Haizpea Abrisketa
Kubako deportatu eta iheslarien seme alaben babesarekin

Hasta siempre, Arbesú

Te has ido sin decir adiós, discreto, fiel a ti. Te has ido y no podré pasar por tu casa a despertarte de la siesta, ni a recogerte para que vengas a comer con aita y los tíos. Te has llevado tus respuestas. Y entonces pienso en ti... y recuerdo... y me doy cuenta que todas esas respuestas ya las tengo.

Arbesú, hace unos días pensaba en ti. De que tenía ganas de pasar por tu casa, como en cada viaje, dejarte una latica de paté que hacemos en casa. Que me brindarás un café y con un vasito de whisky, sentarme a tu lado y hacerte un millón de preguntas: de cómo fue lo de Panamá. ¿Cómo fueron la negociaciones para que aita y los demás fueran a Cuba? ¿Cómo lo organizaste? ¿Cómo y cuándo fue tu primer encuentro con nosotros? ¿Fue en Punta Chame? ¿Fue en Playa Corona? ¿De qué hablaron? Cómo lo hablaste con Fidel...

Hace unos días estaba con Mikel, un amigo que está haciendo memoria, entrevistando y preguntando por pasajes de nuestra historia no muy lejana y he tenido la suerte de acompañarlo en algunas entrevistas y conocer esos detalles que le dan color a la memoria, que la visten y la encarnan, que te permiten visualizar lo que no viviste. Y hablando con Mikel de esos detalles me puse a pensar que tú los conoces precisamente por haber sido el protagonista en muchos de ellos.

Muchas veces me lo has contado cuando era más joven, pero siempre surgen nuevas preguntas y tu no eres de los de contar batallitas, sino más bien de callártelas.

Más de una vez he estado pensando, estos días pasados, en las ganas que tengo de pasar por tu casa, llamarte y decirte «Arbesú voy a ir tal día por tu casa, te voy a llevar un poco de pescado que me manda aita para ti, pero preparate que voy con preguntas!» Yo sé que tú con mucho cariño y paciencia me las responderías todas y me contarías como fue lo de Panamá, cómo nos conociste y cómo nos hicimos amigos, y también los problemas que tuviste que resolver. Porque tu no eres de los que lo pintan para que luzca bonito, lo dices como fue, así lo que pasó, así mismito. Y entonces te preguntaría sobre los años en Washington, que recuerdo que yo era jovencita y nos veíamos en fin de año con Julia y Lilita cuando a veces volvían a la Habana y coincidíamos. Como eran las relaciones con Estados Unidos, qué fue lo que pasó en esos años. Y te preguntaría sobre Fidel, de cómo era, lo qué decía...

Este verano no he podido pasar a dejarte ni el paté de Urruña, ni el pescadito de aita, no me has podido brindar un café o un juguito, ni hemos podido hacer nuestra comida de todos los viajes en casa y conversar y decirte a ver cuando te vienes a Euskal Herria que ya es hora!... Y como pasaba el verano aquí, un verano tan inusual y echando de menos ese ritual anual, me acordé de ti, pensando que en cuanto se pueda viajar te llamaría para avisarte, que esta vez no iba a pasar un ratico a saludarte, que esta vez aparte de la comida familiar te pediría que me dedicaras un ratico para preguntarte todos esos detalles de nuetra historia, de nuestras luchas y vidas que únicamente pueden ser contadas por quien las vivió. Y sabía que me las responderías con el cariño y la paciencia que nos diste siempre.

Te has ido sin decir adiós, discreto, fiel a ti. Te has ido y no podré pasar por tu casa a despertarte de la siesta, ni a recogerte para que vengas a comer con aita y los tíos. Te has llevado tus respuestas. Y entonces pienso en ti... y recuerdo... y me doy cuenta que todas esas respuestas ya las tengo. Ya las tengo porque durante estos 36 años me lo has contado, con tu presencia, tu sonrisa, tus frases cortas pero elocuentes, tus comentarios no en vano, tu silencio y tu sonrisa... Arbesú, pasaré por tu casa a dejarte el pescado y nos tomaremos el cafecito con un whisky.

Buscar