Guzmán Ruiz Garro
Analista económico

La banca y las mentiras del diablo

Si el Estado se esforzase tanto como se empeña en auxiliar a la banca privada, sin lugar a dudas, tendríamos una banca pública muy útil y envidiable

Valorando cómo elucidar las derivaciones de la absorción de Bankia por Caixabank, me acordé también de las quimeras que ideó casi todo el espectro político y sindical de este país para avalar la unión de BBK, Kutxa y Vital. Y para ir ovillando este artículo de opinión, empezaré explicando cuáles fueron las mentiras del diablo y qué relación tenían y tienen con la banca. Se cuenta que un insigne y longevo financiero, a primeros del siglo XX, a propósito de la creación del Banco Español de Crédito, como cesionario del Crédito Mobiliario Español, recordaba con sorna que ese banco era el de las tres mentiras, porque ni era banco, ni español, ni de crédito. No era banco, porque nacía de una sociedad caracterizada por la inversión en valores y no en actividad prestamista; no era español, porque la mayoría de sus acciones estaban en manos de la Banca de París y de los Países Bajos; y no era de crédito, porque apenas se desenvolvía en la actividad comercial bancaria.

Mucho más recientemente, del Popular Español, el que se vendió, en junio de 2017, por un euro al Banco de Santander, también se hacían chirigotas por la presencia de miembros del Opus Dei en el accionariado. Sabido es que, entre otros afines, la fundación universitaria de Navarra formaba parte del núcleo duro de copartícipes. O sea, de popular, «rien de rien».

De Caixabank hay quien cree que el nombre más adecuado debería ser Cajabank. Me explico: en el 2010, se reunió la Comisión permanente del Parlament y la Generalitat renunció a sus competencias sobre las cajas de ahorros. Evitaron de este modo poner dinero catalán para el rescate de Caixa Catalunya, Caixa Tarragona y Caixa Girona, pero también renunciaron a su influencia depositando todo el poder en el Gobierno central; esto se hizo evidente cuando La Caixa se convirtió en fundación bancaria en el 2014. La presencia en la dirección de esta entidad de Isidro Fainé, bajo el paraguas protector del Opus Dei, espoleó la expansión de oficinas para ganar mercado en el resto del Estado español, en detrimento del territorio catalán. El traslado de la sede a Valencia en plena crisis política en Catalunya, evidenció palmariamente que estábamos ante otra mentira del diablo: mejor Cajabank que Caixabank.

Por estos lares, nombrando a Kutxabank tampoco nos luce mejor el pelo. La fusión de las tres cajas vascongadas no dio origen a un banco popular vasco a pesar del empeño que pusieron algunos de los firmantes por presentarlo así. Ni siquiera por aproximación, se podría afirmar que Kutxabank fuese el embrión de un hipotético sistema financiero vasco. Es más, diría que tampoco es tan euskaldun como lo pintan, si tenemos en cuenta la presencia de Cajasur en el grupo y el gran número de sucursales en la expansión. Vamos que resultó ser, en lugar de un banco público, una sociedad anónima llamada Kutxabank. Y es que el demonio no para.

En nuestro caso, entre las mentiras de la derecha y las ideaciones de la izquierda autóctona elevando a la categoría de real lo que solamente, de momento, es una aspiración programática, nos jodieron bien jodidos; sobre todo, a los vizcaínos que acabamos pagando los pufos multimillonarios de la caja andaluza y los de la Kutxa (entidades pésimamente gestionadas) y, además, nos situaron en el precipicio de la especulación y la pérdida de capacidad de decisión propia.

Retomando la actualidad financiera, mientras la Generalitat solloza por la irrelevancia de su papel en la fusión CaixaBank-Bankia, diré que esta absorción aleja muchas leguas el deseado control público. Bankia está participado al 62% por el Estado y representará no más del 16% en la entidad resultante. La concentración bancaria y el descomunal poder político y mediático de la banca privada, no allanarán el terreno para la recuperación de los 24.000 millones de euros de dinero público que se inyectaron para salvar a Bankia durante la crisis. Los medios de comunicación, casi todos de pensamiento neoliberal, tampoco ayudarán porque están atrapados por los fondos aportados por los banqueros. La inyección a Prisa de 434 millones del Santander y La Caixa (entre otros) da fe. Muchos partidos políticos, de igual forma, están endeudados hasta las trancas con la oligarquía financiera.

La operación en ciernes, supondrá de añadido una pérdida brutal de empleo de cierta calidad, la afectación en los servicios prestados, además del aumento de las comisiones. El oligopolio bancario no ayuda, por la reducción de oferta, a los trabajadores, tampoco a las pymes, y ni siquiera a las grandes empresas. Si el Estado se esforzase tanto como se empeña en auxiliar a la banca privada, sin lugar a dudas, tendríamos una banca pública muy útil y envidiable.

En fin, nos tocan tiempos difíciles. La covid-19 nos ha levantado las faldas hasta la cabeza, y lo que se ve en las entretelas es una sociedad mayoritariamente quejica, milindris y poco solidaria, muy dada a culpabilizar a otros, incapaz de distinguir entre los que nos mienten siempre y los que de vez en cuando dicen la verdad para que les creamos cuando engañan. Sin pulso transformador, apegados a las rutinas que nos propone el sistema más que una lapa a la roca, muy dinámicos tuiteando, pero poco activos exigiendo, tendremos que espabilar o, de esta, no nos salvan ni con uña del diablo.

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