Afrika Jiménez, Ana Pérez, María Palacios, Marga Mosquera
Secretaria de la Mujer de STEE-EILAS

Las mujeres y la capacidad de decidir

Tanto en la vida individual como en la colectiva, desde muy temprana edad, nos encontramos continuamente, en situaciones en las que debemos elegir, decidir entre varias opciones diferentes. La vida es una trayectoria en la que estamos constantemente tomando decisiones. De esta manera, podríamos incluso afirmar que en parte «somos aquello que decidimos».

Decidir es una manifestación de la voluntad, en función de necesidades, sentimientos e interrelaciones. Por ello la explicación de muchas decisiones se halla en gran parte en los diferentes factores que envuelven la situación y en las circunstancias en la cual se decide.

Hay decisiones que se toman a partir de una reflexión serena, sopesando de manera cuidadosa los datos y estudiando críticamente las alternativas. Sin embargo, tenemos que ser conscientes que en el proceso decisorio se agolpan multitud de factores, algunos de los cuales son subliminales, influyendo desigualmente según sea la situación, la personalidad, el entramado de poder, los valores individuales y la cultura/presión grupal.

Es esta cultura/presión grupal la que a veces nos impide tomar decisiones libremente: gobiernos, religiones, sistema económico, el entorno y la necesidad de aprobación condicionan nuestra manera de posicionarnos ante las diferentes opciones que se nos presentan. Es la cultura androcéntrica, en general, la que habitualmente nos dirige hacia las decisiones que considera adecuadas, en función de las conductas estereotipadas que nuestra sociedad ha construido, obligándonos a decidir, a veces, en una dirección no acorde con nuestras necesidades o deseos. Y en eso precisamente nuestros gobiernos se llevan la palma.

En esta sociedad, heteropatriarcal en la que para muchos el papel principal de la mujer sigue siendo principalmente el de cumplir una función reproductora, no es de extrañar que sectores políticos, económicos y religiosos se alíen una vez más para negarnos el derecho a decidir y para seguir considerándonos objetos de debate y controversia cuando el único fin que persiguen es que sigamos sosteniendo la vida cada vez más precaria a la que nos están condenando.

El derecho a decidir debiera asistirnos en una sociedad democrática: todas las personas tenemos derecho (al menos deberíamos tenerlo) a decidir sobre nuestra vida, nuestro futuro y como no, sobre nuestro cuerpo. Y esas decisiones las deberíamos poder tomar sin coacciones, ni manipulaciones, es decir libremente.

No podemos perder de vista que la toma de decisiones sigue estando cruzada y condicionada por los estereotipos de género. Hay expectativas y cualidades que se ajustan más a «modelo mujer» y otras se ajustan al «modelo hombre» y suele ser difícil oponerse a la desaprobación social (la familia, el grupo...) cuando se disiente de los modelos marcados. Por lo tanto no podemos atribuir al azar o a la naturaleza comportamientos, intereses, elecciones... marcados por estereotipos sociales.

Es inadmisible que un grupo de gobernantes, mayoritariamente hombres, aliados con las jerarquías eclesiásticas, (todos hombres), nos impongan a las mujeres lo que tenemos que hacer, nos insulten y nos releguen a un estado de incapacidad mental como si no fuéramos capaces de tomar nuestras propias decisiones.

Es indispensable trabajar con los y las jóvenes la capacidad para tomar decisiones libremente, tarea que nos ayudará a desarrollar la autoestima y la responsabilidad.

Una educación en valores ayudará a que las generaciones futuras sean democráticas, igualitarias e inclusivas y una debida educación sexual dotará a las mismas de recursos para vivir su sexualidad de una manera libre, no estrereotipada y además prevendrá embarazos no deseados. Para ello la legislación debe ser acorde a los deseos y necesidades de la ciudadanía. Desgraciadamente nuestros gobernantes saben bien donde incidir: en la educación, la cual volverá a ser sesgada desde el punto de vista de la igualdad de género, gracias a la implantación de la Lomce, y en la salud y el cuerpo de las mujeres.

Mientras se sigan aprobando leyes retrógradas y continuemos con esta política de recortes en derechos difícilmente las nuevas generaciones podrán decidir libremente, de forma autónoma y responsable, entre las diferentes opciones académicas, profesionales y vitales que existen.

Es por eso por lo que este 8 de marzo, coincidiendo con el día internacional de las mujeres, animamos al profesorado a tratar el tema de la igualdad entre mujeres y hombres en las aulas y a toda la ciudadanía a participar en las diferentes convocatorias que el movimiento feminista realice en pueblos y ciudades para mostrar nuestra indignación y nuestra apuesta por un modelo social diferente en el que no haya ningún tipo de discriminación.

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