Pedro A. Moreno

La mano de Irulegi

Una vez más, se puede afirmar alto y claro y con luz y taquígrafos, que Nafarroa, mucho le pese a los fachas de UPN, es vasca de la Ribera al Roncal y de Baquedano a Viana.

Teoría para repensar el imaginario colectivo vasco: El «País Vascón» –Nafarroa– como matriz histórico-lingüística del pueblo vasco.

El día 14 de noviembre nos levantábamos con la noticia de que investigadores de la Sociedad de Ciencias de Aranzadi habían descubierto el texto más antiguo escrito en lengua vascónica (antecedente del euskera). La inscripción está escrita en un sistema gráfico procedente del ibero y consta de cinco palabras, la primera de ellas y por ahora la única descifrada es «sorioneku» (afortunado, bienaventurado). Esta afamada mano de bronce estaría datada en el siglo I a.C. –aproximadamente– y parece ser que el motivo de su buen estado sería a causa de un ataque –y posterior incendio– que recibió el poblado vascón de Irulegi en el contexto de las Guerras Sertorianas (guerra civil romana que se vivió en Hispania).

Pues bien, este hallazgo podría reforzar la hipótesis de que el ibero y el vascón estuvieran emparentados o fuertemente influenciados el uno con el otro. La teoría vascoiberista –algunas de sus afirmaciones hay que cogerlas con pinzas– es muy rica y posee diferentes líneas de investigación, estas irían desde las más antiguas representadas por Esteban de Garibay, quien en 1571 fue el primero en publicar algunas de las etimologías vascoibéricas, hasta otras más recientes como las que defiende el lingüista alemán Theo Vennemann, con su teoría del sustrato vascónico.

Seguramente, y esto es una hipótesis fundamentada en lo que he estudiado al respecto, resulta muy probable que no solo el euskera y el ibero fuesen parte de una misma matriz lingüística, sino que también, podrían formar parte de la misma muchas otras lenguas europeas previas a la invasión indoeuropea. Pero como digo, esto no son más que elucubraciones e hipótesis que con el paso de las décadas o de los siglos podremos dirimir o ¿quién sabe?, igual nunca lo sabremos. Lo que es un hecho, es que el descubrimiento de “La Mano de Irulegi” acerca la yesca a las teorías próximas a que el euskera es una lengua aborigen de Iberia y territorios circundantes y la aleja de aquellas otras teorías como la vascocaucásica o la vascobereber, que también de otras muchas más popularizadas, como la que indica que el euskera habría llegado a Nafarroa desde Aquitania. Hipótesis que choca de bruces con el nuevo hallazgo, ya el aquitano estaría testimoniado entre los siglos I y III d.C. y el descubrimiento de Irulegi se emplazaría en el siglo I a.C. Por lo cual, es importante preguntarnos: ¿Tenemos que seguir las teorías existentes sobre el origen del euskera al pie de la letra? En mi caso, creo que no es así y que deberíamos ir renovando las mismas según fuésemos teniendo más evidencias científicas.

Dicho esto, y volviendo a la teoría de la posible relación que podría existir entre la lengua vascónica y el ibero, es importante recordar que del ibero solo conocemos su alfabeto, pero no sabemos lo que significaban sus palabras, por el contrario y debido a la supervivencia del euskera, sí podemos identificar y traducir la primera palabra de la inscripción de «La Mano de Irulegi”, que pese a utilizar el alfabeto ibero, está escrita en lengua vascónica. Una de las evidencias por la que podemos aseverar que la inscripción está en lengua vascónica, radica en la presencia de la «T» en el hallazgo, ya que este símbolo no aparece en el alfabeto ibero. El hecho de que los vascones utilizaran el alfabeto ibero pone sobre la mesa la posibilidad, como ya he dejado entrever con anterioridad, de que el protoeuskera y el ibero estuvieran emparentados o ampliamente influenciados.

Este nuevo descubrimiento arqueológico y frente a las inexistentes pruebas de poblados de carácter vascón o de vestigios protoeuskerikos de similar antigüedad en la CAV (Comunidad Autónoma Vasca), desbloquea el camino a diferentes hipótesis hasta la fecha radicalmente rechazadas como la de la vasconización tardía. Otro de los ejemplos que tenemos en territorio vascón sobre descubrimientos que vinculan el protoeuskera al emplazamiento original que ocupaban los vascones, son las cecas vasconas – Baskunes, Ontikes, Unambaate, Bentian, Arsakos, Arsaos, Olkairun o Tirsos-. Existen también otras evidencias que constatan el uso del proteuskera en territorio vascón, como es el descubrimiento en 2008 por el profesor Javier Velaza, de una inscripción en la localidad navarra de Olite/Erriberri. Velaza en su trabajo «EPIGRAFÍA Y LITERACY PALEOHISPÁNICA EN TERRITORIO VASCÓN: NOTAS PARA UN BALANCE PROVISIONAL» expone lo siguiente:

«Al sudeste de Andelo, y en un territorio que hasta ahora tampoco había proporcionado epigrafía prerromana, en Olite, ha sido descubierto hace muy poco un testimonio extraordinariamente interesante, aunque por desgracia también incompleto.26 Se trata de un fragmento de inscripción sobre soporte pétreo y escrita en sentido sinistrorso (fig. 2). A pesar de lo disminuido de su texto ]en : s[, parece suficiente para descartar que su lengua sea la celtibérica, en la que no hay finales en –n ni inicios de palabra en s-, de modo que también resulta dudoso que su signario sea el celtibérico. Quedan abiertas, en tal caso, dos posibilidades: la de que signario y lengua sean ibéricas y la de que el signario sea de ascendencia ibérica y la lengua sea vascónica —lo que se compadece bastante bien con un final de palabra en –en, como es sabido—. Lamentablemente, poco más se puede deducir de un documento que se nos ha conservado en condiciones tan precarias.”

He de decir que nada descarta que existan restos arqueológicos que confirmen la presencia de lengua protoeuskerika en tierras gipuzkoanas, alavesas o bizkainas. Por ahora y en 2022, no existen evidencias científicas que confirmen su presencia en esos emplazamientos. Cierto es, que al hilo de esto que comento y por ser rigurosos, debemos tener en cuenta que en una parte de Gipuzkoa –Oarsoaldea– vivían los vascones.

Es evidente que el hallazgo de Irulegi, de las monedas vasconas o de la tablilla de Olite (todos ellos en territorio navarro), dan pie a la especulación de una llegada tardía del euskera a la actual CAV (Comunidad Autónoma Vasca). Esto no quiere decir, por otro lado, que las tesis íntegras de la vasconización tardía sean ciertas. De hecho, después del descubrimiento de Irulegi y otros como los de la tablilla de Olite, podemos llegar a aseverar – como ya he mencionado antes– que la hipótesis de que el euskera entró en Navarra desde Aquitania y de ahí pasó a la CAV, sería rotundamente falsa. Algunas otras hipótesis sobre la vasconización tardía, que podemos «coger con pinzas» pero que pueden ser útiles tras el descubrimiento de Irulegi, son las del ministro de la Segunda República e historiador castellano Claudio Sánchez Albornoz, que consideraba que los vascones habían invadido, después de la caída del Imperio Romano en Hispania, los territorios que ocupaban los várdulos y caristios empujándolos hacia Castilla. Una de las curiosidades que se vinculan con la hipótesis de Sánchez Albornoz, es que las fronteras dialectales de los actuales euskalkis marcarían las lindes de las viejas tribus primitivas (várdulos y caristios). De esta manera y según sigue especulando el historiador madrileño, las tribus de várdulos y caristios tras la llegada de los vascones tomarían el euskera como idioma y lo adaptarían a partir del siglo V creando sus propias formas dialectales. Dialectos vascos que se conservan en nuestros días. Otra efeméride que se puede destacar al hilo de lo que comenta Albornoz, es que el primigenio Reino de Castilla recibió el nombre de Bardulia o Vardulia.

Por su parte, Koldo Mitxelana, nada defensor de la hipótesis de la vasconización tardía, nos indica en su artículo «Lengua común y dialectos vascos» publicado en 1981, que los dialectos no podían ser muy antiguos, debido a dos razones:

· El amplísimo número de características comunes en todos los dialectos. Lo que resultaría imposible si estos fueran muy antiguos.

· El gran número de innovaciones comunes en todos los dialectos. Circunstancia que resultaría muy difícil sostener de ser muy antiguo el fraccionamiento dialectal.

Estas razones, junto con las abundantes palabras provenientes del latín, las cuales han seguido una evolución similar en todos los dialectos, sería otra de las fundamentaciones por la cuales Mitxelena data la fragmentación dialectal en el siglo VI d.C.

El tema de la toponimia es uno de los argumentos que más se suelen esgrimir a la hora de negar la llegada tardía del euskera a la Comunidad Autónoma Vasca, supuestamente por el arraigo de la toponimia vasca en el territorio mencionado. Si hablamos de toponimia de manera genérica, nos encontramos con territorios como la Mancha donde la toponimia es principalmente castellana, pese a que la anexión de este territorio al Reino de Castilla se inició en el siglo XI-XII. Así lo expone Francisco Moreno Fernández, de la Universidad de Alcalá de Henares, en su trabajo "Toponimia de la Mancha: Caracterización general":

Los topónimos son testigos de la forma en que unas tierras fueron repobladas. En el Común de La Mancha, la repoblación, si bien se inició con Alfonso VIII, se culminó en época muy tardía 13. Hasta la batalla de las Navas, la Orden de Santiago no pudo extender su labor pobladora muy al sur.

Por su parte, el investigador de los apellidos navarros Eneko Bernaldo de Quirós, indagando sobre el origen de los apellidos vasconavarros espetaba lo siguiente en un artículo en "Diario de Noticias de Navarra":

«Muy pocas veces coincide que un apellido que pasó por un pueblo hace 400 años siga existiendo ahora».

Si unimos esta afirmación a que muchos de los apellidos de muchas personas vascas se corresponden con lugares, podríamos especular con que la toponimia no es motivo suficiente para vincular la presencia de un idioma en un momento y lugar histórico muy lejano en el tiempo (época prerromana).

Con relación a esto, el filólogo vasco Joseba Abaitua nos ofrece algunas claves en "Sobre la estratigrafía lingüística del País Vasco" que divide en cinco puntos:

Con los datos disponibles, podemos afirmar con relativa certeza que:

Hubo una alta unidad y cohesión de la lengua en el momento previo a la fragmentación dialectal (siglos V-VII).

Contamos con un modelo que explica la cronología y expansión espacial de los dialectos.

La lengua que conocemos desde los primeros testimonios literarios tiene un pasado reciente, cercano y trazable; no remoto e inescrutable.

El antecesor común a todas las variedades no estaba disperso por el amplio territorio que la historiografía lingüística suele atribuirle, sino que se localizaba en un espacio concreto y relativamente acotado.

La identificación de los préstamos más antiguos y comunes aportan además indicios de un origen en contacto con las primeras hablas romances del Pirineo occidental (protogascón y protoaragonés).

Son argumentos que confluyen y contradicen el supuesto tan arraigado en la bibliografía vasca (cf. Roberto González de Viñaspre, Joaquín Gorrochategui, Joseba Lakarra, Elena Martínez de Madina, Patxi Salaberri, Valeriano Yarza, Luis María Zaldua, etc) acerca de la ancestral presencia de una o varias lenguas protovascas en áreas en las que la toponimia ofrece evidencias de lo contrario.

Sea como fuere y a día de hoy, poco importa a efectos prácticos que várdulos, caristios y autrigones –algunos dicen que incluso berones– hablasen protoeuskera o si el euskera llegó en el siglo V a la actual Comunidad Autónoma Vasca, debido a que en la actualidad, igual que no podemos negar que la gente de Albacete son castellanos– pese a incorporarse a Castilla en el siglo XIII –hace 800 años–, tampoco podemos negar que los bizkainos, gipuzkoanos o alaveses son vascos, pese a que, y en el peor de los casos para los más puristas del nacionalismo vasco, se pudiera confirmar que el euskera llegó a estos territorios tras la caída del Imperio Romano en Hispania. Conviene recalcar que incluso si se confirmara esta hipótesis, vizcainos, alaveses y guipuzcoanos llevarían la friolera de más de un milenio y medio bajo dominio e influencia vascona.

Lo que sí que es cierto, es que el hallazgo de "La Mano de Irulegi" va a trastocar tanto los imaginarios colectivos de la derecha foralista española, como del nacionalismo vasco de corte aranista. Nafarroa, como corazón del protoeuskera en la antigüedad y cuna de la nación y el pueblo vasco, supone un grave problema para unos foralistas navarros que siempre han querido desvincular lo vasco de lo navarro cuando realmente y como ya se sabía, pero tras este hallazgo podemos aseverar con más determinación que nunca, lo navarro es lo vasco sin matiz alguno, es decir, todos los y las navarras son vascas. Además, es importante recalcar que si no fuera por el peso o poso histórico que ha dejado el Reino de Navarra, esta tierra vascona, muy posiblemente podría haber sido denominada como el «País Vascón», mientras que a Bizkaia, Alaba o Gipuzkoa las podrían haber denominado como las provincias vascas más occidentales adheridas más tardíamente a este concepto –vascón– que deriva de la tribu que habitaba en la antigüedad la actual Nafarroa y sus zonas circundantes.

Nafarroa, por lo tanto, y como ya he indicado, supondría la matriz principal del pueblo vasco según todos los hallazgos arqueológicos. Por lo que, una vez más, se puede afirmar alto y claro y con luz y taquígrafos, que Nafarroa, mucho le pese a los fachas de UPN, es vasca de la Ribera al Roncal y de Baquedano a Viana.

Por otro lado, la construcción contemporánea de la nación vasca se basa en una edificación aranista que parte de Bizkaia y de sus símbolos (el Árbol de Gernika o la Ikurriña) y de la centralidad de Bilbo como capital artificial de Euskal Herriak para cualquier tipo de evento o manifestación de carácter nacional. El hallazgo de este año 2022, junto con otros ya mentados en este texto, evidencian la necesidad de redefinir el relato de la identidad vasca y de las características principales del país, tanto a nivel geográfico o arquitectónico como simbólico o climático (no todo el país es eminentemente verde, ni en todo el territorio hay caseríos, de igual modo, que no todo el clima de Euskal Herriak es principalmente lluvioso, que tampoco, es para todas las vascas el mar un elemento cultural vertebrador).

Si nos referimos a la simbología que actualmente arropa o acoge el movimiento euskaltzale de izquierdas, podríamos remarcar la necesidad que existe de repensar nuestra simbología y desde luego y en esta temática concreta, apostar por el pendón navarro republicano como símbolo nacional –deriva del escudo de la Dinastía Ximena (1150-1234)–, en detrimento de la ikurriña aranista por dos motivos principales: el primero de ellos puede enraizarse en su peso histórico– nace en el siglo XII– y el segundo motivo y para mí más determinante, es que este pendón, en contraposición a los diseñados por Arturo Campión o Sabino Arana, ni tiene corona, ni tiene cadenas, que tampoco, porta ninguna cruz que represente a ninguna religión –destaco esto último, puesto que el agnosticismo debe de ser clave para cualquier pueblo que se diga laico–.

Para ir cerrando este trabajo, me gustaría dejar claro, que hoy en día aún no sabemos, a ciencia de cierta, la verdadera sociología lingüística de la Euskal Herria prerrománica. De hecho, y tras el hallazgo de «La mano de Irulegui”, surgen incrédulos detractores como el profesor Patxi Mendiburu, el cual señala que el descubrimiento que se ha producido en el Valle de Aranguren podría estar vinculado a los préstamos latinos que tomaron los vascones de los romanos, lo expone así:

«‘Sori’ (hoy ‘zori’) proviene, de ‘sors’, ‘sortis’, ‘suerte’ (latín puro, como ‘agur’, buen augurio). Lo dice Caro Baroja en ‘Las brujas y su mundo’ (Alianza, 1986). ‘Pájaro’ se dice ‘txori’ y, para algunos, su origen sería así: ‘txori’, ‘xori’, ‘zori’. Y también provendría de ‘sors’, ‘suerte’, por su capacidad de presagiar hechos. Lo mismo que ‘sorgina’ (‘bruja’). Vendría de ‘sors’ y ‘egin’, es decir, ‘quien hace la suerte’... ‘on-eku’, ‘de buena’ es el genitivo de ‘on’, ‘ona’, proviene también del latín ‘bonus-a-um' (‘bueno’)».

Ante tales reflexiones solo puedo espetar: ¿y qué? ¿Qué más da si eso fuera cierto? Hasta donde yo sé, las investigadoras de este hito arqueológico ya reconocen que la mano de bronce está escrita en alfabeto ibero, lo cual supone un préstamo y, por lo tanto, la «no pureza» del protoeuskera de la época ¿De verdad alguien en su sano juicio puede pensar que un idioma tan antiquísimo puede pasar milenios sin tomar préstamos de otros idiomas o incluso llegar a fusionarse?.

Dicho esto, digo a reglón seguido que no comparto las afirmaciones de Patxi Mendiburu sobre su escepticismo en torno al descubrimiento. En mi opinión y hasta que se demuestre lo contrario, las evidencias científicas apuntan a que la inscripción de la famosa mano está escrita en protoeuskera.

El tiempo dirá, lo que es cierto es que Euskal Herriak ha sido y sigue siendo un país con una gran diversidad que debe hacernos repensar los corsés que le colocamos a la identidad vasca del presente, los cuales, en muchas ocasiones, ahogan a este pueblo. Nuestra diversidad, fruto de quiénes éramos, junto con la riqueza que ha aportado a este pueblo, los que han llegado a lo largo de su historia o el legado de aquellas que ya no están, pero que nos han dejado diversidad y mestizaje a esta cultura en movimiento, componen los ingredientes perfectos para decir que todas somos vascas en los siete herrialdes, a la par que todas somos diversas, debido a la evolución interna que ha tenido el euskera, junto con la diferente composición sociológica fruto de los movimientos poblacionales durante miles de años que se han dado en nuestro seno.

Toca cerrar un artículo de investigación, el cual me ha servido para disfrutar y aprender, pero sobre todo me ha servido para reafirmarme en mis convicciones libertarias (ecosociales-comunalistas), ya que son estas, las que no permiten entender un pueblo desde los blancos o negros, sino que son esas ideas, las que me ofrecen las herramientas necesarias para abordar el estudio o la opinión sobre este tipo de temas, con la clara convicción de que "La Mano de Irulegi" representa un chasco tanto para esos españolistas que llevan decenios defendiendo la división entre lo vasco y lo navarro, como para aquellos nacionalistas vascos, que han defendido y defienden un tipo de nacionalismo redondeado y cuasi perfecto donde nada puede salirse del guion presente y donde Bizkaia ha ostentado un papel principal y preponderante en la construcción del pueblo vasco contemporáneo. Con esto no quiero decir que cambiemos Bilbo por Iruñea o Bizkaia por Nafarroa, solo digo que Nafarroa, debe recuperar su importancia dentro del imaginario colectivo vasco, con sus expresiones musicales (jotas) y con sus paisajes llanos (zona media) o desérticos (Bardenas) entre tantas otras cosas... ¡Ojalá!, se puedan recuperar también dentro de esa nueva composición de lo vasconavarro sus euskalkis perdidos. No nos quepa duda, que esta acentuación de lo navarro en el imaginario vasco, es un trabajo que tenemos que hacer de puertas para dentro de los siete herrialdes, pero también, de puertas para fuera, con el objetivo de que las gentes que viven fuera de este país no identifiquen solo al País Vasco con el mar, las montañas, el verde o los caseríos.

Somos una diversidad presente que bebe de un sustrato único e inigualable en términos lingüísticos dentro de Europa, pero también somos un pueblo con sus fallos y errores, con su leyenda negra y sus potenciales claros. Un país que se ha construido con los y las de aquí, pero también, con las que hemos llegado de fuera, ya fuese en el siglo XXI como en el siglo III a.C. Es hora de construir una idea de Euskal Herriak abierta, inclusiva y con memoria. Una tarea que es de todos y que debe confrontarse contra los relatos uniformizadores, homogeneizadores o cuasi épicos de pueblo especial o elegido que nos pretenden vender todos y cada uno de los nacionalismos pasados, presentes o futuros.

Iruñea, 17 de noviembre del año de La Mano de Irulegi.

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