Mikel Arizaleta

La tarta de chocolate

Esta gran lección de mujer trabajadora digna, que imparten a diario por calles y plazas, que explican al viandante con charlas y en hojas, que defienden de pie con pancarta reivindicativa y lemas sonoros envueltos en música y grito…

Hoy, sábado de junio y primavera, que Bilbao es una invitación de Gure Esku dago y derecho a referéndum, he visto una tarta de chocolate con pinta de horno casero, posiblemente más de contenido que forma, viejo recuerdo de aquellas clases de euskera amasadas en las cocinas de las casas en tiempos de posguerra y franquismo.

Casera pero fresca, recién hecha, golosa; sin duda un regalo de cariño, de apoyo de reivindicación y puño en alto en pro de la dignidad de alguien que se ha acercado a la carpa del Arriaga bilbaino de las mujeres trabajadoras de las residencias y centro de Día de Bizkaia.

Cuando el apoyo es así de espontáneo, tan admirado y aplaudido en estos 200 días y pico de brega de estas mujeres trabajadoras por las calles y plazas de Bizkaia apunta a que o la Diputación de Unai Rementería Maíz y de la diputada foral del departamento de Acción Social Isabel Sánchez Robles meten mano en el asunto y se mueven, asumen su responsabilidad, dejan de mirar de soslayo y se enfrascan en la solución o sus nombres y su labor van a quedar manchados en los anales de la Villa y Bizkaia como gente incapaz y con cierto rasgo de chulería y desprecio ante un grave problema y sus gentes: las trabajadoras y sus atendidos.

Porque es la Diputación quien pone las condiciones de licitación y la que marca las bases con las que se presta el servicio. Y es ella –junto a las familias– la que mayoritariamente paga este servicio.

Las más de 5000 trabajadoras de las residencias y centros de día no piden, como dicen, ni el oro ni el moro. Cuatro son los puntos de su reivindicación, nada del otro mundo: jornada laboral de 35 horas, más personal para mejor calidad, 1.200 euros de salario y mejor cobertura en caso de baja.

Aquí es política del PNV dejar en manos de la empresa privada el servicio público, como en Madrid y el estado español ocurre con el PP de Rajoy, en detrimento y penalización del trabajador y trabajadora: más trabajo y menos personal, menos calidad en el servicio (7 minutos por usuario para levantarle y asearle, 3 minutos para cambiarle de pañal 3 vece al día como máximo, una gerocultura por la noche para cubrir dos plantas…) y rebaje de salario. Sufre la trabajadora, sufre la persona internada, se deteriora el servicio y se garantiza el beneficio empresarial: el mismo dinero público para uno más: el empresario, el más cómodo ante el problema, y se resiste a negociar con la cobertura de la Diputación, del Sr. Unai y la Sra. Isabel, que les sigue pagando por un servicio que no están proporcionando durante la huelga. Se calcula que por nada la Diputación les ha regalado 4 millones de euros.

Esta huelga larga, constante, diaria… tiene rostro de mujer, de mujer sufriente, de mujer sacando las castañas del fuego a las instituciones de muchas carencias en hogares y en servicios públicos, de falta de paridad y de equidad, de abuso de mujer, de machismo.

La tarta de chocolate pudiera estar hecha en un horno casero de alguna familia de persona atendida que aplaude a esas trabajadoras de residencias reivindicando dignidad por las calles, porque apoyan su pelea. Una huelga más larga y tan dura, como aquellas de su tiempo que nos comentan jubilados en tascas y paseos. Una huelga de mujeres con remango, noble, explicativa, cercana, entendible y que afecta a muchos. Mujeres a las que se les ha visto y se les ve trabajar levantando ancianos o poniéndoles coquetos con ese cariño y saber hacer, producto también en parte de una tradición machista heredada de años: la atención al padre para la madre y las hijas. ¡Asunto de mujer!

Esta gran lección de mujer trabajadora digna, que imparten a diario por calles y plazas, que explican al viandante con charlas y en hojas, que defienden de pie con pancarta reivindicativa y lemas sonoros envueltos en música y grito… sería imposible sin la solidaridad afectiva y económica de la gente afiliada al sindicato ELA, un sindicato que se sustenta en las cuotas de sus trabajadores y, por eso, capaz de enfrentarse firme y dignamente a su Diputación en su reivindicación justa.

Isabel Sánchez Robles debiera aprender aquella recia lección, impartida por su tío Robles, alcalde de Bilbao de 1983 a 1987, cuando el presidente del PNV, Xabier Arzallus, le prometió que si expulsaba de la comisión de gobierno a Herri Batasuna sería Diputado General de Bizkaia. Y Robles se opuso con tres argumentos: Herri Batasuna en este Ayuntamiento es trabajador, Herri Batasuna es honesto, lo que dice hace, aunque a veces tengamos broncas duras y, tres, perdona Xabier Arzallus, pero el Alcalde de Bilbao soy yo. Pues eso, muy de Juan Luis Robles Canibe: menos sumisión y más hombría. Robles no fue Diputado General, el diputado general fue el Sr. Vergara.

Las trabajadoras sostienen que en esta huelga sobra chulería y falta atención y diálogo por parte de la Diputación de Bizkaia y sus jefes. Lo cierto que, entre los muchos que se han acercado a la carpa del Arriaga, no se ha visto ni al diputado Rementería, ni a la diputada Sánchez, ni al alcalde de la Villa Aburto ni, tampoco al lehendakari Urkullu, y sí muchas familias que conocen el día a día en los centros.

«Se ve que sus intereses no son nuestros intereses».

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