áreas privilegiadas. Pero la «fuerza de trabajo» siguió comprándose como una «mercancía», los trabajadores no tuvieron mayores posibilidades que en las empresas de Occidente para opinar, participar e incidir en el reparto y destino de los resultados económicos de las empresas al finalizar los ejercicios etc. Por otra parte carecieron  totalmente de las libertades elementales en la vida civil y política. La situación fue de dictadura, y no precisamente «la del proletariado».

En el área europea occidental, especialmente en Francia, el partido socialista y sindicatos importantes de la época apoyaron el modelo de sociedad autogestionada. Entre los grandes sindicatos solamente UGT, ligado directamente al partido comunista, no lo aceptó en su tiempo. La Confederación Francesa Democrática de Trabajo (CFDT), segundo sindicato francés en número de asociados, ligó su programa directamente a la autogestión: «No puede definirse el socialismo sin la autogestión de las empresas y del conjunto del sistema social… Solo un socialismo basado en la autogestión puede asumir el conjunto de las aspiraciones de los trabajadores… La autogestión es la única forma realista de concebir hoy un socialismo integral, libre y responsable… con capacidad para iniciar y acompañar un proceso de transformación que provoquen saltos cualitativos», «Reconocemos el movimiento cooperativo como una gran fuerza transformadora de la sociedad presente, basada en el antagonismo de las clases... Su gran mérito es demostrar prácticamente que el sistema actual, despótico y pauperizante, puede ser suplantado por un sistema republicano de autogestión» (Du CERF).

La voluntad de conseguir la implantación de un sistema de autogestión no era una utopía irrealizable. Al contrario, se les presentaba como un objetivo alcanzable para «organizar una sociedad libre, sin clases, culta y evolucionada.

Para los pioneros de Rochdale, en sus diferentes realizaciones cooperativas, el principio de «gestión democrática», fue absolutamente claro y determinante.

Con posterioridad, el Congreso de la Primera Internacional (Ginebra, 1866) pone el acento en los contenidos de la cooperación como la «asociación de los productores libres e iguales», e insiste en que el movimiento cooperativo limitado a las formas microscópicas de desarrollo… es insuficiente para transformar por sí mismo la sociedad capitalista: «para convertir la producción social en un amplio y armonioso sistema de trabajo cooperativo se han de producir cambios de  las condiciones generales de la sociedad y no pueden realizarse sin que intervengan las fuerzas organizadas de la sociedad, y por tanto el «poder gubernamental, que es necesario arrancarlo  de las manos de los capitalistas y terratenientes» y «pasarlo a las mismas clases obreras». Y concluye: «recomendamos a los trabajadores que fomenten más el cooperativismo de producción que el de consumo. Este afecta solo a la superficie del sistema económico actual  mientras el primero ataca a la base del sistema».

El cooperativismo primitivo, particularmente el de producción, constituye una de las primeras experiencias de autogestión a nivel industrial.

La «experiencia cooperativa» nacida en Arrasate-Mondragón es de «inspiración rochdeliana», si bien muy evolucionada y adaptada a las exigencias de la  modernidad industrial y a las formas culturales del sentir y proyectarse  de un pueblo que, históricamente y en la actualidad, está demostrando gran experiencia empresarial y un fuerte dinamismo en la creación y promoción de empresas autogestionadas y desarrollos comunitarios en múltiples sectores.

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