La permanente corrupción
Si aquel eslogan del PSOE «100 años de honradez», ya fue cuestionado en su día, los recientes casos de corrupción, presuntos, personificados en Abalos y Cerdán, miembros cualificados del PSOE, ponen en cuestión nuevamente ese eslogan y puede llevar a poner en duda la honradez del PSOE en la gestión de los asuntos públicos, financiados con los impuestos, obligatorios.
Aún podría ser que dijeran, como en su día lo hizo el PP cuando se empezó a investigar la conocida como «trama Gürtel», que esos personajes se han servido de la organización, que son unas «manzanas podridas», apartadas a tiempo para que no contagien al Partido, aunque no lo parece. Por eso, estos casos de corrupción que salpican a toda la organización, son terreno abonado que alimenta la decepción ciudadana, la mutua sospecha y acusación, y que desincentiva la participación en los asuntos públicos porque siempre hay que contar con que siempre habrá alguien que esté «a la que salta», ya que, en definitiva, «todos somos iguales» y, en parecidas circunstancias, todos haríamos parecido.
En el Partido Carlista no estamos de acuerdo con esta afirmación, y decimos que la igualdad de todos los hombres y mujeres es en la dignidad personal, y en el recíproco respeto y cuidado debidos solo por serlo; y, por extensión, ante las leyes que nos hemos dado libremente para regular nuestras interacciones personales, sociales, económicas, y de participación en los asuntos públicos que nos afectan como grupo social. Pero no somos iguales en la elección que hacemos de nuestro comportamiento personal, y como miembros de una organización, y que nos puede llevar a aprovecharnos de la circunstancia, anteponiendo el beneficio particular, en detrimento del beneficio social general, convirtiendo lo que es un servicio público en una situación «privilegiada», abusando, así, de todos los que no compartimos esa situación. Por eso es necesario aceptar mecanismos de control, públicos, para que los que no se autocontrolan, corruptos y corruptores, rindan cuentas ante la Ley y la sociedad, que merece ser respetada, cuidada y servida por todo hombre y mujer que en ella desenvuelva su vida personal y social.
El Sistema liberal-capitalista, que nos envuelve, sin que lo hayamos podido elegir, nos ha impregnado su «cultura de la escasez», y con sus dogmas de que «el mercado se autorregula solo», y de que el triunfo económico y social en la vida del ser humano, hombre y mujer, no tiene más condicionantes que las propias capacidades individuales. Pero sabemos que son falsos, y que la Ley de leyes del Sistema Liberal-capitalista es la «Ley de la selva», la «Ley del más fuerte», «máximo beneficio con la mínima inversión».
El sistema liberal-capitalista no promociona la honradez, la generosidad, la solidaridad... que son «restos» a rescatar de un Sistema de organización social y económico que giraba en torno a la persona, hombre y mujer, y no del dinero ni del poder que oprime, y en el que «la mujer del César era honrada, y lo parecía».
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