Jesús María Aragón Samanes
Secretario General del Partido Carlista-EKA de Navarra

Inmigrante, trabajadora, compañero

En las calles, diariamente nos cruzamos con gente con ligeras variaciones con respecto a nuestros aspectos raciales «históricos»; y también en el trabajo, y en la escuela... Son los inmigrantes, extranjeros que han venido porque aquí esperan encontrar la oportunidad de mejorar su situación económica y vital, y la de su familia. Los extranjeros que vienen con dinero no los consideramos inmigrantes Dentro de la precariedad general, económica y vital, en la que vivimos la gran mayoría de personas que constituimos esta sociedad, los inmigrantes son los que en mayor grado la padecen. No obstante está su desventaja inicial y evidente, hay quien los utiliza como «carnaza» para el personal, resaltando los aspectos negativos (el miedo, la inseguridad), que los datos estadísticos desmienten: Según datos, referidos al primer trimestre de 2025, que da la agencia EFE el 14-V-2025, los delitos en España cayeron un 3,2% en ese trimestre con lo que la tasa de criminalidad convencional se sitúa en 40,6 delitos por cada 1000 habitantes, una de las más bajas de la serie histórica, y una de las menores del mundo. Hay ejemplos para todo, naturalmente, pero, afortunadamente, también los hay positivos. Los inmigrantes son los primeros interesados en no tener problemas en el nuevo grupo social en el que quieren mejorar su nivel de vida anterior. Si los que ya estamos aquí, «de siempre», ponemos algo de nuestra parte, será más fácil la convivencia. A todos nos gusta recibir una ayuda en caso de necesidad, y a todos nos gusta tener un sitio en el que poder desenvolver nuestra vida con soltura. Los que quieren explotar nuestros miedos, alimentando los momentos de frustración que surgen en la vida normal, en lugar de animar y ayudar a superarlos, son un freno y un obstáculo en nuestro caminar evolutivo, individual y grupal, hacia la madurez y el desarrollo de nuestras capacidades, en beneficio propio y del grupo social en el que desarrollamos nuestra vida. Al igual que las personas «nativas», el inmigrante, además de la dimensión económica, fuente de rivalidades y en la que todos somos competidores, dispone de otras: laboral, social, cultural, política, intelectual, moral, espiritual..., en las que podemos practicar la cooperación, y que es estupendo que las pueda desarrollar entre nosotros. Lo que consideramos como «gasto» inicial, podemos verlo como una inversión que dará sus frutos y de los que todos podremos disfrutar y beneficiarnos. Nunca ha habido más gente trabajando y cotizando a la Seguridad Social como ahora, y está bajando el paro, lo cual es señal de que el «flujo migratorio» está siendo manejable. Los inmigrantes de edades entre 16 y 23 años, el 60% cotizan a la Seguridad Social; cifra que sube al 70% entre los de 18 y 23 años. Los inmigrantes han de tener claro que tienen que adaptarse a un nuevo grupo social que se mueve dentro de un sistema de normas aceptadas democráticamente, en un «contrato social» democrático. Todos estamos sujetos a ellas y tenemos los mismos derechos y obligaciones. A cuantas más personas alcancen los beneficios económicos, sociales, culturales, políticos... tanto mayor será la satisfacción individual y grupal, tanto mayor será la «paz social».

Todos somos beneficiarios potenciales de la protección internacional, y a todos nos ampara la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la ONU en 1948, que nos reconoce libres e iguales en dignidad, sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión, origen nacional o social, posición económica, nacimiento... (arts. 1 y 2), y el derecho a circular libremente y elegir residencia en el territorio de un Estado, así como a salir de cualquier país, incluido el propio, y a él regresar.

En el marco de la ONU, el 19 y 20 de septiembre de 2016 se elaboró la Declaración de Nueva York por la que los «Estados miembros» se comprometen a proteger los Derechos Humanos de los refugiados y migrantes, de mujeres, niños y su escolarización-educación, respondiendo a la violencia sexual y de género, condenando la xenofobia, apoyando a los países receptores así como facilitar las contribuciones positivas de los migrantes al desarrollo económico y social de los países de acogida. Reafirmando dicha Declaración el 10-XII-2018, en Marrakech (Marruecos), se firmó el «Pacto mundial para establecer una migración segura y ordenada» por la que 193 Estados miembros de las Naciones Unidas reconocieron la necesidad de adoptar un enfoque integral para la movilidad humana, y promover una mayor cooperación a nivel mundial.

La Historia de la Humanidad está llena de catástrofes, de masacres, de asesinatos, de errores, así como también de algunos acontecimientos felices..., y de migraciones de gentes y pueblos. Según se desprende de hallazgos arqueológicos de hace 40.000 años, nuestros ancestros ya practicaban la hospitalidad y la solidaridad, cuidando a los miembros menos «productivos» de la comunidad. Nosotros, con un desarrollo material alto y con más posibilidades que ellos, ¿no vamos a seguir esa senda de la solidaridad que nos ha posibilitado llegar hasta hoy..., a pesar de todo? ¡Si hasta se podría decir que todos venimos de África!


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