Txema García
Periodista y escritor

Lakua: el milagro de los panes y los peces

Si no fuera por la gravedad que revisten, se podrían calificar cuando menos de ocurrentes, incluso de patéticas, las declaraciones en "Crónica Vasca" de Arantza Tapia, consejera de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente, del Gobierno Vasco.

Entre otras lindezas, y sin la menor turbación, Tapia afirma que «en la Central Nuclear de Lemoniz se llevará a cabo una iniciativa empresarial relacionada con la acuicultura» y, respondiendo a otra pregunta del citado medio, añade que «el Guggenheim de Urdaibai no es incompatible con la Reserva de la Biosfera».

Muy interesante esta asociación de ideas entre Lemoniz y Urdaibai, salvo que el subconsciente le haya jugado una mala pasada. Vamos a ver Sra. Tapia, explíquenos esto mejor. ¿De qué se trata ahora? ¿De cambiar una central nuclear que la ciudadanía de este país rechazó, mayoritaria y frontalmente, por unos tanques con peces pero, eso sí, con cargo al bolsillo de todos los contribuyentes? ¿Olvida que su Gobierno ha de repercutir en Iberdrola (entonces Iberduero) los gastos que en su día se originen para devolver la cala de Basordas (lo que ya debiera haberse hecho) a la situación que había antes de aquel desastre impulsado por el mismo Gobierno del que usted ahora forma parte? ¿Dónde está para usted el principio de que, «el que contamina, paga»?

Vamos ahora a la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, de la que, por su cargo y responsabilidad, debiera ser máxima garante de su conservación, así como del mantenimiento de su biodiversidad.

Ahora no son peces lo que Vd. propone y defiende para ella, sino panes. Sí, panes como hogazas de grandes, pero para callar la boca a quien pretenda disentir de un proyecto sin pies ni cabeza como el que ustedes defienden, con la instalación de un Museo justo en el centro de la marisma.

Afirma sin ambages que no es incompatible un Museo Guggenheim en la Reserva de Urdaibai con la biodiversidad. Mire, no hace falta ser un reputado biólogo ni científico para rechazar de plano esta imposición que en cualquier lugar del mundo civilizado sería tildada de «aberrante». ¿Usted de verdad se cree que meter en un estrecho pasillo natural cientos de miles de turistas al año, con los equipamientos que ello conlleva, es compatible con la biodiversidad de esta Reserva y con los espacios de tranquilidad y refugio que, por ejemplo, necesitan las aves, por no hablar de otras especies de la fauna y flora en el principal humedal de la costa vasca?

Señala en la entrevista que, a modo de cómodo calzador, le hace el medio en cuestión, que «Urdaibai tiene una actividad industrial ahí, que es la del Astillero de Murueta, y no podemos cerrar una actividad económica sin ofrecer una alternativa». ¿Cómo? ¿Una alternativa a quién? ¿A la empresa Astilleros de Murueta, que ha contaminado esos suelos, que hizo desaparecer la ola izquierda de Mundaka y a la que se tuvo que ayudar con dinero público a dragar la ría y que ahora tiene consignada otra partida de 40 millones de euros, también públicos, del Ministerio de Medio Ambiente (PSOE), para descontaminar sus suelos? ¿A una empresa que ya se ha buscado su futuro en otro emplazamiento? ¿O una alternativa a la población de la comarca abandonada por decenios? ¿Dónde está, de nuevo, el principio de que quien contamina paga? ¿O es que siempre hemos de pagar los mismos?

Sepa, señora consejera, que esta política de multiplicar los panes y los peces que ustedes practican y que, encima, intentan que parezca un milagro de su gobierno, ya ha tocado fondo. No hay milagros sino engaños y defraudación del dinero público. Ahora, con Astilleros de Murueta y antes con Iberduero-Lemoniz. Dejen los peces en el mar y que las aves puedan volar en sus territorios en libertad. Y después, busquen soluciones reales de progreso compatibles con la biodiversidad, y no condenen a la población de Busturialdea a depender de milagros que supuestamente caerán de los cielos. No sé si sabe que las cigüeñas ya no vienen de París ni, muchos menos, de New York, con un pan debajo del ala y la marca de la Fundación Solomon R. Guggenheim.

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