Iñaki Uriarte
Arquitecto

La noche de los puentes de Bilbao

Todos estos puentes, excepto el de San Antón fueron denominados con apología triunfalista y de militares golpistas hasta el final de la dictadura

En 1937, tras los bombardeos de numerosas poblaciones vascas ordenados por el cabecilla de los militares sublevados contra la II República española, el criminal general Francisco Franco, se emprendió la toma de Bilbao. Ante esta situación la Junta de Defensa del Gobierno de Evzkadi recurrió a una clásica decisión bélica: dinamitar los puentes de una ciudad o territorio para impedir el avance del enemigo. Fue la noche del 18 al 19 de junio cuando todas las estructuras pontificias del ámbito del Ibaizabal hasta su desembocadura en el Abra fueron voladas.

La reacción de los invasores españoles fue la habitual reposición urgente con pasarelas provisionales para recuperar la movilidad entre márgenes de la Ría y proceder a continuación a proyectar y construir nuevos puentes en los mismos lugares que los destruidos y recuperar los dos dañados por la “barbarie rojo-separatista”, en total seis puentes.

Para controlar en todos los sentidos la Villa el régimen militar impuso un alcalde afín a los golpistas José María de Areilza (1909-1998), ingeniero industrial y abogado quien con enorme inmediatez organizó el proceso de reconstrucción. Nombró al arquitecto Manuel Ignacio Galindez (1892-1980) delegado de alcaldia para urbanismo y arquitectura e instauró la Oficina Técnica Municipal de Puentes Fijos dirigida por el ingeniero de caminos José Entrecanales (1899-1990) para proceder a reponer los cuatros puentes fijos destruidos: San Antón (1877), Pasarela de la Ribera (1881), La Merced (1887) y Arenal (1877). Para este proceso fueron convocados destacados ingenieros como José Juan-Aracil, Manuel Gil de Santibañez, René Petit de Ory, y los notables arquitectos Luis Vallejo, Fernando Arzadun, y Fernando de Urrutia.

A continuación se designó una Comisión de Puentes que estableció criterios y condiciones de todo tipo, entre ellas el mantenimiento de la navegabilidad, considerando que la actividad portuaria alcanzaba hasta el frente fluvial de Zazpi Kaleak por lo que las obras se realizaron con urgencia trabajando en turnos de ocho horas de lunes a sábados.

La laboriosa investigación realizada en todos los temas de tecnología y construcción, especialmente en puentes, por el aparejador y amigo Joaquín Cárcamo, permite definir conceptos equívocos transmitidos y copiados irreflexivamente durante décadas sobre la reconstrucción y autoría de los puentes de la Ría. De dicho estudio se han tomado referencias para este artículo. Cada proyecto fue firmado por tres ingenieros de caminos y tres arquitectos. No obstante, está documentado que en cada puente hubo un ingeniero encargado. En el de San Antón, José Juan-Aracil y en la pasarela de la Ribera, legendario lugar de notables puentes desde el primero colgante (1827), el supervisor fue René Petit con la colaboración en aspectos complementarios de Arzadun.

Respecto a los puentes móviles, la pasarela giratoria de San Agustín de propiedad privada (1892), y los basculantes del Ayuntamiento y Deusto, que habían sido inaugurados aunque no finalizados, en el precedente mes de diciembre se decidió que sus constructores acometieran la restauración bajo la supervisión de dos de sus autores, el ingeniero industrial José Ortíz de Artiñano y el arquitecto Ricardo Bastida, ya que el otro, el brillante ingeniero de caminos Ignacio Rotaeche, fue depurado. políticamente e incluso desposeído de su título. La pasarela no se consideró de interés reconstruirla ya que su función había quedado superada por el cercano puente del Ayuntamiento.

Todos estos puentes, excepto el de San Antón fueron denominados con apología triunfalista y de militares golpistas hasta el final de la dictadura.

Por este motivo parecía interesante recordar aquella trágica necesidad de dinamitar puentes que configuraban un reconocido patrimonio y paisaje urbano fluvial. Es por lo que se ha organizado para esta tarde noche un recorrido peatonal y en barco por los puentes de la Ría de Bilbao, en conmemoración del 85 aniversario de su destrucción.

En la ría, los puentes acogen a la marea que se sorprende al ser recibida con tanta solemnidad y advierten al río que no pase indiferente: un río es más hermoso cuanto más bellos son sus puentes.

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