José Antonio Caudal
Plataforma de Interinos de Navarra

Interinos de Navarra

Los esperpénticos criterios establecidos para la gestión de listas de interinos no tienen parangón con ninguna de las comunidades vecinas.

¿Y ahora qué? Ahora que se han apagado las luces, las de los flexos y bibliotecas, ahora que han echado la cremallera los estuches repletos de rotuladores fluorescente y bolígrafos de colores, ¿qué? Ahora que terminó todo y que nuestra peor pesadilla, aquella que durante tantas noches nos quitó el sueño, se tornó en realidad de la manera más cruel, conduciéndonos a un vacío devastador que sigue carcomiéndonos por dentro en este largo verano, amenazando con llevarnos al oscuro abismo de la depresión... ¿ahora qué?

Ahora vemos con incredulidad y espanto que la tortura, el suplicio, el tormento, todavía no había acabado, y que serán los brillantes y peculiares criterios elucubrados para la confección de listas de interinos en esta nuestra comunidad quienes terminen por darnos la puntilla profesional y personal, cual toro moribundo que se desangra en el ruedo, buscando acobardado unas tablas en forma de familia y amigos, en las que poder cobijarse.

A la mala suerte de no hacer un buen examen, o ya ni siquiera de hacerlo mal, sino de haber caído en la trampa de su desmedido criterio de criba basado en las faltas de ortografía, impuesto recordemos única y genuinamente en esta comunidad, y habiendo perpetrado por tanto el gravísimo delito que nos incapacita para seguir desempeñando nuestra profesión de maestros, de cometer tres o cuatro pequeños errores ortográficos, tildes en la mayoría de los casos, durante los veinte folios redactados con el corazón saliéndosenos por la boca, hay que sumarle ahora esto, una confección de listas surrealista e injusta.

Una o uno, comienza a sospechar que la mala suerte del examen solo es la punta del iceberg, que hay mucho más soterrado que ahora empieza a florecer, y que no solo tiene que ver con lo sucedido aquella infausta tarde. Una o uno, comienza a sospechar, que igual la mala suerte tiene que ver con la tierra en que nació, o mejor dicho, con los actuales gobernantes y dirigentes de la misma, que avergüenzan con sus decisiones una y otra vez a esta comunidad histórica, ejemplo y modelo de organización y gestión durante tantos años.

Pero ya no es así, o por lo menos no en educación. Con consejeras tiránicas, que se despachan con sus trabajadores, maestros y maestras interinos, con gritos y menosprecios más propios de las monarquías absolutistas de otro tiempo, que de políticos del presente, supuestamente representantes del pueblo y del ciudadano, así como con sus políticas arbitrarias y partidistas que juegan al «divide y vencerás», ya no.

Porque una o uno, siente ahora más que nunca estar en el carril lento de esta autopista docente hacia ninguna parte. Una o uno, tuvo la mala suerte de nacer en aquella parte de la comunidad tantas veces olvidada, la ribera, en la que por localización geográfica se habla únicamente castellano, y aunque respeta y valora positivamente la cooficialidad de idiomas y la riqueza que estos aportan a la cultura de los pueblos, percibe la situación como una clara desventaja respecto a sus vecinos, ya que solo se le permite circular por una única parte de la calzada, mientras que otros cuentan con una doble vía y un mayor abanico de opciones para llegar a su destino. Asiste todavía con más perplejidad, como el carril de la izquierda, el más rápido, queda reservado para aquellos otros compañeros que acreditan idioma extranjero. Compañeros que le adelantan vertiginosamente, sin intermitentes y sin barreras de peaje, en esta carrera profesional por adquirir un puesto de trabajo como docente. Por supuesto es consciente de los méritos de estos en el conocimiento y dominio de una segunda lengua extranjera, y entiende a la perfección el beneficio lógico de las exponenciales plazas ofertadas para estos perfiles, pero igualmente concibe sin dudarlo, está él o ella como especialista de infantil o primaria que es, más capacitado para la conducción de una tutoría, plazas que sin embargo acaban en muchos casos adjudicándose a aquellos en posesión de idioma, pero sin la especialidad de infantil o primaria correspondiente.

Pero los despropósitos de verdad en la gestión de listas, los mayúsculos, empiezan aquí. Porque es mucha la gente que circula por esta carretera y muchos los insólitos casos que se dan. Como el de otros compañeros y compañeras de Religión, que no siendo esta ninguna especialidad específica, una vez presentados a la oposición por cualquier otra especialidad, concurren a las listas de las mismas acreditando multitud de años trabajados como especialista, cuando es conocido por todos que jamás impartieron especialidad alguna, sino que se dedicaron a dar su área en esta o aquella etapa, entrando a los centros por primera vez en algunos casos y para más inri, ya que hablamos de Religión, gracias al dedazo del obispo.

Podemos seguir, porque los esperpénticos criterios establecidos para la gestión de listas de interinos no tienen parangón con ninguna de las comunidades vecinas. En un ejercicio de surrealismo mayor, bordeando a todas caras la ilegalidad, deciden emulando al mismísimo Rey Salomón, algo tan inaudito como tramposo, como es que los años de experiencia profesional, si estos han sido desempeñados en Navarra, sean aumentados en un cincuenta por cien, multiplicando así los méritos de cada opositor como si estos fueran los panes y los peces, poniendo eso sí un tope de diez años trabajados para poder computar, equiparando por ejemplo así los méritos por experiencia de quien ha trabajado apenas siete años, a los de quien ha trabajado diez. Su magnanimidad como soberanos, como dueños y señores de nuestros pobres destinos que es lo que creen ser, no tiene límites.

Podríamos seguir y seguir detallando decisiones incomprensibles, criterios sorprendentes y medidas insólitas, pero prefiero terminar preguntándoles, ¿y ahora qué? Ahora que acaba el verano y que todos comenzarán a preparar la vuelta al cole, incluidos nuestros hijos, ¿qué nos queda? Yo mismo les contestaré.

A sus treinta y muchos, puede que cuarenta y tantos, e incluso cincuenta y..., después de mucho más de una década trabajando en multitud de centros, cubriendo con empeño y profesionalidad máxima sustituciones y bajas, a tiempo parcial unas veces, completo otras, aquí y allí, cerca y lejos de casa, haciéndose cargo de tutorías o de apoyos de diferente índole: de dirección, de jefatura, de niños con necesidades educativas especiales... este próximo uno de septiembre, cuando todos risueños y complacidos inicien sus claustros repletos de caras nuevas, ellos y ellas, excelentes profesionales de la educación, estarán compungidos en la soledad de sus casas preguntándose qué es lo que han hecho mal.

Si ese era su objetivo, el de cargarse a este tipo y perfil de interinos, a los cuales el sistema ha tenido que recurrir y echar mano de ellos tantas veces para salvaguardar su estabilidad, puede despedirse del cargo satisfecha y orgullosa. A buen seguro que lo ha conseguido. Con su percepción errónea y obtusa de creer que tendrá mayor competencia entre los docentes que aprobaron un examen teórico de conocimientos, disponiendo con ellos de unas listas preferentes de trabajo, criterio también exclusivo no nos olvidemos made in Navarra, en detrimento de aquellos otros que no pasaron aquella parte de la prueba pero que atesoran años de experiencia contrastada, no solo debilita la calidad educativa de la comunidad, sino que deja sin trabajo y en la calle, a muchos maestros y maestras, madres y padres de familia, muchas veces con cargas económicas familiares que solventar.

Pero parece esto no importarle. Ni siquiera que estos nunca vuelvan al mundo educativo, perdiendo así el sistema valiosísimos activos. No entiende que es posible que busquen en otros sectores, esa estabilidad económica y profesional que educación les niega. Es posible que algunos otros, todavía con esperanzas y también por suerte con algo de dinero en sus cuentas después de costearse apuntes, academias, preparadores y viajes, hipotequen sus escasos ahorros familiares matriculándose en carísimos másteres o grados, que les proporcionen unos pocos puntos más en futuras baremaciones de la bolsa de trabajo. Lo que sí es seguro, es que ustedes de todo esto ya no se enterarán. Es lo que tiene cuando uno hace política tratando a los ciudadanos como votos y números, no como a personas. Volverán morenos y sonrientes de sus vacaciones en la playa, dispuestos a cambiarse la cartera, la delegación, o el despacho, con la tranquilidad de quien sabe que no le va a faltar trabajo. Lejano quedará el fin de curso pasado y difuso todo lo acontecido durante las oposiciones, no perdiendo ni un segundo de su valiosísimo tiempo en reflexionar sobre sus actuaciones pasadas, sobre si han podido cometer errores e injusticias para evitar así repetirlos y mejorar en el futuro los procesos. No están para esto, ni tan siquiera para percatarse al leer de que ahora hablo por ellos. Sí, no en primera sino en tercera persona, quizá porque incluso tienen miedo de poner su nombre y apellidos, o quizá porque a estas alturas ya no les queden fuerzas ni ganas ni para protestar.

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