La altura moral de Maixabel
Ahí se escucha la voz de Maixabel. El día que se escuche la de los pocos que quedamos que estuvimos en primera línea a favor de la convivencia y la reconciliación, se podrá entender lo que sucedió.
Ver una película de obligada visión como Maixabel despierta sensaciones dormidas.
En la larga historia del terrorismo de ETA ha habido momentos especialmente duros, pero si existe alguno que me afectó de una manera especial fue el asesinato de mi amigo Juan Mari Jáuregui.
Por aquel tiempo en la orilla socialista de aquel río de aguas turbulentas, sólo un puñado de valientes nos atrevíamos a apostar por el diálogo; Juan Mari, Ernest Lluch, Dani Arranz, Odón Elorza, Gemma Zabaleta, y especialmente Enrique Curiel.
Hoy nos han sustituido «mediadores de la nada», oportunistas en busca de un puesto de trabajo.
Recuerdo lo que sucedió ese día. Me llamó otro gran amigo, Dani Arranz, los tres habíamos seguido la misma andadura de tránsito desde el PCE al PSOE.
Aquel viaje, la dura conversación de Dani con el entonces ministro del Interior, Mayor Oreja, recordándole que Juan Mari había sido Gobernador Civil de Guipúzcoa y él de Vizcaya y les había dejado en riesgo sin escolta, fue imposible de olvidar.
Que para mayor impacto nos acompañara otra víctima de la sinrazón terrorista lo grabó a fuego para siempre en mi memoria.
Después la emoción de encontrarnos con su viuda Maixabel. La foto de Dani abrazado a su féretro debiera figurar presidiendo muchos despachos.
Momento espEcial fue la situación creada a la llegada a la sede del PSE de Ibarretxe y Josu Jon Imaz y como los arropamos en un momento de máxima tensión.
He seguido después la valiente trayectoria de Maixabel Lasa, su apuesta para situarse en el terreno de la negociación y el acuerdo.
Ahora la expone a través de esa película que emociona, enaltece su valentía y especialmente su generosidad.
Que aceptara sentarse frente al asesino de su marido, dialogar con él, incluso perdonar lo que para el resto sería imperdonable, le da una altura ética que quizás genere incomprensión en quienes no vivieron en la primera trinchera aquella época cruel.
Ahí se escucha la voz de Maixabel. El día que se escuche la de los pocos que quedamos que estuvimos en primera línea a favor de la convivencia y la reconciliación, se podrá entender lo que sucedió. Ahora esas voces permanecemos acalladas por el griterío ensordecedor de los oportunistas.
Ojalá nuestro futuro se parezca más a Maixabel.