Liberales: el arma secreta del capitalismo conservador
Bajo el panorama electoral primermundista el capitalismo es concebido como norma, como algo natural y apolítico que no tiene alternativa y que puede ser «mejorado» con nuevas políticas de raza, de género y de ecología.
La tradición y la historia saben que las armas más útiles en el arsenal de un sistema oligárquico y genocida son aquellos aliados que hacen cosas por ellos sin saberlo ni quererlo conscientemente y mejor aún, que los otros tampoco lo sepan. Que laboran para una cierta ideología que por detrás, pasa las cuentas al mismo sistema al que pretenden oponerse.
El liberalismo es sinónimo del capitalismo y por ende todas las características de este, se ven personificadas en aquellos individuos «liberales», cuyos valores pretenden ser la igualdad, la fraternidad y claro, la libertad y que creen ante todo, en el individualismo. Que creen en la fraternidad (entre opresores), en la libertad (exclusivamente para las clases dominantes) y en la igualdad como mera distracción de la verdadera brecha que hay, no solo entre ricos y pobres sino entre todos los grupos jerarquizados. Y en el individualismo, porque solo la segregación y la competencia pueden lograr que un sistema que deja a los más vulnerables ser tragados por el engranaje, funcione.
Pero el liberalismo como identidad opera bajo pretensiones distintas, opera como algo opuesto al conservadurismo y como lo que se encuentra en la cumbre del progresismo, que se opone al racismo, al sexismo, a la discriminación por orientación sexual y a todas las discriminaciones que hay, excepto el clasismo.
Porque la clase no se toca, eso es sabido pero lo que es un secreto es que todo lo demás tampoco, porque sin segregación y luchas internas, el capitalismo cae muerto. Pero mientras no cae, su estrategia es sumergirse en los destellos de disidencia ignorante y burguesa y presentar una pantalla agradable y apaciguadora. De ahí surge la nueva moda liberal del siglo XXI; de usar a una mujer como la cara del fascismo, como Jeanine Añez, la dictadora de Bolivia, Kamala Harris, la mujer negra que ayudó a fortalecer la nueva etapa de Jim Crow, que protege a la brutalidad policiaca y a que los negros sean encarcelados y sentenciados a condena de muerte por delitos menores como fumarse un churro de marihuana, Alexandra Ocasio Cortez, la latina, bartender y congresista que se reúne con los golpistas bolivianos y que apoya todas las decisiones de John Bolton en cuánto a la invasión de Venezuela, después viene la alternativa no tan alternativa a Trump, Hillary Clinton, que junto con Biden, organizó en 2009 el golpe de estado de extrema derecha en Honduras, entre otros genocidios masivos y ahora, Elizabeth Warren quien durante la pandemia y después de escuchar la propuesta de Bernie Sanders de cortar el presupuesto de las fuerzas militares en los EEUU, que durante la epidemia ha incrementado en 100 billones de dólares, para dar préstamos a la gente que perdió su trabajo o que no tiene qué comer. Warren ante esto dijo que no era necesario cortar el presupuesto del Pentágono, sino que lo único indispensable es que cambiaran los nombres de las bases militares para que éstas no incluyan nombres de confederados y supremacistas blancos. Otra de sus grandes propuestas es volver a las fuerzas militares de su país, verdes, es decir, una fuerza militar igual de imperialista e igual de genocida pero potenciada por energía renovable, una práctica también implementada por el gobierno israelí, cuyas fuerzas armadas son 100% veganas, es decir que las proteínas y vitaminas que requieren para matar palestinos día y noche, vienen de alimentos vegetales, vaya victoria... Mientras que Canadá implementa algo llamado «política exterior feminista», a la par de que su política interior consista en matar indígenas, encerrarlos en campos de concentración llamados «internados» y desaparecerlos institucionalmente para tomar sus tierras y desaparecer su cultura.
Bajo el panorama electoral primermundista el capitalismo es concebido como norma, como algo natural y apolítico que no tiene alternativa y que puede ser «mejorado» con nuevas políticas de raza, de género y de ecología pero he ahí una falla; que esto no funciona. Bajo el capitalismo, cada victoria equivale a una opresión y una explotación más por otro. El hecho de que un país de primer mundo como Estados Unidos pueda implementar programas ecológicos de billones de dólares es porque para obtener ese dinero saquearon y continúan saqueando los países del sur global para robar sus recursos y usar a la gente como esclava en talleres clandestinos y sembradíos.
El liberalismo y las políticas de identidad separan a todas las opresiones en vez de verlas a todas como síntomas de un mismo problema, por eso el statu quo no cambia si se trata de liberales contra conservadores, solo cambia el modus operandi. El de los liberales siendo que de repente ya no se trata de genocidas versus anti genocidas sino de genocidas malos contra genocidas buenos, como Trump contra Obama. Trump, quien fortaleció lazos con Israel en la colonización y genocidio de palestinos, quien apoyó al programa ICE para detención de inmigrantes y que impulsó la invasión de Bolivia, Venezuela, etc. y Obama, quien por detrás de la bandera de arcoíris y la retórica de afroamericano oprimido, deportó a más inmigrantes que cualquier otro presidente en la historia del país, soltó 26.171 bombas en Medio Oriente en tan solo su último año de mandato, le proporcionó todas las armas a Arabia Saudita para invadir Yemen y privatizó los centros de detención ICE para que haya cientos de corporaciones como Microsoft, Motorola y un larguísimo etcétera, beneficiándose de la captura, tortura y abuso de familias inmigrantes.
Como dice Nicolás Maduro, «Dime quién te da la plata y yo te diré quién te pone la música para que bailes» y cuando se trata de liberales y conservadores, ambos se mueven al mismo son y a la misma plata.