Jonathan Martínez
Investigador en comunicación

La burbuja de «Patria»

Y sobre todo, me pregunto si es viable filmar nuestras propias historias sin la mediación de las grandes corporaciones de la industria audiovisual española

Era cuestión de tiempo. Lo que empezó como una vorágine editorial ha terminado recalando en las pantallas. No hay una sola plataforma audiovisual que no se haya sumado a la avalancha. Documentales. Series de ficción. Desfiles innumerables de expertos que vienen a ofrecer su veredicto. Algunos incluso se atreven a asegurar que su versión de los hechos es la más ajustada. La única y verdadera. Palabra de Dios.

Recapitulemos. Es 2016 y Fernando Aramburu entrega a las librerías su novena novela. Se titula “Patria”. La protagonista es la viuda de un empresario asesinado por ETA que regresa a su pueblo tras el alto el fuego de 2011. Es una fábula, dice la contraportada, que habla de «la imposibilidad de olvidar y de la necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político».

La novela no tarda en convertirse en un fenómeno social. Los elogios se multiplican. Algún crítico la ensalza, no sin cierto engolamiento, como «la novela definitiva sobre ETA». Mariano Rajoy se descuelga con una apreciación lapidaria. «Es buenísima, refleja muy bien el conflicto vasco». Incluso Belén Esteban aprovecha una intervención en “Sálvame” para elogiar el libro. «¿Te gustó?», le pregunta el presentador. «Buah», responde ella.

En diferentes entrevistas, Fernando Aramburu ha subrayado que su novela «no demuestra ninguna tesis». Que ha querido escapar del maniqueísmo. Al mismo tiempo, el autor desliza su inclinación ideológica y asegura que escribe «contra los que quieren blanquear la historia». La novela ha irritado a algunos negacionistas de la tortura. También hay quien considera “Patria” poco menos que un panfleto partidista.

En cualquier caso, el libro ha estado en boca de todo el mundo. Y quien disponga de un mínimo olfato comercial es capaz de intuir el panorama de posibilidades. Ya en 2017, HBO anunciaba que “Patria” sería su primera producción propia en España. En mayo de 2020 estará accesible en una miniserie de ocho capítulos. El productor y guionista es Aitor Gabilondo.

La ola de “Patria” y HBO ha arrastrado a otras plataformas, que ahora compiten en el nicho de mercado del relato sobre ETA. Movistar+ ha lanzado el envite más contundente. En la pasada edición de Zinemaldia, la productora presentaba “Zubiak”, un documental de Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas. Es la historia de Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jauregi, e Ibon Etxezarreta, condenado por el asesinato de Jauregi. Sobre el encuentro planea la idea de la reconciliación.

Pero el documental es una extensión de un proyecto más ambicioso de Movistar+. Se trata de la serie documental “ETA, el final del silencio”. El título transmite el propósito un tanto mesiánico de los creadores, que han difundido la idea de que entrevistar a víctimas de ETA era poco menos que un tabú infranqueable hasta nuestros días. Cada cual vende sus productos como puede, pero la realidad es que las películas y documentales sobre ETA se cuentan por decenas.

Por su parte, Amazon Prime ha anunciado el estreno inminente de su propio producto. Hugo Stuven dirige “El desafío: ETA”, una serie documental basada en un libro del coronel de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí, condenado en 1997 por torturas e indultado en 1999 por el gobierno del PP. La serie cuenta como reclamo con las entrevistas de los ex presidentes González, Aznar, Zapatero y Rajoy. El director editorial, José Antonio Zarzalejos, ha sentenciado con petulancia que nos encontramos ante «la serie definitiva sobre ETA».

Pero hay más. También con Movistar+, el director Mariano Barroso recrea la vida de Txabi Etxebarrieta en una miniserie de ficción de seis episodios. Se llama “La línea invisible”. En el cartel, Etxebarrieta sostiene un revólver en medio de una franja que separa la luz de la sombra. «Cuando ETA eligió matar», reza la publicidad. En el teaser suena una línea del diálogo. «Para hacer un pueblo se necesita tiempo y sangre».

Supongo que este overbooking audiovisual merece algunas reflexiones. Ahora que se cumplen ocho años del fin de ETA, se percibe la urgencia por ordenar los hechos y divulgarlos en forma de relato. La industria cultural ha detectado una doble ocasión. Por una parte, se ha revelado un público sediento de narrativas alrededor de un episodio antiguo pero a la vez reciente de nuestra historia. Por otra parte, se verifica la necesidad de apuntalar un relato dominante. Existe espacio para algunos matices, pero me cuesta trabajo rescatar posiciones que no hayan repetido ya el cine y la televisión durante los últimos años.

Nadie debería culpar a Fernando Aramburu. Tiene derecho a contar sus propias historias. Aitor Gabilondo tiene derecho no solo a rodar “Patria” sino también a acomodar la novela a su propia visión del mundo. El trabajo de Jon Sistiaga es legítimo. Mariano Barroso cuenta con una trayectoria reconocida y sus aportaciones son bienvenidas. Me consta, además, que en este boom audiovisual han trabajado grandes profesionales. Productores. Guionistas. Técnicos. Actores.

No obstante, es legítimo formularse algunas preguntas. Me pregunto si es posible llevar a la pantalla historias que no hayan sido ya transitadas. Me pregunto por qué todavía hoy existen víctimas a las que jamás nadie ha llamado a la puerta. Me pregunto si es factible escapar a la unificación de relatos. A las interpretaciones oficiales. Y sobre todo, me pregunto si es viable filmar nuestras propias historias sin la mediación de las grandes corporaciones de la industria audiovisual española.

La de Aramburu no es la historia definitiva. La mía tampoco. Ni la tuya. Nuestra historia es la suma de miles de testimonios parciales, muchos de ellos silenciados o escondidos en las últimas estanterías del olvido. Hace algunos días, cuando escribía sobre la manifestación por los derechos de los presos vascos, un buen hombre de Jerez creyó oportuno explicarme la verdadera historia del pueblo vasco. «Te recomiendo que leas Patria», me soltó. Y en una sola frase resumió todo lo que yo he querido advertir en este artículo.

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