Txema García
Periodista y escritor

¿La siguiente DANA, en Euskadi?

Diluvia en Levante y Andalucía. Pantanos antes casi vacíos quedan colapsados. Los ríos desbordados y más de doscientas personas muertas por el momento. Cuantiosos daños en bienes personales, enseres, haciendas, cultivos y cosechas y vías de comunicación cortadas. Escenas dantescas. Una catástrofe anunciada. No es la primera vez que ocurre ni será la última.

Ahora se buscan culpables para llevarlos a los tribunales de la opinión pública. El veredicto ya está echado. Solo hay un acusado que se sienta en el banquillo: la Naturaleza, que actuó con nocturnidad y alevosía.

Cada uno, cada familia, cada localidad, hará recuento de daños. Se declarará «zona catastrófica». Las compañías de seguros intentarán indemnizar lo mínimo. Habrá declaraciones rimbombantes y quienes, incluso, intenten sacar rédito personal de la desgracia colectiva. Los magazines televisivos de mañanas y tardes tendrán «carga lacrimógena» para una buena temporada y Errejón, Abalos, Koldo García, Begoña Gómez, Alberto González Amador, Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso... contemplarán complacidos que la riada de la indignación ciudadana ahora anega otros territorios, otras latitudes emocionales.

La Naturaleza sube al estrado. Su señoría le pide identificarse. Se llama Dana, un acrónimo que significa «Depresión Aislada en Niveles Altos». Está furiosa aún, se siente agredida por tantas impunidades que contra ella se comenten, y se niega a responder a las preguntas del juez. Un abogado de oficio, en nombre de un grupo ecologista superviviente y nostálgico, intenta defender a su cliente. Es en vano. Se acaba la vista. El juez dicta sentencia de inmediato: culpable de todos los destrozos causados. Se le condena a retirarse de los territorios devastados y a que no vuelva hasta pasados, por lo menos, un plazo prudencial de veinte años.

El público presente en la sala respira tranquilo. Encontrado y castigado el culpable, se acabó el problema. Políticos, constructores, urbanistas... suspiran aliviados, ya pasó lo peor. Ahora toca la reconstrucción, una nueva oportunidad de negocio porque la vida sigue su curso. Eso sí, habrá que hacer más presas, encauzar y pavimentar aún más ríos y cuencas hidrográficas, así como construir más autovías y puentes más resistentes.

Hemos tenido suerte en esta parte de Euskal Herria que es Euskadi. Esta vez nos ha pillado lejos, muchos kilómetros al sur. Pero, y nunca mejor dicho, esto es un nuevo aviso a «navegantes», porque igual tendríamos que empezar a preocuparnos cuando por un error de centímetros sobre el plano de isobaras llegue otra nueva Dana a nuestro territorio.

¿Qué haremos cuando esto ocurra en las cuencas inundables del Ibaizabal-Nervión, o del Urola y el Oria, o del Urumea, o del Zadorra? ¿Y qué va a hacer el Gobierno Vasco y la Diputación de Bizkaia de persistir en su empeño de construir un Museo Guggenheim en Murueta (Urdaibai) cuando la lluvia y el flujo mareal, como ya ocurre, aneguen la zona? ¿Echará la culpa a la Dana o asumirá sus propias responsabilidades?


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