La Iglesia sí debe «meterse en política»
Las recientes declaraciones del presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, reclamando adelanto de las elecciones generales en el Estado español, han provocado cierta polémica sobre el papel de la Iglesia y la política. Se ha conocido la posición de quienes defienden que «la Iglesia no debe meterse en política». Quien suscribe estas reflexiones no pertenece ya a la Iglesia católica, aunque pasó unos años como sacerdote por sus estructuras. Creo poder aportar mi opinión desde mi situación actual de observador. Vaya por delante mi posición favorable a que la Iglesia se «meta en política», aunque no de forma partidista, como lo ha hecho el citado presidente episcopal.
Como otra gente desde sus planteamientos racionales, precisamente por habernos metido en política, desde nuestros principios cristianos y evangélicos, base de la Iglesia católica, y como servidores de un Pueblo como Euskal Herria, miles de personas, como quien suscribe, fuimos fusiladas, desterradas, multadas, condenadas, encarceladas, exiliadas tras la guerra civil y en las décadas 60-80. No seré yo, por tanto, de los que piensan que la Iglesia no debe «meterse en política», porque iría contra toda la línea de actuación en la que creí. Hay, sin embargo, que aclarar que no estoy de acuerdo, lógicamente, con la forma de «meterse en política» por parte de la jerarquía de la Iglesia, siempre de forma partidista y en defensa de los opresores y explotadores que, generalmente, coinciden con quienes defienden y aplican las políticas de las derechas.
No puedo aceptar que la jerarquía de la Iglesia se «meta en política» para defender el nacionalcatolicismo, apoyar el golpe fascista y la dictadura franquista y callar ante el asesinato de decenas de miles de personas en Hego Euskal Heria como en el resto del Estado español. No puedo aceptar que se «meta en política» para tener en sus parroquias, como ha tenido hasta 1978, lápidas, capillas y monumentos dedicados a los «mártires» franquistas «caídos por Dios y por España», discriminando así a los caídos por el bando republicano y abertzale.
No puedo aceptar que la jerarquía de la Iglesia se «meta en política» para imponer estructuras territoriales franquistas en su seno, actualmente en vigor, y no asumir una natural Conferencia Episcopal Vasca. No puedo aceptar que se «meta en política» para nombrar, con el acuerdo del régimen franquista, obispos antiabertzales.
No puedo aceptar que la jerarquía de la Iglesia se «meta en política» para imponer hasta 1976 una cárcel concordataria para sacerdotes «rebeldes», especialmente vascos, en contra de su voluntad de convivir con el resto de presos políticos. No puedo aceptar que se «meta en política» para mantener en nuestro Pueblo decenas de miles de inmuebles inmatriculados y que corresponden a este Pueblo. No puedo aceptar que se «meta en política» para mantener un Concordato con el Gobierno español que sigue concediéndole privilegios como, por ejemplo, entre otros, su multimillonaria financiación.
No puedo aceptar que la jerarquía de la Iglesia se «meta en política» para reclamar, de forma partidista, adelanto de las elecciones generales en país alguno, como lo ha hecho ahora el presidente de la CEE. Demostró así su afinidad con las políticas de extrema derecha. Ha sido coherente con su política de actividades relacionadas con la extrema derecha. Ha participado en cursos de verano promovidos por Vox, así como en la presentación, junto con Santiago Abascal, de algún libro del filósofo e ideólogo de esa extrema derecha, Miguel Angel Quintana Paz.
Hay, sin embargo, otros campos en los que sí debería «meterse» la Iglesia y que serían considerados políticos. Como es la exigencia del respeto a los derechos naturales, sociales, laborales, nacionales, territoriales, culturales. La Iglesia debería «meterse en política» para denunciar el capitalismo, verdadero responsable de los genocidios de los pueblos, la explotación laboral, la colonización de pueblos y sus riquezas naturales, la homofobia, el racismo, la xenofobia, la carrera armamentística, la industria y negocio de las guerras. Debería «meterse en política» para denunciar la represión, las torturas, la corrupción social, económica y politica…
La Iglesia sí debe «meterse en política» para apoyar las políticas a favor de la homosexualidad, del matrimonio homosexual, del aborto, de la eutanasia, de la igualdad de género y denunciar la pederastia y abusos sexuales, también en su seno.
La polémica provocada por el presidente de la CEE no debería nublarnos y pensar que la Iglesia no debería «meterse en política». Está claro que no debería hacerlo de forma partidista. Tan claro como que de los Evangelios y de la doctrina de la Iglesia católica se desprende una dimensión política que ni cristianos ni obispos deberían olvidar. Nuestro amigo y compañero, Felix Placer, teólogo alavés, de Herria 2000 Eliza, acaba de publicar un interesante y trabajado libro, “Espiritualidad vasca”. Su última parte, dedicada a la “Espiritualidad vasca en la modernidad e historia reciente”, donde aborda «la espiritualidad de resistencia», avala nuestra posición.
El servicio a los demás –el «amaos los unos a los otros», del Evangelio– conlleva el compromiso por participar en la construcción de una sociedad sin clases, justa, igualitaria, pacifica, feminista, solidaria y euskaldun. Y, en consecuencia, conlleva también el compromiso por luchar contra la violación de esos principios. Para todo ello es necesaria la política. Y también desde las Iglesias. Mucho nos tememos que, salvo excepciones, esas Iglesias estén, sin embargo, hoy lejos aun de esos compromisos.