Amaia Almirall
Portavoz del grupo municipal de EH Bildu de Donostia

La paz y la convivencia deben ser inclusivas

Algunas fechas no deberíamos olvidarlas: hoy hace cuatro años la Conferencia de Aiete trajo la esperanza a la ciudadanía de este país, de Euskal Herria.

De la misma manera, recuerdo que tal día como hoy hace seis años, sábado también, salimos a la calle por el mismo motivo por el que lo haremos hoy por la tarde en Donostia. Cada aniversario se unen en mi mente estos dos 17 de octubre, porque, no estando relacionados entre sí, sí que lo están. Y porque en ambos casos, en situaciones y contextos y con objetivos diferentes, hubo capacidad para aunar sensibilidades de todo tipo.

Volvamos al punto de partida. Hoy hace cuatro años esta sociedad dio un paso colectivo de suma importancia en la construcción de la paz y la convivencia; aquel 17 de octubre de 2011, en Aiete, pusimos el cimiento para un futuro mejor del conjunto de la ciudadanía vasca.

En Aiete, agentes de todo tipo dibujamos un objetivo y una serie de tareas a realizar. En estos cuatro años se han dado pasos importantes: algunas de las expresiones violentas han desaparecido; se han adoptado medidas con el objetivo de reconocer el sufrimiento de todas las víctimas y promover su recuerdo; hemos tejido relaciones que hasta ahora parecían imposibles... La evolución de la propia sociedad vasca es el mejor espejo de los avances logrados durante este periodo.

Y sin embargo, todavía faltan eslabones imprescindibles en el camino dibujado en la Conferencia de Aiete. Las expresiones de violencia no han terminado en su totalidad. Muchas víctimas no han visto su sufrimiento reconocido y algunas de ellas se sienten olvidadas o esperan a que un día se aclare la verdad. Se siguen inculcando los derechos de los y las presas y sus familiares. A pesar de que hemos construido puentes, se percibe a veces como extrañas a las personas de la otra orilla. Y en general, las fuerzas políticas tienen, hoy por hoy, dificultades evidentes para dar respuestas positivas y prácticas a las demandas de la sociedad e, incluso, se muestran como un obstáculo en demasiadas ocasiones. La prueba evidente es la no conformación de la mesa de partidos. ¿O es que las fuerzas políticas no tenemos nada de qué hablar?

La paz y la convivencia, para considerarlas como tales, deben ser inclusivas. Reconozcámonos mutuamente el derecho de cada cual a hacer su relato; aceptemos que cada persona tiene sus experiencias y que si unimos todas ellas tendremos una verdad más completa, más integral. Pensemos como pueblo: que cada cual cuente su verdad y defienda el derecho del otro o de la otra, a hacerlo de igual manera. Demos pasos en la convivencia democrática: es legítimo que cada cual quiera desarrollar su proyecto político y es necesario que vea garantizada la posibilidad de materializarlo de manera democrática. Busquemos acuerdos y arreglemos de forma democrática e inclusiva los desacuerdos. Eso nos enriquecerá. Eso nos cohesionará.

Donostia ha sido duramente golpeada por la violencia. Asímismo, Donostia ha sido sede de la Conferencia de Aiete, y testigo, en estos últimos años, de iniciativas inclusivas que acogían a todo tipo de sensibilidades. Creemos que ése es el camino. Y que dinámicas y proyectos de carácter local en este ámbito pueden ayudar de manera decisiva al desarrollo general. Por ello, nuestra ciudad puede ser un lugar inmejorable para que las instituciones tomen la iniciativa para acometer dinámicas inclusivas: debemos encontrar puntos de encuentro en los que personas de diferente sensibilidad se sientan cómodas y puedan hacer aportaciones para la construcción de la paz y la convivencia. Los partidos políticos y las instituciones deben asumir su responsabilidad histórica y hacer suyas dinámicas que ya se están extendiendo en la sociedad, dejando a un lado intereses partidistas o cortoplacistas. Y Donostia debe ser un ejemplo de ello: si acertamos a dar continuidad a las iniciativas que han partido de ponerse de acuerdo, y que se han desarrollado durante estos últimos años, los y las donostiarras haremos una aportación importante en la construcción de la paz  y la convivencia. Para ello tenemos que actuar con responsabilidad y valentía.

Han pasado cuatro años desde que Aiete nos llenó de esperanza. Cuatro años de claroscuros. Tengamos en cuenta, por supuesto, los aspectos más oscuros, pero miremos también a la luz y seamos personas positivas y proactivas. Positivas, para construir una base de inclusividad que nos permita lograr un paz y una convivencia verdaderas y para que las próximas generaciones, en Donostia y en Euskal Herria, no padezcan lo que han conocido las anteriores y las actuales.

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