José Lázaro Ibáñez Compains
Secretario general federal del Partido Carlista

Josetxo Arbizu y Montejurra 76

Recientemente, he leído un artículo de Josetxo Arbizu, militante de Batzarre, que se titulaba "El carlismo que nos arrastra" y que me ha sorprendido enormemente.

Arbizu, en el segundo párrafo de su artículo, descalifica a «la ideología carlista» como «una de las peores cosas que hemos producido y exportado» en Navarra. Que semejante afirmación la haga una persona que forma parte de un partido político denominado precisamente como Batzarre es cuando menos algo llamativo. Una de las principales características de la ideología carlista, ya desde el siglo XIX, fue y es la defensa de las formas tradicionales y comunitarias de democracia asamblearia y participativa, de los mecanismos de autoorganización popular de ese mundo rural, tan maltratado por el capitalismo y por el centralismo durante estos dos últimos siglos. Juan Vázquez de Mella, uno de los portavoces parlamentarios del Partido Carlista en el primer cuarto del siglo XX, reivindicaba ya por entonces que el Estado debe respetar «el sentido democrático de los antiguos concejos abiertos», garantizando la celebración de «las asambleas municipales» y, cuando «las condiciones de la población lo impidan, sustituirlos con el referéndum». Además, es precisamente la ideología carlista que tanto detesta Arbizu la que explica la primera toma de conciencia antifranquista de muchos luchadores que después militaron en el PCE (y también en otros partidos políticos), por ejemplo el abogado asturiano Luis Menéndez de Luarca, superviviente de la matanza de Atocha.

Arbizu también afirma que no le gusta la visión «que traslada el vergonzoso Museo del carlismo». Por una vez, y de manera excepcional, puede que Arbizu sin querer coincidida con los carlistas en algo, en el rechazo a la exposición permanente del Museo de Lizarra. Realmente es una vergüenza que, desde 2010, el diseño de esta exposición en lo referente al periodo de 1833-1931 esté inspirado en el «Guion de orientación para el Museo del Carlismo» de Stanley Payne, autor de un folleto editado por la ultraderechista Comunión Tradicionalista Carlista. También es complemente indigno el hecho de que en la ampliación de esa exposición, dirigida en 2018 por Francisco Javier Caspistegui, se silenciase y se blanquease la responsabilidad directa del Estado en el crimen terrorista de Montejurra 76. Pero la responsabilidad política de que en ese Museo haya pervivido la visión ideológica de Stanley Payne, y de que incluso se reforzase con la ampliación de Caspistegui, es del Gobierno de Navarra de la legislatura 2015-2019, del cual formaba parte Batzarre a través de la coalición Izquierda-Ezkerra. Por cierto, en aquella época un tal Joseba Eceolaza asesoraba en materia histórica a los parlamentarios de Izquierda-Ezkerra...

En relación a lo ocurrido en el Parlamento de Navarra el pasado 28 de Febrero, Arbizu está muy molesto porque en uno de los puntos de la moción presentada en relación a Montejurra 76, se reconociese la aportación carlista «a la lucha y concienciación antifranquista en Navarra». Curiosamente, Arbizu está muy molesto por el único punto de la moción que no fue aprobado, pero, en cambio, no dice nada de que el PSOE votó en contra de que el Monolito de Iratxe en recuerdo de Aniano Jiménez Santos y de Ricardo García Pellejero, los dos asesinados en Montejurra 76, fuese reconocido como Lugar de Memoria; de que el PSOE votó en contra de reconocer y reparar al Partido Carlista como víctima política de la agresión terrorista; o de que el PSOE se abstuvo en la reclamación al Gobierno de España para que se desclasifique toda la documentación relacionada con este acto criminal de Terrorismo de Estado. Absolutamente nada de la actitud del PSOE le parece reprochable a este militante de Batzarre.

Arbizu también cita con respeto a Fernando Mikelarena, pero obvia el hecho de que este miembro del Ateneo Basilio Lacort publicó el 4 de marzo un artículo en “Diario de Noticias” titulado “Montejurra, los carlistas postrequetés y la hermandad”, donde mentía y manipulaba, tratando de equiparar al Partido Carlista con la Comunión Tradicionalista Carlista, homologando a las víctimas con quienes formaron parte del grupo agresor, y acusando al Partido Carlista de blanquear la participación en Montejurra 76 del tradicionalismo neointegrista. Todas esas mentiras y manipulaciones de Mikelarena quedaron en evidencia con el artículo publicado por Juan Manuel Carmona en "Diario de Noticias" el 13 de marzo, que se titulaba "Fernando Mikelarena Peña y Montejurra 76".

Además, Arbizu menciona en relación con la Guerra Civil de 1936-1939 que los carlistas navarros protagonizaran crímenes horribles «por toda la cornisa cantábrica o el levante», pero curiosamente no explicita a qué crímenes se refiere. También menciona a las Juntas de Guerra Carlistas, pero no dice nada de que la única Junta con responsabilidades en la represión desarrollada en Navarra fue la criptojuanista Junta Central Carlista de Guerra de Navarra, que lideraba José Martínez Berasáin y que se constituyó desde el primer momento como un foco de oposición a la política de la Junta Nacional Carlista de Guerra, que dirigía Manuel Fal Conde, leal a Don Javier de Borbón-Parma. El apellido de «Central» de esa Junta navarra no era casual, era una muestra de su voluntad de independencia respecto a las normas organizativas y directrices políticas del Carlismo español. Con motivo del Decreto de Unificación, en 1937, Martínez Berasáin se convirtió en el Jefe provincial de FET de las JONS en Navarra, mientras que Fal Conde rechazaba el nuevo sistema fascista de partido único. Después de la Guerra, Martínez Berasáin y sus afines reconocieron a Don Juan como Rey de España, Fal Conde y sus partidarios, en cambio, fueron leales a Don Javier. Los primeros se diluyeron en el magma amorfo del francojuanismo, los segundos constituyeron el único Carlismo realmente existente como organización política de masas desde 1939 hasta 1977.

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