Ramón Contreras López
Forma parte de la Plataforma Haize Berriak

La tecnologia no es la solución

La transición necesaria, más allá de la búsqueda de diversas fuentes de energía, debe ser una transformación ecosocial.

Afirma el Consejero Mikel Irujo, en la clausura del reciente Congreso de la Energía Renovable celebrado en el Navarra Arena, que «la tecnología nos ofrece la posibilidad de realizar una transición ecológica eficiente». Es decir, que con medidas tecnológicas innovadoras se puede mantener el nivel de consumo energético actual. Esta afirmación, que viene a sumarse a todas aquellas que insisten en el lado tecno-optimista y de crecimiento, es una falsa ilusión que no se sostiene en ninguna prueba científica.

Paralelamente al mencionado Congreso, las plataformas ciudadanas constituidas en contra de los macroproyectos eólicos y solares, han organizado unas jornadas alternativas, en donde personas expertas nos han explicado lo que el Consejero no dice. Han defendido, con sólidos argumentos, que las propuestas que apoyan las grandes empresas de la energía resultan imposibles e ineficaces contra el cambio climático.

De hecho y hasta ahora, a pesar del crecimiento espectacular registrado por la instalaciones eólicas y solares en el mundo, no se ha logrado sustituir ni un solo millón de toneladas de petróleo, ni siquiera en producción de electricidad, que aumentó más en generación fósil que el que aportaron todas las nuevas renovables.

Las expectativas depositadas en las nuevas tecnologías que permiten seguir emitiendo carbono a la atmosfera, son falsas y no se ha demostrado que ninguna de ellas pueda utilizarse a gran escala. La única manera probada de eliminar carbono de la atmosfera es dedicando tierras para plantar miles de millones de árboles para que secuestren el carbono en la vegetación y en el suelo. Pero resulta materialmente imposible plantar el suficiente número de árboles para lograr cero emisiones netas. No hay suficientes tierras para ello.

Lograr equiparar el actual nivel de consumo energético conseguido con las energías fósiles, sustituyéndolas por renovables es imposible. Lo que no dicen los defensores de esta quimera es cuanta energía fósil sería necesaria para desplegar toda la red mundial de renovables. Entonces nos daríamos cuenta de que la instalación de sistemas de captación de energía renovable comporta un incremento de energías fósiles que no hacen sino aumentar la emisión de gases de efecto invernadero.

Con la producción de combustibles fósiles en declive y la imposibilidad de que los sistemas de generación de energía renovable consigan cubrir completamente los niveles alcanzados por aquellas, se nos va a imponer una situación de racionamiento forzoso. Y eso supondrá dejar de crecer y en nuestro sistema económico si no crecemos tenemos un grave problema.

El ahorro y la eficiencia energética por sí mismas no resultan medidas suficientes sino van acompañadas del racionamiento. La combinación de las tres son medidas útiles que permiten aprovechar mejor lo que queda disponible, sobre todo para garantizar unas condiciones de vida dignas para el conjunto de la población.

Pero resulta que el racionamiento energético contradice la esencia misma de la economía de mercado y del capitalismo. Por eso ningún gobierno occidental se plantea seriamente adoptar medidas de racionamiento. Ese es el motivo por lo que no se toman medidas efectivas en la lucha contra el cambio climático. Hacer lo necesario implicaría reducir la actividad económica y nadie está dispuesto a eso.

Buscar en las tecnologías las soluciones es un craso error. El problema real no es la energía, sino este sistema económico basado en el crecimiento y consumo exponencial. Como dice Antonio Turiel en su libro "Petrocalipsis", si ahora mismo se duplicasen las reservas de petróleo extraíble, al ritmo de consumo actual, tardaríamos treinta años en agotarlas.

No se trata de encontrar más recursos basados en nuevas tecnologías, eso solo postergaría el problema. Hay que abordar otros cambios de naturaleza muy diferente. Son necesarias transformaciones de índole social más que tecnológicas. Hay que modificar nuestra manera de relacionarnos con la Tierra. Hay que asumir cambios profundos en la economía.

Las líneas maestras de una posible salida del agujero en el que nos ha metido este sistema deben partir de la idea central de considerar la energía como un bien estratégico que debe estar en manos públicas y bajo control popular.

De conseguir la reducción masiva e inmediata del consumo de energía fósil y su control colectivo bajo propiedad pública.

De poner en pie proyectos energéticos descentralizados y desconcentrados, con planificación democrática, local y solidaria.

La transición necesaria, más allá de la búsqueda de diversas fuentes de energía, debe ser una transformación ecosocial.

Estamos seguros de que estos temas no han merecido la atención del Congreso de la Energía Renovable recientemente celebrado en Iruñea.

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