Iker Casanova
Sortu - Bizkaia

La leyenda de Jon Idigoras

Puede suceder en cualquier lugar del mundo, en el rincón más lejano o en un baserri de Amorebieta-Etxano, pero de vez en cuando aparece una persona que jamás se arrodilla, que no soporta ninguna tiranía y que convierte su vida en un permanente acto de rebeldía, de lucha, en un canto a la dignidad humana. Y esa persona se convierte en leyenda

Toda leyenda tiene un inicio y la de Jon Idigoras comienza cuando eligió nacer en 1936, año aciago marcado a fuego por el terror fascista, que también marcaría a fuego al año siguiente Gernika y la propia Zornotza. Entre ruinas de edificios quemados por los bombardeos, Jon creció como un raposo salvaje, astuto y escurridizo, convirtiéndose literalmente en un enfant terrible, una especie de Bart Simpson euskaldun, que convertía la vida en fruta robada que comía con la voracidad de quien quiere saciar a la vez el hambre y el apetito de transgresión. El niño Jon, en los oscuros 40, en medio de la pobreza de la posguerra, eligió la dignidad, eligió ser ‘Tasio’ y no uno de ‘Los Santos Inocentes’.

El propio Jon reconocería que esa ansia infantil de romper todas las normas le llevó en ocasiones a hacer daño con sus trastadas a gente que no lo merecía, y que por eso es importante discernir aquellas normas que garantizan la convivencia de aquellas otras que están hechas para inventar una superioridad injusta de unas personas sobre otras. Y eso es lo que fue aprendiendo Jon a medida que pudo racionalizar lo que tan temprano se le manifestó como simple instinto indómito. El potrillo salvaje se fue convirtiendo en un rebelde con causa.

Primero qué es, ¿lo social o lo nacional? Algunos han hecho correr ríos de tinta en un debate en el que citan a importantes filósofos de nombres altisonantes. Para los 20 años a Jon le habían zurrado la badana muchas veces tanto por lo nacional como por lo social, así que su dilema no fue tal, y más teniendo en cuenta que los que le zurraban por ambas cosas eran los mismos. Así que se dio cuenta de que cuando cobraba en el Aberri Eguna coincidía con algunos con los que cobraba también el 1 de Mayo. Había que buscar un espacio donde estas dos luchas se unieran y se encontró con la entonces naciente ETA, que unió ambas en los años 60. Independencia y socialismo. Había nacido la izquierda abertzale, de la que Jon era parte antes aún de que fuera inventada, y en la que se encontró como pez en el agua. Un obrero para el Frente Obrero.

La luchas laborales le llevaron a compartir reuniones con los míticos líderes del sindicalismo vasco, dirigentes de UGT, CCOO o de ETA. La comisaría o la cárcel eran también punto de encuentro. Mientras ellos minaban la credibilidad del franquismo ante los ojos del pueblo y del mundo, el PNV, a excepción de su rama juvenil, perfeccionaba una técnica de lucha que ya se ha hecho mítica: esperar a que otros creen las condiciones de las que más tarde ellos puedan aprovecharse. Así eran las cosas en los 60. Mientras Jon Idigoras era torturado en mazmorras medievales en las comisarías de Indautxu o La Salve por unos policías que pocos años después serían «nosotros los demócratas», otros seguían protagonizando una oposición tan clandestina que nadie se enteró nunca de que hicieran nada. Discreción, era su consigna entonces y ahora. Eran otros los que sacudían el árbol y no para repartirse las nueces, sino para derribar la vieja estaca podrida. El precio: tortura, cárcel, exilio...

Bandas y Burgos, Melitón y Etxebarrieta, Basauri y Carabanchel, grises y verdes, Carrero, Txiki y Otaegi... cayó la estaca y se puso en marcha el debate entre los que querían poner una estaca nueva, sólida y bien barnizada para seguir atando a ella a pueblos y clases, y quienes defendían una libertad sin más límite que el pueblo decidiendo. Las cartas se ponen sobre la mesa y mientras los guardianes de la pureza revolucionaria se unen a los de la oposición discreta en la aceptación del juego auspiciado por los tahúres de la reforma, los «pequeño-burgueses» nacionalistas son los que mantienen viva la llama de la resistencia y la demanda de ruptura. Su diagnóstico estaba claro: la transición era una maniobra gatopardista para no tocar la cuestión de fondo, la opresión estructural del Estado español sobre los pueblos y sobre las mayorías trabajadoras.

Nacen nuevos instrumentos para hacer frente a un nuevo contexto y entre todos destaca la Unidad Popular. Jon se incorporará a HB aunque para ello tenga que dejar con pesar la organización que representaba su gran sueño, LAB, el sindicato de clase y abertzale que ayudó a crear en 1974. No fue fácil construir HB en el plano ideológico. Pero dejando al margen purismos y sectarismos se consiguió reunir en una organización a casi todas las formaciones y militantes independientes que habían protagonizado la resistencia frente al franquismo desde posiciones abertzales y de izquierda y que ahora no comulgaban con el franquismo reformado. En palabras de Jon: «Había de todo, como en botica: marxistas, social-demócratas, intelectuales, empresarios, deportistas de fama internacional, profesores de universidad, sindicalistas, trabajadores y hasta el propio Telesforo Monzón, ex ministro del primer Gobierno Vasco y ex jelkide con porte aristocrático». Unidad táctica y altura de miras.

Ahora que el Régimen del 78 parece desmoronarse, cabe recordar a aquellas personas lúcidas que ya en su momento señalaron que sin afrontar un cambio estructural, una ruptura democrática que diera la decisión a pueblos y personas por encima de oligarcas, militares y obispos, el Régimen solo se trasmutaba sin variar su esencia profunda. Por eso hoy sabemos que necesitamos recorrer nuestro propio camino, Euskal Bidea, para que podamos materializar la Primera ruptura, que dé pie a la República Vasca, en vez de encontrarnos con el fraude de una Segunda transición de 360 grados...

Y el resto es historia. Recordamos a Jon acosado una y otra vez, convertido en pim pam pum de la derecha mediática. Jon denunciado, Jon agredido, Jon detenido, Jon tiroteado, Jon encarcelado... Jon con su peludo mostacho mexicano, pero sin un solo pelo en la lengua, haciendo reír, haciendo llorar, haciendo pensar, haciendo luchar... Peleando siempre por los derechos de este pueblo, soñando con una paz en libertad que no pudo conocer y de la cual hoy estamos más cerca. Una paz justa en cuya búsqueda, leit motiv de los últimos años de su trayectoria política, llegó a entrevistarse hasta con el Rey de España, aunque para ello tuviera que ponerse corbata... París bien vale una misa, dijo Jon al respecto.

Su carácter jovial y su verbo acerado, su humor corrosivo y su infinita modestia, su lenguaje llano y sin adornos... han provocado que a veces recordemos únicamente al Jon más histriónico y cercano y nos olvidemos de que Jon Idigoras era también un profundo analista de la realidad política, que con una mezcla prodigiosa de intuición y reflexión se situó por delante de muchos y estuvo al frente de cambios históricos. Vivió momentos de los que construyen futuro y compartió militancia con otros nombres de resonancias míticas: Brouard, Argala, Txomin, Periko, Txillardegi, Ziluaga, Iribar, Monzón, Tasio, Aizpurua, Gorostidi... Peleó hasta que le falló su pellejo viejo y arrugado y murió al pie del cañón, prematuramente cascado por una vida en la que lo dio todo y no se reservó nada para sí. Por eso es una leyenda.

Como ha dicho recientemente otro de los grandes, los años de militancia y cárcel no son años perdidos sino años invertidos en una lucha que estamos ganando. Por eso algunos, solo algunos, pueden mirar hacia atrás con orgullo y hacer un balance de su vida como este: «Ahora mismo, con 62 años y una salud quebrada, desde la soledad de la celda en la prisión de Basauri, dejo correr mi imaginación con un nudo emocionado en la garganta. Aquel niño rebelde se ha convertido en este sexagenario, preso por defender sus ideas, por rebelarse, siempre rebelarse, contra la imposición, y llego a la misma conclusión: ¡que se jodan todos! ¡Ha merecido la pena! Y no conseguirán dominar a aquel potrillo salvaje que hoy es un jaco renqueante. Que se jodan otra vez, porque he vivido como he querido».

¡Que se jodan, Jon! Que tú eres leyenda y ellos una gris nube de olvido...

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