Simón Martínez de Arroyabe
Licenciado Universidad de Lovaina

Internacionalización de la economía

Cuando las firmas más importantes de un sector productivo invierten en el exterior con éxito se crea una fuerte presión sobre las empresas de segundo y tercer rango en el sentido marcado por las empresas «punta», y esta tendencia se va desarrollando en un sentido de globalidad.

El factor que está incidiendo poderosamente en la estrategia de la empresa moderna, y que influirá más en el futuro, es el progreso creciente de la internacionalización de la vida económica. A la etapa del desarrollo económico ha seguido el endurecimiento de la oferta, la ampliación de los mercados, la caída progresiva de las barreras arancelarias… En este momento nos encontramos ya en un proceso de internacionalización que camina hacia un modelo  mundial-planetario, lo que constituye un salto cualitativo en la historia económica.

Están ya presentes algunos elementos que revisten particular importancia en las estrategias de la producción y del mercado de las empresas: la creación de uniones económicas regionales en diversas formas (mercados comunes, uniones aduaneras; la afirmación irreversible del carácter  multinacional de las sociedades industriales, comerciales y financieras, y su peculiar técnica de expansión).

Esta tendencia ha tenido en Europa una importante expresión política con la creación del mercado común. Los países europeos sufrieron en la postguerra un deterioro paulatino respecto a los dos sistemas hegemónicos y buscaron construir un nuevo y más eficaz modelo de desarrollo, abandonando el concepto cerrado del proteccionismo nacional. Este esfuerzo de solidaridad técnica y económica tenía en su base histórica una herencia cultural común en la cual las naciones europeas han encontrado inspiración y ayuda en la búsqueda de supervivencia después de la amarga experiencia de la autarquía y de la guerra.

Los indicadores económicos en los primeros decenios de aplicación del Tratado de Roma subrayan la eficacia multiplicadora del proceso de integración europeo en el desarrollo de los «seis» estados fundadores. El aumento anual del Producto Nacional Bruto, el índice de producción industrial y de expansión comercial entre los miembros fueron superiores a los índices medios mundiales.

Es difícil establecer una relación de consecuencia exclusiva entre la implantación del mercado común y estos índices, pero es clara la existencia de un nexo causal de la relación directa entre, de una parte el aumento de las posibilidades de elección ofrecidas a los productores y consumidores, la racionalización de las inversiones e instalaciones, la atenuación de las fluctuaciones cíclicas, y, de otra parte, la creación del mercado común. La integración ha constituido para Europa el factor determinante de su desarrollo y de la difusión de su prosperidad.

Otro factor de la internacionalización de la economía y que afecta directamente a las condiciones de la concurrencia es la política nueva de las grandes empresas , por la  que la concurrencia incide en los factores de producción  y no en los   mercados exteriores buscando realizar el  óptimo de su capacidad de innovación y no solo la exportación del producto.

La teoría tradicional del comercio internacional no tiene capacidad para comprender hoy los elementos nuevos que se perfilan en la escena económica mundial. En el pasado el comercio con otras economías nacionales constituía el instrumento principal de concurrencia en las relaciones exteriores. Hoy, en cambio, el instrumento preferido y dominante es la ubicación de la producción en el interior de distintos y múltiples mercados nacionales.

Para estar presente en un mercado exterior hoy día es necesario realizar inversiones directas dentro del mismo mercado en forma de fábricas, establecimientos, oficinas de ventas, almacenes, instalaciones, al menos para la confección y preferible también para la producción de base. «El simple exportador de productos no llegará a ser pieza importante en el mercado».

Esta apreciación la sostienen la mayoría de los dirigentes de las grandes empresas. Ello constituye una nueva estrategia comercial. Las instalaciones ubicadas en el interior de los distintos mercados nacionales dan al cliente una mayor confianza en orden al suministro de servicios permanentes. A las empresas, por otra parte, les da posibilidades ventajosas para los cambios imprevistos en relación con la demanda del producto pedido, con mayor rapidez que a través de una concurrencia alimentada desde el exterior.

La misma política de los Gobiernos Nacionales vienen presionando en esa dirección. Los países en vías de desarrollo exigen a las empresas que quieren entrar en el mercado nacional la instalación de fábricas dentro de su territorio, les aplican determinados aranceles e imposiciones elevadas de tal manera que no tengan más remedio que instalarse en el sector productivo nacional. Los mismos Gobiernos de las naciones desarrolladas vienen manteniendo prácticas similares, aunque con una estrategia comercial más sutil: obligan a los compradores nacionales (Ministerios, Fuerzas Armadas, Servicios públicos...) a comprar los productos y servicios únicamente, o al menos preferentemente, a firmas extranjeras con instalaciones productivas en el territorio nacional. En una estrategia comercial esto significa que si una firma desea conseguir algo del Gobierno del país donde pretende abrir un nuevo mercado para sus productos tendrá que ayudar a equilibrar y a sostener la balanza nacional, sustituyendo las importaciones por productos locales.

En Inglaterra por ejemplo en el año 1964 la concesión de licencias para la búsqueda de petróleo y gas natural en el Mar del Norte se concedía en función de la mayor contribución de las empresas internacionales al sector inglés de los carburantes. Ello obligaba a las empresas internacionales que intentaban recibir una concesión del Gobierno inglés a presentar previamente planes de construcción de refinerías en Inglaterra, en orden a reducir la importación de productos refinados y aumentar la importación de crudos a refinar en las fábricas inglesas.

Pero independiente de las presiones gubernamentales las firmas internacionales encuentran otras ventajas de orden económico, preferentemente financiero. Está comprobado desde la segunda mitad del siglo pasado por ejemplo, que las firmas americanas lograban de sus inversiones en Europa beneficios muy superiores a las que  conseguían en Estados Unidos.

Esta perspectiva de mayor beneficio ha constituido un factor importante, los salarios y costes de producción eran inferiores a los practicados en USA. Hoy estas ventajas y beneficios se han rebajado bastante, debido a la concurrencia en los precios. Sin embargo la firma que ha conquistado un mercado europeo o exterior o que intenta conquistarlo en un futuro, no tiene más remedio que seguir invirtiendo en esos países exteriores. Si basaran su política comercial exclusivamente sobre la base de la producción en USA el volumen de los costes de transporte y de los aranceles a pagar en las aduanas europeas incidirían desventajosamente en sus productos de exportación.

Por otra parte si una empresa inicia un proceso de inversión en un país exterior su propio desarrollo le lleva a instalar unidades productivas en otros países de la misma área. Las motivaciones de esta estrategia diversificada a nivel de distintos países son claras:

-La empresa descubre grandes ventajas al conquistar posiciones fuertes en varios países simultáneamente.

-Muestra a los Gobiernos la calidad de la contribución ofrecida a la economía nacional (creando puestos de trabajo, pagando tasas e impuestos, favoreciendo la balanza de pagos del país con las nuevas producciones y mediante una reducción de las importaciones desde los países  vecinos..).

-La táctica de no dar la impresión de ser una empresa gigante radicada en el exterior.

Otro factor que está forzando la internacionalización de la producción es: la tendencia impuesta por las empresas «punta» del sector. Tanto las grandes empresas como otras menores tienen la experiencia de que no pueden ir contra corriente, contra una estrategia impuesta por las «empresas pioneras» del sector. Es decir, si una de las gigantes inicia un proceso de construcción de «filiales» en el exterior, el resto de las empresas del sector trataran de sumarse el proceso iniciado por la gigante, dado que seguir una estrategia independiente y nacionalista comportaría serios riesgos de perder poco a poco los mercados exteriores. «Nuestros competidores, confesaba un dirigente de una gran empresa, se orientan al exterior y tememos que aseguren una buena posición inicial en un mercado potencialmente rico o que acaparen una fuente de aprovisionamiento para posibles reexportaciones en USA. Y todo ello amenazaba fuertemente nuestra posición en los mercados internacionales».

Cuando las firmas más importantes de un sector productivo invierten en el exterior con éxito se crea una fuerte presión sobre las empresas de segundo y tercer rango en el sentido marcado por las empresas «punta», y esta tendencia se va desarrollando en un sentido de globalidad.

Esta gama variada de motivaciones y tendencias internacionalistas ha abocado en este siglo a un proceso creciente de integración monopolística de firmas y grupos industriales, comerciales  y financieros. Y como efecto de todas estas estrategias asistimos hoy a un galopante crecimiento de las firmas multinacionales que están logrando un peso económico y político, con clara tendencia monopolística a escala mundial.

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