Félix Placer Ugarte
Teólogo

Las alianzas del capitalismo

En realidad lo que se defiende y se quiere asegurar es el sistema capitalista y la riqueza acumulada, es decir, el poder económico de los países más poderosos

Desde que Adam Smith propusiera en el s. XVIII las bases  del sistema capitalista basado en la búsqueda del propio beneficio como motor de la economía, el capitalismo se ha desarrollado imparablemente hasta hacerse global. Ante las injusticias y desigualdades de la ley del «laissez faire», John Mainard Keynes propuso lo que se conoció como «welfare state», promoviendo un «capitalismo de rostro humano». Pero la crisis económica de 1973-1974 llevó a abandonar el modelo keynesiano; Milton Friedman y la «Escuela de Chicago» impulsaron la ideología neoconservador del neoliberalismo donde el lucro o beneficio es su ley con el consiguiente enriquecimiento económico para los países desarrollados. Su mejor demostración es la desigualdad creciente, radicalmente injusta, donde la menor parte de la humanidad acapara la mayor parte de los beneficios y, como denunciaba el papa Francisco, los seres más amenazados son los pobres en sus pueblos, en su cultura, en su hábitat.

Dentro de este contexto mundial ha tenido lugar la reciente «Cumbre» de la OTAN en Madrid. Calificada como un «éxito» por los líderes de los Estados de la «Alianza Atlántica», ha trasmitido a la opinión pública la seguridad de una ampliada fuerza disuasiva y de respuesta (con nuevos países como Finlandia y Suecia) contra países ahora considerados enemigos, como Rusia, o peligrosos para occidente, como China. Se ha diseñado y aprobado un «Plan estratégico» que pretende reforzar esa seguridad potenciando los presupuestos nacionales de defensa con incremento del gasto militar en cifras récord, donde el gobierno del Estado español se ha comprometido a aumentar su colaboración con un porcentaje que dobla el anterior.

En esta «Cumbre» de afirmación bélica no ha habido lugar para discursos políticos que propusieran el diálogo, la distensión, la negociación, acuerdos, como camino de la paz. Su obsesión ha sido el enfrentamiento y, por tanto, la amenaza mutua para la que solo consideran respuesta, convincente y eficaz, el armamentismo como mejor garantía de la seguridad occidental. En consecuencia, puede decirse que hemos pasado a un «estado de guerra» donde los gastos militares son irremediablemente crecientes en una escalada a nivel mundial (más de 2,11 billones de dólares) y las relaciones internacionales han degenerado en mutuas amenazas. Por tanto, la seguridad militar y su ideología son la clave de la política que ha guiado todo el discurso de esta «Cumbre» de la OTAN.

Pero ¿qué es lo que se está asegurando en este proceso imparable de armamentismo? En realidad lo que se defiende y se quiere asegurar es el sistema capitalista y la riqueza acumulada, es decir, el poder económico de los países más poderosos. Para ello el armamentismo es imprescindible. En este contexto, los enfrentamientos bélicos no preocupan  al capitalismo. Más bien contribuyen a afianzarlo y, por tanto, los favorece, apoya y promueve como fuente de riqueza generada por el mercado y donde el negocio armamentístico es hoy su primera inversión.

El poder político, por su parte, está sometido al capital y, por tanto, según el lema capitalista ‘«cuando algo produce beneficio hay que hacerlo», es obligatorio entrar en la espiral de la estrategia defensiva, es decir, de la militarización que defiende y «protege» los intereses, pero pagando su seguridad con la dependencia y sometimiento al imperialismo de la economía capitalista de los países poderosos.

Pero el capitalismo no es solo enriquecimiento selectivo sin límites. Es también ideología dominante que impone su pensamiento único y garantiza la convicción de que este es el mejor de los mundos donde la humanidad ha alcanzado su zenit. Con sus poderosos y controlados medios de comunicación el capitalismo expande tales convencimientos que dominan las conciencias e incentivan el afán de poseer y el consumo.

El mercado de las multinacionales, la seguridad armamentística, la política económica de los Estados, la «cultura» del poseer y acumular son, por tanto, las bases que sostienen el sistema capitalista y su imperio que podemos llamar «alianza mundial del capitalismo». Y  a esta alianza están sometidas la «Alianza Atlántica», la política invasora de Putin, la invasión económica de China. Porque para el capitalismo no hay fronteras geopolíticas a fin de generar beneficios.

Pero evidentemente esta no es una alianza de paz, sino que, como denuncia el reconocido estratega de la paz, el papa Francisco, conduce a una «espiral de autodestrucción» por su radical egoísmo antropocéntrico generador de todo tipo de inseguridades, enfrentamientos y guerras. Por tanto mientras domine esta «alianza» que continuamente genera víctimas, la inseguridad es inevitable y la paz que viene de la justicia no será posible.

Es urgente un cambio radical de esta situación insostenible basado en análisis no solo marxistas; también desde otras perspectivas, como las ecológicas, feministas, socializadoras, culturales, religiosas que abran a nuevos paradigmas. Estos análisis deben conducir a la acción, a encontrar caminos nuevos guiados por la ética liberadora y los derechos humanos de personas y pueblos.

Euskal Herria es hoy lugar privilegiado de iniciativas, acciones y compromisos junto a otros movimientos a nivel estatal y mundial. Su apoyo popular es creciente. Nos opusimos a la entrada en la OTAN y ahora ante la compleja y amenazadora situación de la humanidad pedimos y reclamamos una solidaridad de los pueblos de la tierra que, desde su soberanía y derechos, abra caminos de justicia y paz.

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