Larraitz Ugarte
Abogada

Lo que de verdad nos jugamos

Dicen los medios españoles, entre los que incluyo a muchos de por aquí, que lo que nos jugamos dentro de dos semanas es quién ocupará la Moncloa los próximos cuatro años. Si el bloque del avance, como sus protagonistas lo autodenominan, o si los antisanchistas, comandados por un Feijóo casado sin pudor con los de Abascal. Unos tratarán a lo largo de la campaña de vender las bondades de la gestión política y económica realizada en los últimos años haciendo frente a una pandemia, a los efectos de la guerra de Ucrania, la subida de los tipos de interés y la carestía de la vida. La cuenta de resultados que presentan, si bien con un amplio margen de mejora, avala ciertamente la bondad de muchas de las medidas adoptadas.

La extrema derecha y el fascismo lo tienen más fácil: hay que echar a los independentistas vascos y catalanes de la gobernabilidad de España y destruirlos, y eso solo lo pueden hacer ellos desbancando a los de Sanchez y a todo lo que no les gusta para la sacrosanta unidad de España y la supraidentidad española (fuera feminismos, fuera «los de fuera», fuera movimientos LGTBQ+...). Los comicios de mayo y lo sucedido hace dos semanas en Grecia y poco antes en Italia les da alas y están crecidos. El miedo a lo que pueda venir polarizará aún más la cita del 23 de julio. Sumar y Vox jugarán a ser las muletillas más fuertes posibles en esta guerra de a dos.

En esta vorágine mediática de El Hormiguero y Ana Rosa Quintana, de tracking diario de ciertos grupos mediáticos, debates televisivos cara a cara, etc., puede resultar complicado explicar que los vascos y vascas no nos jugamos quién gobernará en Madrid, que también, porque lo que se decide allí afecta directamente a nuestras vidas en lo laboral, en derechos alcanzados a través de algunas leyes, en pensiones... Es importante quién gobierna allí y sería iluso pensar que no nos importa. Pero lo que realmente nos jugamos los vascos y vascas es si seremos determinantes, porque tal y como hemos podido comprobar los últimos cuatro años cuanto más determinantes somos, cuanto más determinan nuestros votos, mayores derechos obtenemos. ¿O alguien piensa que un gobierno de izquierdas como el que actualmente se encuentra en funciones hubiera hecho muchas de las políticas que ha hecho sin nuestro empuje? El Partido Socialista no deja de ser un partido de orden, un partido del Régimen que con sus políticas intentará no descontentar a las élites judiciales y económicas de su país y a la izquierda de él no hay masa suficiente en España para grandes transformaciones. El rojo no llega al rosa pálido en esas latitudes.

Euskal Herria es diferente. Un país diferenciado, con una cultura política y unos valores totalmente distintos a los que preconizan algunos y algunas por debajo del Ebro. Una sociedad con crecientes cotas de desigualdad pero cuyas gentes creen en la cohesión social, un lugar donde todo el mundo entiende que la equidad parte de que los que más tienen deben aportar más para que haya un reparto más justo de la riqueza, donde los servicios públicos se valoran enormemente y que es muy crítica cuando el sistema falla... Tenemos una sociedad que lucha por mantener nuestros derechos históricos y proclama a los cuatro vientos que somos un pueblo con una identidad propia que merece decidir su futuro en libertad frente a los intentos recentralizadores de los unos y los otros que creen en el gran proyecto de España, y que no se ponen ni colorados para atacar la expansión de nuestra lengua como hemos visto con la última decisión del Tribunal Constitucional que ha optado por derogar un artículo clave de la ley municipal aprobada con mayoría absoluta en el parlamento vasco.

Hay que poner pie en pared frente a todo ello y avanzar. Este pueblo se merece avanzar. Lo vimos en el Tour con las miles de ikurriñas que se alzaron en todo el recorrido, en un grito al mundo de que somos vascos y vascas y de que queremos serlo con plenitud. Este orgullo de país visto esos días se tiene que convertir en un frente popular para hacer frente a los ataques al euskara y para obtener mayores cotas de autogobierno a la par que tiene que mejorar las vidas de sus gentes. Para hacerlo es necesario que el próximo 23J el independentismo esté fuerte y saque unos magníficos resultados electorales. A más representación, más visibilidad y mayor incidencia política. El gran trabajo realizado los últimos años así lo acredita. Pero aún hay mucho por hacer. La reforma laboral de Yolanda Díaz, que modificó de manera light la gran reforma realizada por Mariano Rajoy, que no avaló el independentismo de izquierdas y que salió con un voto del Partido Popular, y que Feijóo ha anunciado que no derogará si gobierna es un buen ejemplo de la importancia que tiene que los vascos seamos determinantes.

Para los vascos no está en juego si Sanchez o Feijóo. Lo que está en juego es más o menos independentismo en el Congreso y el Senado españoles, esos sitios inhóspitos a los que hay que ir hasta que no tenga sentido hacerlo, cuanto antes mejor, pero mientras tanto son campos de batalla importantes hasta la consecución de las aspiraciones que tenemos para nuestro país.

Un independentismo de izquierdas fuerte y determinante puede conseguir que los despidos laborales  sean menos baratos, dignificar las pensiones, políticas en materia de alquiler de viviendas o el establecimiento efectivo del marco vasco de relaciones laborales. Se pueden hacer políticas de grandes transformaciones que mejoren nuestras vidas de manera aún más visible. Aquí y allí, en todos los sitios en los que podamos penetrar debemos ser más y más decisivos. Porque aquí, el rosa pálido nos es insuficiente, tenemos que apostarlo todo al rojo vivo, feminista e independentista. Nos jugamos mucho.

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