Integración o coexistencia: cuestión de fe
Ateniéndonos al último trabajo que aborda la diversidad religiosa y el peso de los diferentes cultos en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia realizado por Ikuspegi, convenimos que la población creyente de la religión católica representa un 57,2%, detectándose que, aunque todavía sea mayoritaria, el estudio revela una menor identificación con esta fe, mientras que otras religiones aprecian incrementos. Si se comparan estos datos con los de 1997, la creencia apostólica ha bajado 32,4 puntos y el resto de las devociones han subido 4,8 puntos. Las personas ateas, agnósticas o indiferentes representan un 35,5%.
Es importante mencionar que entre la población de origen extranjero hay mayor proporción de personas creyentes que, entre la población general: las personas no devotas suponen solamente 11, 6% del primer colectivo, frente al 35,5% del segundo.
En lo referente a las religiones que practican los migrantes, los partidarios del islam, la religión monoteísta abrazada por los musulmanes, representa el 17,9%; los principales movimientos evangélicos de las iglesias pentecostales, bautista y el movimiento carismático enumeran el 9,8%. Ortodoxos, judíos, hinduistas, budistas y otras religiones minoritarias completan el mapa en la CAE.
La religión diferente a la católica más numerosa es la musulmana, que engloba al 4% de la población total residente en Euskadi, es decir, 85.645 personas. La segunda más numerosa, sería la evangélica o protestante con el 1,1%, 24.533 personas; y la tercera, la ortodoxa con un 1%, 21.048 personas. Los centros de culto de estas adscripciones religiosas más profusos son los de las iglesias evangélicas; le siguen las mezquitas y los salones del Reino de los Testigos de Jehová. Las referencias son muy cambiantes y las estadísticas quedan desfasadas con rapidez. Cito un ejemplo: los colombianos, los extranjeros que más han llegado a Euskadi en el último año, un total de 6.480 y todavía no figuran en las publicaciones anuales.
Expuestos los guarismos, confesemos que la religión, además de moldear los juicios morales de las personas, actúa como un elemento determinante que influye en la configuración de la cultura, la identidad social, los valores, la política y la vida cotidiana de las personas y las sociedades. Nos cuestionamos si la pertenencia religiosa facilita la convivencia o si, por el contrario, puede suponer un freno para la cohesión social.
Los inmigrantes llegan también a Euskal Herria con los referentes simbólicos de su cultura de origen, figurando la religión como uno de los más importantes y vertebradores. Reunirse en torno a una iglesia, un grupo religioso, una mezquita, es relativamente frecuente como comportamiento de sociabilidad.
La demografía es otro componente esencial a la hora de analizar el devenir de la sociedad vasca, las posibilidades de que nuestra cultura perviva.
Situación: una de cada cuatro madres que dieron a luz en el 2024 tenían nacionalidad extranjera: 3.443 niñas y niños, una cifra muy parecida a la de 2023.
En 2024 se registraron 12.937 nacimientos en la Comunidad Autónoma de Euskadi, un 3,8% menos que en 2023 y la cifra más baja desde 1975. La caída fue del 5,6% entre madres autóctonas, mientras que los nacimientos de madres extranjeras aumentaron un 1,4%. Las mujeres foráneas han tenido sus hijos e hijas a una edad más temprana que las vascas residentes en la C. A. de Euskadi: en el 41,5% de los casos, lo han hecho con menos de 30 años, frente al 13,7% de las madres autóctonas. El incremento interanual de población de origen extranjero se sitúa por encima de las 20.000 personas: 21.760 para el 2023 y 21.040 para el 2024.
Tres de cada cuatro personas de origen extranjero que han llegado a la CAE son latinoamericanas. Al hilo de este dato, invito al lector a profundizar en el estudio de algunas de las creencias que nos acompañan actualmente y verán que, encontrar afinidades culturales con el pentecostalismo regresivo con gran influencia en la comunidad latina, parece una tarea quimérica. Escuchen sus diatribas sobre el feminismo, o lean sobre el congreso de mujeres que se anunció en la web de la Iglesia Evangélica Pentecostal de Vitoria-Gasteiz: «una perspectiva bíblica sobre la sexualidad», indaguen sobre el papel los lobbies evangélicos de ultraderecha y su expansión por toda la América Latina.
Una pena que, para recoger este tipo de reflexiones, los espacios en los medios se estrechen cada vez más y que muchas personas intelectuales prefieran repetir discursos acomodaticios sobre estos expositivos. Hablar de la tasa de nacimientos entre las mujeres autóctonas, da pavor. La mayoría de los sectores progresistas de la sociedad occidental repite los mismos eslóganes desde hace décadas sobre asuntos complejos como la migración, la seguridad y la demografía. Falta análisis, escasean las alternativas.
La integración y la coexistencia son dos enfoques diferentes para la relación entre la población migrante y la sociedad de acogida. La integración implica un proceso bidireccional donde los migrantes se adaptan a la sociedad de acogida y ésta también se adapta a la presencia de los migrantes. Integración es establecer conexiones, no es ficcionar sobre los comportamientos de otras personas con las que ni siquiera nos hemos cruzado un saludo. La coexistencia puede referirse a una situación en la que diferentes grupos sociales viven uno al lado del otro, pero sin interactuar o integrarse profundamente.
Para asegurar que una tarea se realiza según tus expectativas, es mejor llevarla a cabo personalmente. Es decir, si queremos garantizar que nuestra cultura subsista, inexorablemente hay que procrear. Uno de cada tres jóvenes vascos de entre 25 y 39 años no quiere tener hijos o hijas. Los temores ante la paternidad o maternidad que más pesan: al 64,7% le preocupa no disponer de tiempo para sí, al 59,4% la posible afectación a su salud física o mental, y más del 49% teme perder poder adquisitivo o frenar su desarrollo profesional. Solo el 27% cree que logrará tener descendencia a la edad deseada.
Pensar que personas de otras creencias van a poner el mismo empeño en la defensa de nuestro modelo de sociedad y que van a suplir las insuficiencias a nuestra imagen y semejanza, puede ser una buena coartada para sentirnos cómodos, pero no es realista.
Aporto unos datos singulares obtenidos del sondeo del CIS de 2024, donde no se estudia la religiosidad según el lugar de nacimiento ni según el ideario respecto a la independencia, pero sí se pregunta por la lengua materna y el nivel de conocimiento del euskara: el 16% de los vascos reconoce el euskara como su lengua materna, y así sucede también entre los católicos practicantes. Pero entre los ateos, descubrimos que un 20% tiene el euskara como lengua materna, y un 18% entre los indiferentes. Un 40% de vascos dicen que poseen un alto nivel de comprensión del euskara. Entre los católicos practicantes, solo un 30% admite este nivel alto, pero casi el 58% de ateos y el 50% de indiferentes lo atesoran. El nivel elevado de euskara es casi el doble entre ateos que entre católicos practicantes.
A algunos estas aseveraciones les parecerán desatinadas. Me limito a difundir lo encuestado.
Acabo con una vieja aserción sobre la fe: mientras se obliga a los explotados a preguntarse si hay vida después de la muerte, éstos olvidan preguntarse si realmente hay otra forma de vivir la vida, antes de la muerte, superior a la forma en que nos obligan a vivir los explotadores.
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