Juan Carlos Pérez Álvarez

Igual llega el momento de mandar a Donald Trump a tomar por culo

Al matón del patio del colegio, ¿se le puede atemperar con negociación y con diálogo? Se dirá, tal vez, pensando en el club de los cinco (1985, hace 40 años) que el malote tiene una violencia estructural en casa que le impide ser de otra manera, salvo el Alba de la beatífica Molly Ringwald. No, es imposible porque después querrá los bocadillos de la merienda y el dinero de los cómics y videojuegos. Esa imprevisibilidad e incertidumbre que es tan propia de Trump. Las sociedades humanas necesitan suelos firmes sobre los que cimentar relaciones, lo cual para algunos es lo antitético de construir edificios pues se supone es una alianza temporal que una vez finiquitada queda al albur de los posteriores gestores. El pensamiento complejo y la evolución siempre hacia mejor no es inevitable, es más, no todo cambio tiene porqué ser para mejor. Ser el más rico no te produce el ser el mejor conectado. Y sirve para las comunidades humanas. Hubo un tiempo hasta 1800 en que dicen algunos índices que china era la primera economía mundial, por más que a partir de 1421 con las flotas del tesoro del almirante Zheng he camino de la autoinmolación y ceder todo el protagonismo naval al cabotaje, lo hicieron pensando que no había fuera de china nada que fuera relevante y que quien quisiera algo de china, fuera a china. En el otro lado al dragón, donde otrora reino el águila, esos atomizados reinos y principados, señoríos y condados en el continente europeo impusieron dinámicas de competitividad que al finalizar la edad media estaban en condiciones de exportar.

Especialmente con una finalización de la ruta de la seda que tardaría aún décadas en ver sus consecuencias en mercaderes como los de Venecia tras la circunstancial pérdida de Constantinopla en 1453. La España del virreinato de la nueva España, con las Filipinas y el tornaviaje, el galeón de manila y el real de a 8, de plata, daba con epicentro en Ciudad de México un 8 de infinito en cinta transportadora entre el Atlántico y el Pacífico. Funcional hasta que otros impusieron el patrón oro, para ser, fundamentalmente franceses y británicos los nuevos amos de la barraca. En el siglo XXI aún parece que EEUU tiene potencia suficiente como para que las políticas de un Trump no sean lesivas en el muy inmediato plazo. Es el único lugar del mundo donde lo que hace no provoca un inminente crack bajo sus pies. Pero la alcancía de la abuela no es eterna. Estamos en agosto de 2025 y ante la propuesta variable de tarifazo y arancelazo, dando por supuesto lo que no es, como que el impuesto de valor añadido sea barrera arancelaria, el matón neoyorquino quiere hacer y deshacer a su entero gusto. Dicen que llegó a un acuerdo con Japón 5 días antes de hacerlo con la UE, con el mismo contenido prácticamente. Y sin que la tinta se seque empieza a hablar de unos dineros sobre compra de armamento y sobre donativos para que invierta en economía estadounidense. Puede pensarlo, pero de ahí a que los demás se lo hagamos realidad va trecho largo. Las relaciones internacionales, como las humanas, descansan o pueden hacerlo, en principios de sabiduría popular tan básicos como manos que no dais qué esperáis. Y Trump espera acumular beneficios sin dar nada a cambio. Mercantilismo hecho por economistas de hacendado.

Llega ese momento en el que si el matón te viene a exigir 750.000 millones para armamento americano y 600.000 millones de regalo para Trump, decirle que si quiere, ponga el arancel al 35% o al 3.500%, porque esos 750.000 millones los requiere la industria militar propia de Europa y el informe Draghi habla de inversiones en Europa por unos 600.000 millones para no perder comba. ¿Vamos a mantener competitiva América con dinero europeo? Pero qué desfachatez es esa. Cierto es que se me dirá que para lo que propongo no hay consenso y que además con el tarifazo y arancelazo los más perjudicados son los alemanes. Pues bien, que se jodan. Las decisiones que tomaron son las que les han llevado hasta aquí. Recuerdo el proyecto Arianne de lanzador europeo donde su neutralidad pudo haber costado su inexistencia, por cosas heredadas de la Guerra Fría, donde unos alemanes miraban a Moscú y otros a Washington. Y ni uno ni otro, si bien es cierto que uno es una dictadura y otro un faro de libertades, la supeditación y la sumisión no pueden ni deben estar contempladas. Además, ¿quién dice que allí no tienen problemas? No son un país cerrado, siguen en construcción, por más que los andamios aquí sean más visibles con respecto al proyecto federal europeo. Hay que dejar de tener miedo a que por una legítima elección de presidente en estados unidos los acuerdos no sean posibles, con ellos, y debamos aprovechar las oportunidades que se ofrecen para profundizar relaciones con Canadá, con México, Mercosur, Asean y en África, aprendiendo de errores propios y ajenos, pero sabiendo que si ellos, allá en el Potomac dicen que son los estados unidos de América, pues nosotros somos la unión europea y nos merecemos un respeto y sin miedo que otros impongan guerras comerciales de manera unilateral.

¿Por qué? Porque ya ha sucedido en el pasado y si los hay que quieren volver a él olvidando que de entre los ingredientes que forjaron las relaciones de poder y los acuerdos en el ayer hoy muchos de ellos no existen y han cambiado, nuestro papel no puede ser servil, sino combativo respecto de lo que Jeremy Rifkin llamó el sueño europeo. Uno que debemos contar y explicar una y otra vez, todas las veces que sea menester para no hacer que vuelva a ser lo que Marco Aurelio decía era rona, un susurro en la niebla. Orgullo europeo, y ante los matones de patio y de barrio como Trump firmeza, claridad y saber estar. Por nosotros y por nuestro futuro. Unidos en la diversidad, cogito ergo sum.

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