Alba García Martín
SOS Racismo Bizkaia - Bizkaiko SOS Arrazakeria

Hay más racistas que ventanas

Vivimos en una sociedad en la que lo mío es lo mejor, lo mío es lo normal, lo mío es lo que está bien, y lo de los gitanos es un despropósito.

Hoy estoy reflexionando mucho sobre algo que me pasó hace poco en el euskaltegi. Como muchas personas sabréis, las clases del euskaltegi suelen ser una pequeña muestra de la sociedad. Algo así como un grupo variopinto de personas, que se juntan porque tienen un objetivo común que es aprender euskara, pero que en realidad no tienen nada que ver. Personal sanitario, personas de instituciones varias, gente más joven, gente más mayor, gente optimista, gente quemada con la vida, gente ilusa, gente amable, gente alegre, gente triste y mucha gente, por desgracia, sin información.

Esto de no tener información es un lío, porque es la fuente principal de un montón de discursos xenófobos y racistas del tipo: los inmigrantes son el demonio y vienen a comerse a nuestros hijos. Ahora en serio, una cosa llevó a la otra y de repente estábamos hablando de la comunidad gitana y de lo que molestan en el sistema sanitario. Al parecer las diferencias culturales alteran la normalidad del día a día. Me contuve un rato, pero en un momento dado, indiqué a mis compañeras que lo que estaban diciendo era ciertamente racista.

Lo que estaban diciendo era que no puede ser que las personas gitanas vayan más acompañadas que las payas y que «se tienen que adaptar», «que en su casa hagan lo que quieran, pero de puertas para afuera que se adapten». A mí, qué queréis que os diga, pero estas frases me dan miedo, porque las podemos aplicar a la comunidad gitana, a la comunidad LGTBIQ, a todas. Me recuerda un poco a esas frases que ya nos suenan casposas tipo…«que se acueste con quien quiera pero en su casa, ¿besarse en público dos hombres? No, ni hablar».

La sociedad la conformamos muchas personas, diversas, pero lamentablemente la diseñamos y la ocupamos las blancas, no solo en el sentido literal, también en lo simbólico porque pretendemos que todo el que viva en ella haga, piense, sienta, se mueva, coma, rece y se exprese como yo, blanca heterosexual y, de lo que llaman clase media, lo haría. O bueno igual me he venido arriba, como un hombre blanco heterosexual y de clase media, lo haría. De ahí que cuando alguien cuestiona nuestra manera de pensar, la reacción habitual sea a la defensiva, la negación y probablemente la no escucha.

El tema no es que vivamos sin normas y que los hospitales sean ciudades sin ley donde cada quien haga lo que quiera, obviamente esto no es posible. Pero tengamos cuidado, porque debajo de ese paraguas/argumento de las «normas son necesarias, un acompañante por persona para todas», entran un montón de argumentos xenófobos y racistas. Cuando se habla de gitanos a la gente le vienen a la cabeza un montón de connotaciones negativas y estereotipos, y lamentablemente confundimos las positivas diciendo que «algunos no parecen gitanos», que «están muy integrados» o que «tienen mucho arte con el flamenco». Esto es racismo, queridas, y nos duele y nos escuece en lo más hondo que nos lo señalen, pero así es.

La integración como la entendemos es xenófoba y racista, porque habla de que yo blanca te integro a ti persona extranjera, racializada, migrada, gitana, en mi comunidad. Ese mi significa que yo mando y tú no y que las normas las pongo yo.

Pero como siempre en todas las discusiones de esta índole, y más cuando la indicación de alerta discurso racista o xenófobo no gusta y no es aceptada por la persona que se siente interpelada, llega la negación. Siempre hay alguien que niega y expone que no, que su discurso no es xenófobo ni racista, ni nada de nada, además… ¡si yo tengo conocidos gitanos! Lo sociable no te quita lo racista, ni trabajar en una ONG, ni estar en un barrio en el que hay mucha comunidad gitana, ni siquiera militar en movimientos sociales. Nos lo tenemos que mirar todas.

Y entonces, en la negación, he aquí la cuestión: ¿cómo saber si lo que digo es xenófobo o racista? Pues para empezar, yo me preguntaría si eso que estoy diciendo lo diría con la misma impunidad delante de la persona en cuestión, en este caso alguien perteneciente a la comunidad gitana. Pero si es así, si estando presente una persona gitana la situación fuera la misma, y esa persona dijera que lo que digo es xenófobo o racista, ya no hay más discusión, lo es. Cuando alguien, a quien el discurso xenófobo y/o racista le atraviesa directamente, te da un toque, solo te queda callar y escuchar.

¿Os acordáis de lo que hacíamos en el colegio cuando tocaba analizar oraciones? Sujeto, verbo, predicado…yo tenía una profesora que era muy insistente con esto, por eso creo que me caló tanto: ¿qué hacemos para sacar el adjetivo de una oración? Le preguntamos a la frase cómo es. La mesa es bonita, ¿cómo es? Bonita. Mi discurso es racista. ¿Cómo es? En este caso la respuesta es clara: racista.

En mi clase no hay nadie de la comunidad gitana, pero si hubiera habido alguien podrían haber pasado dos cosas: o que la lincharan públicamente o que por vergüenza se callaran la boca. Quién sabe, podemos llegar a ser muy osadas, a veces escuece tanto que nos señalen lo racista que nos enzarzamos negando y no hacemos lo más importante, ¡escuchar! Escucha a esas comunidades y aprende, obtén la información por ti misma.

Todo esto me dio mucha vergüenza, como sociedad, como blanca, me da vergüenza. Vivimos en una sociedad en la que lo mío es lo mejor, lo mío es lo normal, lo mío es lo que está bien, y lo de los gitanos es un despropósito. Se dijeron cosas fuertes, pero son cosas que están ahí en el imaginario colectivo y hay que hablar de ellas, porque la comunidad gitana lleva siglos oprimida y marginada y no es una casualidad ni una exageración.

Yo tengo esperanzas en la pedagogía como manera de desmontar ese imaginario colectivo tan chungo. Somos responsables, somos quienes oprimimos y a la vez vamos generando estereotipos. Siempre habrá más racistas que ventanas, pero está bien que montemos balcones donde la gente pueda pararse, a desmontarse y rectificar.

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