Josu Iraeta
Escritor

La práctica del derecho unilateral no busca la paz

Quizá es el momento de recordar que hay valores que no se pueden negociar, sólo defender.

Un periódico de tirada estatal, cuyo consejo de administración se autodefine como «independiente pero no neutral», viene desde hace algún tiempo predicando a "sotto voce" y ante la posibilidad de nuevas elecciones en Catalunya, la hipótesis de ilegalizar organizaciones políticas, basándose en la reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) aprobada en el año 2011.

Esto no es sólo una hipótesis que baraja la reacción española, también es otra cosa bien distinta, es un caballo en el tablero, lleno de movilidad, preparado para hacer daño. Es una muestra más de que el continuismo es la médula del sistema político español, ya que –talantes aparte– no se observa fragmentación alguna en lo que a contenidos se refiere, con la historia vivida en las últimas cuatro décadas.

Esto nos dice que la democracia es algo por venir, y que, además, permanecerá indefinidamente perfectible e insuficiente –ya que de hecho no deja de ser una promesa– se mantendrá en el tiempo como algo que no ha llegado, que está por llegar.

Es pues esto que en España llaman democracia, un proceso inacabable en el que tienen cabida multitud de idearios y filosofías, en cuya praxis podemos encontrar sistemas como el actual. Sistemas que desarrollan un entorno progresivamente nihilista, que defiende sus intereses fomentando una sociedad claramente víctima del marketing, donde las ideas son juguetes y las palabras carecen de seriedad. Un sistema donde sólo quienes pertenecen a "la tribu" y pueden apelar a determinada experiencia acumulada, tienen posibilidades de competir y progresar.

Un sistema que se degrada a sí mismo, adoptando como propios, comportamientos fuera de lo racional. Un sistema que eleva a la cúspide de la democracia a personajes, que con sus excesos –no sólo verbales– muestran la inequívoca inducción del típico burgués contrarrevolucionario.

Un sistema que hace buena la filosofía que piensa y pronuncia frases como las que se escuchan desde algunos de sus ministerios, evoca la visión del pasado, es más nos traslada a él. En mi opinión, siguen de cerca a "su maestro" el borbón Fernando VII, quien, en la segunda década del siglo XIX, destruyó el régimen constitucional, para "restablecer" el absolutismo.

No hay duda, su "querencia" se manifiesta así, muy próxima a la filosofía que caracterizó a los sucesivos "gabinetes" del golpista Franco. Es cierto, se les ve cómodos actuando como ariete de ese tinglado que hoy tiene por gestor al gobierno del señor Mariano Rajoy.

Un sistema, este, en el que, por el contrario, algunos eruditos no dudan en afirmar que una de las misiones más estimulantes del trabajo jurídico es la "interpretación" de las Leyes, de forma que permita extender bajo su seno el ámbito de la libertad, y correlativamente, el control de la justicia, ante los poderes públicos "desbocados".

De este último párrafo lo que puede deducirse es que, la grave extralimitación autoritaria –tan presente en Catalunya– constituye una violencia injustificada contra la "esencia" democrática así como contra la ciudadanía, sujeto de su protección.

Algo parecido opinaba hace ya algunos siglos un jurista llamado Bártolo, que utilizaba con frecuencia el aforismo "ius ex facto oritur" algo así como: "el derecho nace de la vida". Con esto decía querer subrayar, que el Derecho debe ir detrás de la vida, pues de lo contrario, ahoga y arruina la iniciativa social.

Quizá es el momento de recordar que hay valores que no se pueden negociar, sólo defender. Vivimos una época de "pactos". Un sistema en el que entran monárquicos y republicanos, izquierdas y derechas. Un sistema plagado de tópicos, talantes, frases hechas y actitudes estudiadas. Un sistema verdaderamente "gelatinoso" en el que el sufragio universal se mezcla con el caciquismo, consiguiendo, así, evitar el pensamiento disidente. Un sistema tan actual como fosilizado, donde el voto de la ciudadanía puede ser tan irrelevante, que no importa negárselo.

La filosofía de los pactos que dicen "pretender la estabilidad", no puede servir de lanza para sacar de la escena política, a un adversario que defiende su programa y sus convicciones mediante procedimientos democráticos, avalados por cientos de miles de ciudadanos y décadas de gestión institucional.

Es esta filosofía de pactos, plagada de oscuras incógnitas y mucha "bastardilla", que el tiempo se encarga de despejar, lo que induce a personajes –tan conocidos como sinuosos– a tomar parte en el tinglado. Es la otra "cara" del pacto, la que cierra el acuerdo. La que pretende ignorar e ignora, que nadie que se diga demócrata está legitimado para imponer condiciones en el camino de recuperar la paz y la libertad. Mucho menos, para acusar de no serlo a quien no acepta la imposición. Eso supone, de hecho, negar lo que se dice pretender, además de manipular la democracia.

Hay procesos que parecen renovarse intactos en el transcurso de losa siglos. Gestos que, con pequeñas diferencias propias del paso del tiempo, repiten matemáticamente el pasado. Son procesos que no fallan nunca, hoy les basta con señalar, con exigir, para que quienes sienten el alivio de no ser ellos los acosados, se sumen al acoso de la canina jauría.

Desde sus despachos se filtra, cada vez de manera más eficaz y repugnante la oleada totalitaria. Un infierno para los perseguidos y una vergüenza para quienes "todavía" se sienten aliviados.

Sólo en un régimen ajeno a la democracia puede prosperar el que alguien con representación ministerial, considere una guía democrática de comportamiento, señalar, acusar y acorralar a personas y colectivos ante la opinión pública, sin el más mínimo rigor ni respeto alguno a la presunción de inocencia. Uno de los valores que predica la Constitución que "dicen" defender.

Toda esta serie de razones que expongo, me hacen llegar a la más firme convicción de que la estrategia del PP del señor Mariano Rajoy, es errónea. No puede ser de otra forma. Si se niega la puerta a toda solución de diálogo, cuando se anula toda vía de negociación, sólo quedan dos caminos; la sumisión por la opresión o la resistencia por la violencia, y en Catalunya esto no lo quiere nadie.

Hoy sería un error irreversible, no sólo para vascos y catalanes– también para los españoles, buscar y provocar la violencia como acción política, para intentar deslegitimar los derechos democráticos, que cono Nación sin Estado nos asisten, tanto a vascos como a catalanes.

Creo recordar que fue Benito Juárez, un indio de condición humilde nacido en 1806, cuando Mexico era todavía virreinato de la "Nueva España". Un indio que –siendo niño– sólo hablaba "zapoteco", pero que con esfuerzo legó a ser presidente constitucional, el que, afirmó lo que he querido recordar en la cabecera de este trabajo: respetar el derecho ajeno trae la paz.

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