Hasta siempre Fidel
La muerte de Fidel pese a ser esperada, debido a su edad, no ha dejado de ser un duro golpe para todas aquellas personas que hemos defendido honestamente y de corazón tanto su figura humana como su gran obra, la Revolución cubana. Hablar de Fidel no es solo hablar de una persona; es hablar de un proyecto político para Cuba y para el mundo. Un proyecto de liberación social y nacional; un proyecto de emancipación de las personas y por las personas con el fin último de construir una sociedad sin ningún tipo de injusticias. En definitiva, la lucha por la construcción del socialismo por el pueblo y para el pueblo.
Decía una vez el trovador Silvio Rodríguez en una entrevista que no sabía si Fidel creía o no en la posibilidad de construir el cielo en la tierra, pero sí que era imposible no luchar por ello. Y a eso ha dedicado su larga y revolucionaria existencia. El legado de Fidel no se circunscribe únicamente a esa espléndida transformación que ha vivido Cuba gracias a la Revolución. Nada tiene que ver la Cuba prerrevolucionaria con el faro que ha supuesto durante casi seis décadas, más aún tras la caída de la Unión Soviética y los países del socialismo real, la Cuba de Fidel. Su gran obra, que sin el apoyo mayoritario y entusiasta de la inmensa mayoría del pueblo cubano no se hubiese mantenido en el tiempo, ha conseguido que un país pequeño sea un referente mundial en los ámbitos políticos, sociales e ideológicos.
Las paradojas de la vida han hecho que la desaparición de Fidel haya ocurrido exactamente 60 años después de su partida desde el exilio mexicano hacia Cuba a bordo del yate Granma para emprender la lucha revolucionaria. Este acontecimiento ocurrió también un 25 de noviembre, pero de 1956. Pocos días después, el 2 de diciembre, los revolucionarios arribaron a las costas de Cuba para concluir de forma triunfal, tras dos años de lucha armada contra la dictadura, aquella revolución iniciada por José Martí a finales del siglo XIX. Esa victoria revolucionaria fue un ejemplo para varias generaciones que vieron que un mundo nuevo no solo era necesario sino que era, además, posible.
Es imposible separar la figura de Fidel de la Cuba revolucionaria. Asimismo, es imposible comprender muchas cuestiones que han ocurrido en las últimas décadas a la largo del mundo sin Cuba ni Fidel. Desde el mismo inicio el triunfo revolucionario en enero de 1959, la solidaridad internacionalista ha sido la enseña que han caracterizado a la Revolución y a Fidel. Para la posteridad quedará la enseñanza de líder cubano que dijo que quien no sea capaz de luchar por otros no será nunca capaz de luchar por sí mismo. Esta máxima la llevaron a cabo desde el inicio de la Revolución con su ayuda al pueblo argelino en su lucha por la independencia de Francia. No se puede tampoco dejar caer en el olvido la heroica «Operación Carlota» (que tomó el nombre de una esclava negra que lideró una sublevación en Cuba) mediante la cual, y con una ingente aportación humana y material, Cuba fue máximo responsable de la caída del régimen racista del apartheid sudafricano, así como de las independencias de Angola y Namibia, tal y como reconoció en multitud de ocasiones Nelson Mandela. Todo ello pese al peligro que suponía haber realizado una revolución socialista a escasa distancia del imperialismo estadounidense, el cual nunca ha escatimado esfuerzos a la hora de atacar, por todos los medios posibles, a la Revolución y a su líder.
Es imposible enumerar todos los casos en lo que Cuba, bajo el liderazgo de Fidel, ha colaborado de forma desinteresada y altruista en zonas más o menos lejanas. Puede que de lo que más orgulloso se siente el pueblo cubano, y también Fidel, es de ese gran ejército de batas blancas donde han realizado misiones internacionalistas miles de personas por todo el mundo. Sin olvidar a las profesionales de la educación que han enseñado a leer y escribir a millones de personas por todo el mundo gracias al método de enseñanza «Yo sí puedo», o la «Operación Milagro», lanzada conjuntamente por Fidel y Hugo Chávez, mediante la cual cientos de miles de personas han recobrado la visión.
Fidel ha sido uno de los personajes más importantes del siglo XX y de los inicios del XXI. Su talla, como revolucionario y estadista, es incuestionable. Para la posteridad quedaran sus largos discursos que le envolvían en un halo de respeto y admiración por parte de su audiencia; discursos mediante los cuales realizaba, además, una gran tarea didáctica. Sin llegar a ser un teórico al uso, logró conjugar a la perfección la teoría y la práctica dando la razón a Lenin que decía que no había teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria y viceversa. Fidel, como comunista que era, trasladó las enseñanzas del marxismo-leninismo a un país pobre y subdesarrollado, adaptándolo a las características propias sin dogmatismos.
Resulta difícil imaginar una Cuba sin Fidel. Sin embargo, el desarrollo y fortalecimiento de un pueblo comprometido con el socialismo y el internacionalismo proletario son razones suficientes para pensar en positivo. No obstante, la huella de Fidel será imborrable para el pueblo cubano y para quienes le profesamos respeto y admiración. Se ha ido uno de los imprescindibles que diría Bertolt Brecht.