Jesus Maria Soubies Garate
Miembro de Arabako Pentsionistak Lanean–Gaurgeroa

Las soluciones andan siempre cerca de los problemas

La crisis ecológica se acentúa con la degradación continua de la biosfera, y sin duda provocará nuevas crisis económicas, sociales y sanitarias que pueden poner en cuestión la propia democracia.

La sociedad hace tiempo que anda reclamando reformas profundas en muchos campos. Exige la igualdad de género, frenar el calentamiento global, solución a problemas demográficos y a las crisis migratorias, solución a la crisis de empleo y de ingresos causada por el avance tecnológico, etc. Estamos en una fase en el cual se necesitan reformas y actualizaciones. La política, privada de pensamiento, va a remolque de la economía. Como decía Max Weber, la humanidad ha pasado de la economía de la salvación a la salvación de la economía.

La globalización ha originado una especie de sociedad-mundo, pero no ha propiciado unas instituciones paralelas a ella con competencias reales, ni una conciencia planetaria común. Falta una gobernanza global, que prevenga guerras, aplique normas ecológicas, reduzca desigualdades, resuelva las crisis migratorias y el tema demográfico, etc. Nos enfrentamos a una multicrisis de carácter complejo que, de momento, es ignorado, lo que indica que también es una crisis cognitiva. Estamos viviendo una experiencia colectiva globalizada y eso tendrá su influencia en los posteriores planteamientos ante los retos globales. De este sufrimiento global también surgirán oportunidades de transformación positivas.

La globalización al servicio de los grandes poderes económicos es como una maquinaria no igualitaria que socaba los cimientos sociales, que quema los recursos escasos y acelera el calentamiento. Alan Grenenspan, el ex director de la Reserva Federal americana reconoce en su libro La era de las turbulencias que las finanzas mundiales se han convertido en un barco ebrio, desconectado de las realidad productivas. Totalmente de acuerdo.

Estamos potenciando una economía productiva que corroe la propia civilización. Los aspectos negativos de los beneficios que estamos disfrutando no dejan de aumentar. El propio mal del sistema es el que lo hace funcionar y si atajamos los males resulta que no funciona. Los males de nuestra civilización evidencian la cara negativa de la tecnificación y la monetarización de nuestro desarrollo y bienestar. Hemos visto cómo en la última crisis de Lehman Brothers se procedía a recortes sociales en toda Europa; ¿pero eran recortes sociales o eran, también, torpedos dirigidos contra la cohesión y las estructuras sociales? Hay que revisar todo esto. Hay que colocar la vida en el centro de la actividad económica, dado que la economía es una actividad eminentemente social. Las crisis se resuelven repartiendo lo que hay, no recortando al que menos tiene.

Señala Edgar Morin que tras la II Guerra Mundial, la democracia en Europa se vio frenada por una serie de regresiones. Todos vemos cómo se procede a la sustitución de la voluntad popular por dictámenes de expertos financieros. La economía, el dinero, es lo primero. Y así, hemos terminado llegando a la crisis de ideales y proyectos, y a la degradación del civismo. El deterioro de la solidaridad y de la responsabilidad, han hecho el resto. Nos encontramos con problemas en todos los ámbitos y en todas las facetas de la actividad social. Nos hemos sumergido en una economía de la evasión que invita a la “verdadera vida” desvirtuándola al mismo tiempo: distracción, diversión, evasión… como dice Edgar Morin: a menudo se trata de un fenómeno de resistencia colaboracionista, también en ocasiones es un fenómeno de resistencia regeneradora: nuestra sociedad civil resiste colaborando con el sistema que perpetúa sus males. Una política de civilización tendría como misión fomentar y conectar todas esas resistencias para dar una imagen de lo que podría ser una reforma de nuestras vidas.

Así es, hace falta políticas más sociales que mejoren la calidad de vida de todas las personas, que respeten lo ecológico y mejoren la convivencia, la cordialidad, el compartir y participar de las alegrías y sufrimientos de los demás. Una calidad de vida que no sea únicamente material sino también existencial. En palabras de E. Morin: favorecer y facilitar la posibilidad de que cada uno goce de las calidades de la vida. El Estado no puede crear las condiciones para la felicidad, que se le escapan, pero sí favorecer y facilitar la posibilidad de que cada uno goce de las calidades de la vida, es decir vivir poéticamente.

El capitalismo se ha puesto encima de la humanidad (decía Alain Touraine). Es fundamental crear una comunidad de destino que abarque a toda la humanidad y para ello habrá que superar la contradicción entre las soberanías nacionales, y la necesidad de unas autoridades supranacionales para tratar los problemas vitales del planeta. Ahora se hace evidente ya, que la Sanidad Pública debe ser global y abarcar a todas las naciones, a toda la humanidad.

La crisis ecológica se acentúa con la degradación continua de la biosfera, y sin duda provocará nuevas crisis económicas, sociales y sanitarias que pueden poner en cuestión la propia democracia. En las crisis de las democracias es donde se cuecen las dictaduras. La democracia parlamentaria es insuficiente, y ya se proponen modalidades de participación aunque todavía sea a escala local. Tenemos medios para dar solución a las necesidades de todos los sectores de la sociedad y además a nivel global. Es necesario caminar a un cambio de paradigmas. Transitar a una sociedad más justa y más humanizada. Todo esto está analizado y advertido por las universidades de todo el mundo. También nos lo advirtió el VHI, el Ebola y ahora nos lo recuerda el Coronavirus. Hasta cuándo.

E. Morin sostiene que las reformas políticas, económicas, educativas y vitales, por sí solas están condenadas a la insuficiencia y al fracaso. No hay reforma política sin reforma del pensamiento político y eso supone una reforma del pensamiento mismo, y esta a su vez una reforma de la educación que conlleva una reforma política. No hay reforma económica y social sin reforma política, que va unida a una reforma del pensamiento. No hay reforma vital ni ética sin reforma de las condiciones económicas y sociales y no hay reforma social y económica sin reforma vital y ética. Cada reforma sólo puede progresar si progresan las demás. Las vías reformadoras son correlativas, interactivas e interdependientes. Oído, a ponerse las pilas Todos y todas tenemos que progresar y cambiar. Toda la sociedad tenemos que elevarnos de categoría, sobre todo nosotros, los hombres, y también los políticos y las políticas, que ya es hora.

No tengo dudas, es necesario tirar de muchos hilos a la vez. La movilización social, cuando acabe la cuarentena, tiene que ser transversal. Para superar esta crisis hacen falta muchos medios y esfuerzos, como las que se están haciendo y más. Ahora toca quedarse en casa, interiorizarse y reflexionar, luego ya les pediremos cuentas. Toca seguir las instrucciones del personal sanitario de la «Sanidad Pública», y hay que decirlo bien alto: que es nuestra. Pero si en el futuro no queremos repetir una y otra vez situaciones similares, sobre todo hará falta más humanidad. La humanidad se salvará a base de más humanidad.

Para terminar ánimo a todos y a todas y en especial a las personas pensionistas: todos y todas a una, vamos a ganar también esta batalla. Y un profundo y sincero reconocimiento al personar sanitario por el enorme esfuerzo y sacrificio que estáis haciendo. Milesker, Gracias.

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