Iulen Lizaso

La minoría que nos sobran

Me prometí a mí mismo no volver con estas temáticas para siembra en el desierto, en razón a no percibir ningún cambio, tanto en esa gran mayoría ciudadana adormecida y anestesiada por los medios, como en general en la hasta hoy minoría disidente autocongelada hasta tiempos más cómodos donde volver a escenarios populares y plazas públicas. Ahí no dejo ni una lágrima del dolor ni una gota del «sudor» que a veces conllevan estos escritos.

Este ratito excepcional, en homenaje al hijo que suicidaron al tomar las riendas de un pequeño agronegocio familiar. En reconocimiento a su desgastado padre, buen amigo y trabajador incansable en el campo andaluz. Luchador agradecido por la tierra y el agua que las tomó como herencia de cielos, para reparto igual que en vano quiso Dios que así fuera... así los montes comunales arrebatados.

Estando ese poder en manos de dioses terrenales con nombre, siglas políticas privatizadoras a favor de empresas voraces del Banco del Agua y saqueadoras del agua de Doñana (en este particular), completan «esposas» con el oligopolio energético, sindicatos agrarios, ONGs y grupos ecologistas en labor de mediación traidora... ¿Qué les queda? No, salir con los tractores a la carretera a limosnear a corruptos, si salir de la caverna de una UE «dolarizada» por la OTAN.

Líderes políticos y sindicales sin matria, en labor de hechiceros «bienpagaos» para entretener a su mayoría patriótica, lo mismo española, vasca o catalana. Intelectualmente infantilizados y moralmente inmaduros, en razón a que en esta coyuntura de acoso existencial y gran quebranto en la salud global como se da hoy (¿acaso no lo saben ni conocen sus causas?) aún sustentan su base de acción sociopolítica, educativa y sanitaria, desde sus prioridades sectarias y económicas, que equivale a inhumanas. Alineados por una Agenda global, con la amenaza máxima de la dictadura sanitaria que quiere imponer la OMS y que todos los partidos en el estado lo han aprobado para mayo... EH Bildu también.

Llorando como un niño y con cerca de 80 años, me llama desde la carretera, donde iban parando camiones provenientes de Marruecos con frutas, verduras y hortalizas «envenenadas» para ese gran público español que compra lo menos caro. Para los niños de comedores escolares, hospitales y residencias de ancianos. Para esa mayoría «sobrante» que aún necesita comer y no tanto enfermar; no por un bichito visible en el menú de un comedor escolar, sí por la dosis invisible de agrotóxicos, casi a diario en el plato de nuestros niños.

Sin ninguna violencia, pararles con ánimo de coger muestras de cada producto y llevarlo a analizar y hacerlo público por si a alguien se le cae la máscara. Pudiera ser a quien en vez de enviar al Seprona para analizar esas muestras, envían a todos los cuerpos policiales con sus motos y perros para proteger aguacates, fresas, judías verdes, frambuesas, tomate de varias clases, pepino, calabacines, pimientos y berenjenas de origen marroquí, con trazas tóxicas de hasta 4 mg/kilo, cuando a nuestros agricultores, la UE les impone 0,010 mg/kg como medida cautelar para cuidar la salud de sus ciudadanos... ¡Cuanto cinismo!

Todo el mundo calla, pues desde jueces, médicos y empresarios españoles que trasladaron su producción al país de la monarquía más déspota, caprichosa y siempre amenazante del planeta, agradecen a un gobierno que naturaliza su chantaje, al consentir desmanes políticos y comerciales de quien atenta a la soberanía, integridad física y la salud de sus vecinos. Mano de obra tirada y monocultivos sin control de fitosanitarios como el glifosato en el país más mimado por la UE, provoca aquí, quebranto en la salud infantil, paro creciente y desesperación hasta el suicidio. ¿Cuándo sabremos la razón de tanto mimo?

Todo ello, en un sector primario hoy agonizante, que en su día hubiera podido «arrodillar» a una UE sobreindustrializada, protocolizada, corrupta y triste, y no, en cambio, sufrir las imposiciones castrantes y trato humillante como país PIGS al que le han ido mermando su riqueza natural: pesca, agricultura, agua, luz, clima, ríos, bosques, y apagando la generosidad humana en nativos con sentido de la hospitalidad y sobradas muestras de nobleza, simpatía y humor.

Nuestros gobernantes saben que producir en casa crea empleo e incrementa el PIB. Visto lo visto, también saben que hoy en día la mejor inversión en salud, es consumir producto nacional de los soleados campos castellanos, andaluces, extremeños y levantinos. Pero se da la paradoja de que, a pesar de ello, al agro español lo están dejando hundirse; y de que el incremento de cáncer infantil coincide con el de un menor consumo de producto natural de nuestras huertas.

Situados en este hoy, nos han hecho consumidores obligados y dependientes de esa tecnoentropía moral, económica y educativa de una protocolizada UE, de muy diferentes baremos morales y raseros de justicia a la hora de sancionar y dispensar subsidios y préstamos. Una UE, que desde su única, globalizada y mercantilizada comprensión de la salud, progresa hacia una pérdida total de soberanía para la autogestión de la salud en sus ciudadanos, que nos hundiría más y más en un neofeudalismo esclavizante antes ya conocido en Europa.

Así, cuesta creer que anteponen nuestra salud integral a sus intereses. Lo tendrán que demostrar de otra manera diferente a como lo vienen haciendo. Se lo tendremos que hacer saber de otra manera a como lo venimos tragando, pues el resto quizás, pero la verdad y la palabra no nos las pueden arrebatar.

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