Iñaki Uriarte
Arquitecto vasco

La medida del espacio público

Es preciso una nueva relación de la ciudadania con su espacio vital próximo. Y especialmente a no tolerar la irresponsable anormalidad que supondría volver a la mal denominada normalidad en este y otros tantos aspectos.

El ser humano en su configuración posee una antropometría es decir una relación entre las medidas y proporciones del cuerpo que en su vinculación con la arquitectura ya fue divulgada por el arquitecto romano Marco Vitruvio Pollione (c80 aC-c20 aC ) y muy posteriormente difundido por el polifacético artista Leonardo da Vinci (1452-1519) en su conocido dibujo "L'Uomo Vitruviano" hacia 1490 como un símbolo del Renacimiento. Ya más recientemente Charles-Édouard Jeanneret-Gris, reconocido como Le Corbusier (1887-1965) estudia estos tratados y define una escala de medidas tomando al hombre como patrón en sus diferentes funciones, que se recopilarán en dos importantes libros "Le Modulor" (1948) y "Modulor 2" (1953).

Situándonos en esta próxima nueva era para la humanidad, el tiempo pospandémico, y limitando su consideración al espacio público como un elemental derecho humano, parece oportuno denunciar públicamente la progresiva mercantilización y usurpación del sentido social de la ciudad y sus lugares comunes de tránsito y encuentro, del sentido de ágora urbana. Es una inadmisible agresión consentida por las todas administraciones, desde la gubernamental a la municipal a una prepotente y al parecer sospechosamente protegida hostil hostelería.

En el ámbito nacional de Euskal Herria y más concretamente de sus capitales y ciudades importantes es imprescindible rebelarse contundentemente con una enérgica reacción colectiva en defensa del territorio público sustraído y más ante las amenazas que, sin decencia alguna, el cártel de la hostelería ha lanzado y las administraciones tan sumisas al gremio, con rituales y banales excusas acatan. Actualmente el peligro principal de la ciudad es este predominante colectivo colonizador en lo exterior de la calle y antihigiénico en el interior de sus locales.

Es preciso una nueva relación de la ciudadania con su espacio vital próximo. Y especialmente a no tolerar la irresponsable anormalidad que supondría volver a la mal denominada normalidad en este y otros tantos aspectos. El vacío generado por el miedo y el confinamiento debería ser llenado de racionalidad y reflexión, de colectividad y autoestima. En esta alarmante situación algunos intervenimos de modos diversos.

Espacio mínimo

Se propone adoptar un Modulo Métrico Mínimo Libre del Espacio Público Urbano,  M3M LEPU, es decir una zona armónica de tregua o pacificación de 3 metros, una medida saludable.

Este parámetro de medida es el margen que recomienda el uso racional del espacio público, el intervalo ente un transeúnte y otro caminado en el mismo o sentido opuesto, especialmente si lo hacen con una criatura de la mano, o en sendos cochecitos, el cruce de dos personas en silla de ruedas manuales o mecánicas, de personas con maletas de ruedas, de un repartidor con carretilla, caminantes con paraguas, o respecto a la persona que mira un escaparate u observa una fachada, que espera para cruzar la calle, que permanece parada hablando con otra. Un ratio saludable.

Este M3M, debería ser a partir de ahora una referencia básica, un modulo de diseño más factible en los nuevos espacios públicos urbanos y especialmente también de corrección en los existentes dentro de las posibilidades de la configuración urbana actual, tanto en horizontal como en vertical, sin servidumbres de toldos.

El concepto de mínimo posee una voluntad de espacialidad vital debe entenderse como punto de partida, no como norma a aplicar regularmente pero si a corregir déficits. Tampoco debe valorase como una distancia deshumanizante entre el yo y el prójimo, es un intervalo de coexistencia momentánea, una distancia física de respeto y aprecio interpersonal a la vez que efectivo, afectivo. 

Este módulo, vital, de tres metros libre de todo obstáculo, es la separación que debe imponerse, cuando la anchura de la acera lo permita, y si no se amplía, entre la linea de fachada de una calle o plaza y cualquier otro elemento de delimitación, sea el bordillo separador de la calzada, el mobiliario urbano público, arbolado, jardines, balaustrada o barandilla que protege desniveles, pasos y pasarelas, vía de tranvía, borde fluvial o de canal, paseos marítimos, excepción por la complejidad de actuales trazados en cornisa sobre el mar y por afección en senderos de monte, u otra alineación de fachada próxima paralela en el caso de los centros históricos. Obviamente deben eliminarse inmediatamente todos los artefactos comerciales adosados a locales, principalmente bares, carteleras, barriles o figurines por muy pintorescos que sean ya que además degradan el paisaje urbano.

El ruido es un agresión ambiental y el silencio es una cualidad de sensibilidad de los lugares e intrínsecamente un síntoma de convivencia, educación y urbanidad que con la descontaminación parcial, como un retorno de la naturaleza a la urbe estamos percibiendo y valorando muy satisfactoriamente. La sociedad debe decididamente reapropiarse de la calle, la ciudad es la sede social del ser humano.

Buscar