José María Pérez Bustero
Donostia

La izquierda abertzale por dentro

En la izquierda abertzale hay dos tareas urgentes. La primera, lograr que los presos vuelvan a casa. La segunda le sirve de motor. Avanzar en el proceso de construcción nacional.

En la izquierda abertzale hay dos tareas urgentes. La primera, lograr que los presos vuelvan a casa. La segunda le sirve de motor. Avanzar en el proceso de construcción nacional. Y para intensificar este proceso, dado que tenemos delante perspectivas profundamente nuevas, necesitamos redefinir nuestras bases ideológicas, la trayectoria política a seguir y el modelo organizativo interno. Hay, en todo caso, otra gran tarea que debiéramos llevar a cabo. Revisar cómo somos y cómo reaccionamos en nuestra intimidad. O dicho de otro modo, comprobar las características que tiene por dentro nuestra casa abertzale.

 

Hay media docena de componentes íntimos que aparecerán al hacerlo. Una vez franqueado el umbral podremos acreditar que, efectivamente, la Izquierda funciona abrazada a su doctrina original de «independencia y socialismo», reforzada a lo largo de los años con la sensibilidad feminista y de liberación sexual, la visión ecologista, y la voluntad de integrar a todo grupo marginado. Pasando más adentro distinguiremos asimismo la segunda cualidad básica. Una praxis general de honradez y una gran capacidad de trabajo y de sacrificio. Una puerta más, y asomará la tercera característica. La profunda capacidad de vigilancia y de denuncia frente al sistema político, penal, económico e informativo de los estados. Desmontar la versión estatal de los hechos constituye la permanente batalla abertzale. La ejercemos a diario. Tenemos un gran volumen de libros, artículos, reuniones, slogans, conversaciones en los que se reelabora y denuncia la compleja y tremenda agresividad e hipocresía estatal española y francesa, perpetradas en el pasado y en el presente.

 

Subimos al siguiente piso. Frente a la hostilidad estatal y frente a los sectores ciudadanos contaminados por ella, en la izquierda abertzale hemos acumulado otro elemento decisivo. Un gran cohesión interna. Es una necesidad ineludible. Hay, en todo caso, un aspecto inquietante infiltrado en esa tensión de enlace interno: nos hemos recluido en nosotros mismos. Sin pretenderlo expresamente, vivimos auto segregados. En cada pueblo y barrio formamos nuestros grupos, hacemos nuestras manifestaciones, tenemos nuestro lenguaje.

 

Sigamos con la metáfora de la casa. Vamos al desván de la izquierda abertzale. ¿Qué tenemos en esa zona menos evidente? Aquí nos topamos con un hecho realmente alarmante. No lo solemos ver de forma clara, pero está ahí. Esa reclusión interna que nos ayuda a perdurar nos induce asimismo a ver al resto de ciudadanos como «los otros». En la práctica, aunque hablamos de «un» Pueblo Vasco, imaginamos que existen dos tipos de vascos. Los que se dejan engañar por el sistema o incluso lo apoyan, y quienes nos enfrentamos a él. «Nosotros» y «los otros». Nos divide la ideología política, el resentimiento, la fobia, las heridas y recuerdos contrapuestos, el elenco particular de víctimas. Incluso la pertenencia a una u otra ciudad o zona. En eso no hemos avanzado mucho. Parecidamente sucedió en otras épocas. Enfrentamientos durante siglos entre agramonteses y beamonteses, entre gamboínos y oñazinos, y más tarde entre carlistas y liberales. Ahora los repetimos entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles o franceses, entre abertzales de izquierda y de derecha.

 

Tiene su lógica esa división, dada la complejidad de los hechos y circunstancias en que vive Euskal Herria. Pero hay detrás una consecuencia gravísima que hipoteca incluso el proceso mismo. ¿Cuál? Que nunca superaremos la opresión de los estados si no conseguimos un alto grado de compenetración o reconciliación a nivel de país. En estados consolidados se pueden permitir el lujo de grandes divisiones internas. Pero en Euskal Herria todos somos imprescindibles en la construcción de esta nación, dada la fuerza de quienes nos sujetan y frenan. Vencernos unos a otros implicaría acabar todos vencidos.

 

Hemos de ir, pues, a la reconciliación. Aquí tomamos de la estantería nuestros propósitos y documentos. Les echamos una ojeada. ¡Bingo! «¡Ya la tenemos en la agenda! En varios párrafos la citamos claramente». Pero resulta que «reconciliación» no es una palabra mágica sino una tarea enmarañada, que incluso exige una serie de actividades previas que le abran paso. Y la primera de ellas es comunicar. Al intentarlo, nos topamos, además, con el hecho grave de que en la Izquierda abertzale hemos desatendido la habilidad de comunicar. Nuestro lenguaje es para los de casa. No para «los otros». Romper a hablar con los otros va a sernos, por ello, muy complicado. Y es que tampoco estamos sobrados de conocimiento de esos «otros». Sean zonas o sean personas. Si hablamos de otras zonas, sucede que nosotros estamos afincados en la vertiente cantábrica. Conocemos poco la vertiente del Ebro. No la visitamos, ni visualizamos, ni hablamos con sus vecinos, ni sabemos por qué tienen murallas, o por qué están construidas en un alto, o si tienen gente que estudia euskera. Y tampoco conocemos aquí, en la costa misma, a quienes no comparten nuestras ideas u objetivos. Les achacamos que están parapetados en otras ideologías o son simples consumistas y lectores-oyentes-televidentes de medios dirigidos por el sistema.

 

Tenemos, pues, una tarea previa difícil, puesto que ese objetivo imprescindible de reconciliarnos obliga, en primer lugar, a desandar la urdimbre mental de «los otros» que tenemos tan afincada. Seguidamente, deberemos encontrar elementos comunes. Afortunadamente, son muchos. Ellos y nosotros tenemos circunstancias y problemas comunes a nivel económico, emocional, sexual, de salud. Vivimos en la misma tierra y en ella llueve, hace sol, y hay crisis para todos. Una vez que descubramos la sorprendente contigüidad en que vivimos, podremos substituir toda definición negativa del otro por la tesis de que es nuestro vecino. Y con ello entenderemos que el otro no es alguien veleidoso, inmoral, ciego, insensible, vacío, sino que también se acepta como persona en un proceso no concluido. En cualquier caso, aunque llevar a cabo todo esto sea complejo y duro, lo vamos a realizar porque no se trata de un capricho de engordar siglas sino de construir Euskal Herria.

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