La paradoja del Estado que carece de himno
La particular e incesante andadura del pueblo vasco por recuperar su referencia en tanto que sujeto político dentro del concierto internacional compuesto por entes estatales se ve de nuevo obstaculizado por una inoperante y contra producente iniciativa que hace dejación del caudal histórico que atesora nuestro pueblo y que gestionado de modo eficiente daría los frutos políticos que nos situasen en lo alto del ranking de los pueblos, que de manera determinada, presentase sus credenciales para que le sea restituida su estatalidad hoy secuestrada por el imperialismo franco-español.
La restitución implica necesariamente referirse a algo que ha sido sustraído, por lo tanto, existente. Nos referimos, en dicho contexto, al Estado de los vascos, Nabarra. Un Estado que el próximo año cumplirá 1.200 años desde su activación, bajo la denominación de Reino de Pamplona en sus principios y cuyo primer jefe de Estado en ostentar su jefatura fue Eneko Aritza.
Nuestro pueblo no ignora que ese Estado vasco disponía de su ordenamiento legal, administrativo y monetario, así como de su ejercito, el control efectivo de su territorialidad, sus Cortes estatales soberanas y cómo no, su himno y su enseña estatal.
En lo que compite al himno, el himno de las Cortes de Nabarra era, y por lo tanto debiese seguir siendo, al no existir renuncia por parte del pueblo vasco a su máxima institución, el que nos represente como entidad estatal del pueblo vasco. Si el objetivo político de muchos abertzales de este país es la creación de un Estado vasco, Nabarra les adelanta un sin fin de trabajo al ser sinónimo, no de creación, sino de reactivación de ese Estado vasco que anhelamos y por el cual generación tras generación, han dado lo mejor y lo más valioso de sí mismas por ver logrado ese objetivo político de vital necesidad.
Es por ello, que consideramos inoperativa y contra producente la iniciativa de querer adoptar al Gernikako Arbola como himno que representase a la nación vasca. La nuestra nación está representada por el Estado que se dio a sí misma y el cual posee su propio himno.
Esa es, pensamos, que debe ser la reivindicación que el pueblo vasco debe llevar en forma de clamor popular ante los ojos y oídos de la comunidad internacional, exigiendo la reinstauración de su Estado, a todos los efectos, dentro del concierto internacional de los Estados soberanos.
Es simplemente hacer uso de la lógica del razonamiento y constatar la inoperatividad de la iniciativa aquí mencionada con respecto a nuestro himno, que nos llevaría a un retroceso y a un paso más en el camino inverso y contrario a los intereses de nuestro pueblo, donde quedaría trastocado el razonamiento político y descartado y olvidado una de las herramientas más poderosas de la cual disponemos, como es recobrar la conciencia de que somos miembros de un Estado ocupado y no de una nación que deambula sin norte ni pasado por las tinieblas de la historia, con el que algunos parecen estar empeñados en considerar que este pueblo tardó hasta el siglo XX para activarse en el plano político. Una lectura, que aparte de no corresponderse con el activo político que logramos reagrupar, nos adentra en la vía de la infravaloración y la pérdida progresiva de todo rasgo de auto estima colectiva, tan necesaria en cuanto a la política se refiere.
Huelga decir que ni Iparragirre ni el Gernikako Arbola tienen culpa alguna de ser el centro de este desaguisado. Se trata más bien de una confrontación ideológica incipiente, latente y cada vez más visible entre el paradigma aranista y el paradigma estatal nabarro. Entendiendo por ideología la determinación del comportamiento por medio de las ideas.
El primero de estos paradigmas hace dejación del logro que supone habernos constituido en Estado soberano escudándose en que aguas pasadas no mueven molinos y basa su relato y su actuación en el pactismo con las fuerzas de ocupación y al abrigo de estas últimas, en condiciones de absoluta inferioridad política.
El segundo es portador del pensamiento del «gu gara iturri zaharreko ur berria» y advierte que nuestro pueblo se auto determinó hace ahora 1.200 años y que en lógica correspondencia, la retirada incondicional e inmediata de las fuerzas de ocupación hispano-francesas, así como sus respectivos servicios auxiliares, asentados todos ellos de manera ilegal en el País de los vascos, es el punto de partida y condición previa para toda resolución democrática de la situación imperialista, y por lo tanto delictiva, que oprime al pueblo vasco y a su Estado de Nabarra.
La evolución natural de los pueblos impregnados por su constante sed de libertad tiene hoy a su disposición los suficientes medios de información alternativos a la oficialidad, como para poder nutrirse de fuentes que rompan con el axioma impuesto por los poderes dominantes y si la situación lo requiere y si así lo desean, poder cotejar los datos con vistas a formarse un pensamiento derivado de sus propios esfuerzos de búsqueda y contraste que les permita determinar su comportamiento y tomar decisiones que redunden en beneficio tanto del colectivo como en el de las futuras generaciones.
Nuestro pueblo, sin duda alguna, no se quedará atrás en ese recorrido y las disposiciones que tome a bien para su ejecución serán fruto de un ejercicio de soberanismo muy difícilmente recuperable por quienes aspiran a mantenerlo en la inopia y en la indigencia ideológica.
Como bien expresaba José Martí, ser cultos para ser libres.
Nafarroa, lur haundi ta azkar beti leial, zure ospea da antzinako lege zaharra/ Nafarroa gizon askatuen sorlekua, zuri nahi dizugu gaur kanta/
Gaiten denok bat, denok gogo bat, behin betiko iritsi dezagun, aintza, pake eta maitasuna.